12 septiembre | Jóvenes

Una sola carne

«Los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino uno. Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre» (Mar. 10: 8-9). 

El matrimonio no es para todos. Mucha gente simplemente no está lista para casarse. No entras en el matrimonio con un 50% y tu pareja con otro 50%. No. Cada uno tiene que entrar con el 100%. Solo las personas completas están listas para casarse.

Vivir bajo el mismo techo toda la vida es el mayor desafío del mundo. Asegúrate de que la persona que está a tu lado podría soportarte para siempre. No pienses que eres una persona fácil de tratar. Eres un pecador que se casará con otro pecador, y viceversa. Ninguno es mejor que el otro.

En el matrimonio, el Señor espera que dos pecadores obstinados se conviertan en una sola carne. En la antropología bíblica, una pareja forma la naturaleza humana integral, y cada uno es el complemento del otro. El propósito de Dios es que en el matrimonio el hombre y la mujer se conviertan en una sola carne, en una intimidad tal que esa carne no pueda ser dividida. El problema es que entramos en esta relación rotos por el pecado, imperfectos. Los malentendidos surgen debido a esta realidad.

No es fácil vivir como «una sola carne». Hay días en que el amor parece fluir con facilidad. Las cuentas están al día; la salud, excelente; el sol, radiante; y la mano de la pareja resulta suave. Pero, en otros días, hasta el menor gesto de nuestro cónyuge nos irrita.

Son muchos los pequeños problemas que hacen casi imposible el desafío de vivir como «una sola carne». Pero el mundo no sería lo que es sin problemas de relaciones. Es una realidad, y debemos enfrentarla de la manera correcta. Una pareja completa, en la que cada uno aporta su propio 100% al matrimonio, está en construcción permanente. Esta es una obra para toda la vida. No pierdas tiempo pensando: «Ah, si me hubiera casado con Fulano o Mengana, tal vez sería más feliz».

Si estás planeando casarte, aprovecha el tiempo de compromiso para orar más intensamente y evaluar todas las variables involucradas. Si estás seguro, sumérgete. La bendición de Dios estará contigo. Pero, si tienes serias dudas, es mejor posponer el matrimonio hasta que estés seguro. No se pueden cometer errores en esta área de la vida.