8 septiembre | Jóvenes
«Fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis» (Mat. 25: 43).
En enero de 2022, el fotógrafo suizo René Robert, de 84 años, falleció por hipotermia después de desmayarse y caer en una calle de París. Salió de su casa en dirección a una plaza y se sintió mal en el camino, desplomándose, sin recibir ayuda durante nueve horas. Permaneció allí hasta que los bomberos lo encontraron, confirmando su fallecimiento. Un amigo de René, conmocionado, afirmó que el fotógrafo murió debido a la indiferencia de la gente.
Al leer esta noticia, a mí también me impactó tanta frialdad humana. No me refiero solo a la indiferencia de quienes pasaron junto a René esa noche; me asombra mi propia indiferencia ante las personas que están a mi alrededor. En el frenético ritmo de vida que llevamos, parece que no vemos a los transeúntes, a los mendigos y a los sin hogar que se encuentran frente a la ventana de nuestro automóvil o en la puerta de nuestra casa. En realidad, nos falta amor y compasión por el prójimo.
¿Qué has hecho por las personas sin hogar en tu ciudad? ¿Cuál es el proyecto de tu iglesia para aliviar el hambre de los niños del barrio? ¿Cuánto dinero has destinado este mes para ayudar a los mendigos de tu calle? Además de hacer todo esto, no puedes olvidar hablar de Jesús a estas personas. Además de un abrazo, pan y refugio, el verdadero cristiano comparte también la Palabra de Dios.
Elena G. White escribió: «¿Cuáles serían los sentimientos de un padre y una madre si supiesen que su hijo, perdido en el frío y la nieve, había sido pasado de lado y que le dejaron perecer aquellos que podrían haberle salvado? ¿No estarían terriblemente agraviados, indignadísimos? [...] Los sufrimientos de cada hombre son los sufrimientos del Hijo de Dios, y los que no extienden una mano auxiliadora a sus semejantes que perecen, provocan su justa ira. Esta es la ira del Cordero» (El Deseado de todas las gentes, pág. 765).
Cuando ayudas al prójimo, es como si estuvieras ayudando al mismísimo Cristo (Mat. 25: 40). En el día del Juicio, a Dios no le importará cuántos coches te compraste o cuántos viajes hiciste, sino que te preguntará: «¿Alimentaste a los hambrientos? ¿Ayudaste a los necesitados? ¿Auxiliaste a aquellos que estaban tirados en las calles?».
No seas indiferente al sufrimiento del otro. ¡Marca la diferencia en el mundo!