10 septiembre | Jóvenes
«Absteneos de toda especie de mal» (1 Tes. 5: 22).
A nadie le gusta ser juzgado por su apariencia. En la vida en sociedad, sin embargo, esto es casi inevitable. Por lo tanto, muchos deciden utilizar un lenguaje simbólico para definir su identidad: un eslogan, una obra de arte, un corte de pelo, un collar, un tatuaje, una gorra o un piercing. Jessé, de quince años, es el mayor de siete hermanos. Debido a la influencia de ciertos amigos, comenzó a usar piercings. Cuando llegó al sexto piercing, todos en su rostro, sus padres y tías lo presionaron para que se los quitara. Él no les hizo caso. Quería tomar sus propias decisiones. Un día, un pastor que vivía en el vecindario y lo conocía le hizo una oferta. Él aceptó. «Diez euros por piercing»; ese fue el acuerdo. Jessé estuvo de acuerdo en «vender» cinco, pero se quedó con uno del que no se deshizo.
Lo mismo nos pasa a muchos de nosotros. Nos cuesta decidir qué es lo más importante. Jessé tenía, por un lado, una atracción personal por los piercings, al igual que sus amigos de la misma edad. Por otro lado, su familia y las personas de la iglesia consideraban esto inapropiado. A veces, por pura comodidad, decidimos quedarnos en el punto intermedio, y por eso mantenemos el «sexto piercing». En el fondo, Jessé no estaba preocupado por ser coherente, sino solo por tener más tranquilidad en casa. ¡Y lo logró! La presión ejercida por la familia disminuyó, aunque nadie quedó completamente satisfecho.
Es cierto que la apariencia no lo dice todo, pero dice mucho. Y si lo que tu imagen dice no representa la esencia de lo que eres, entonces cambia. Cambia, no para complacer a desconocidos que se preocupan poco por ti y que a ti tampoco te importan. Cambia para hacer feliz a quienes te aman, especialmente si el cambio te convierte en una persona mejor. ¿Por qué no? Eso es el amor (ver 1 Cor. 13: 4-7). Si el amor no involucra renuncia, respeto y compromiso, ¿todavía puede ser llamado amor?
Cuando te preguntes quiénes son las personas que más te aman en esta vida, no olvides que Dios está en lo más alto de la lista. Él tiene algo que decirte sobre tu «sexto piercing». ¿Estarías dispuesto a escucharlo?