29 septiembre | Jóvenes
«Y la voluntad del Padre, que me envió, es que no pierda yo nada de todo lo que él me da, sino que lo resucite en el día final» (Juan 6: 39).
¿Alguna vez has sido el último de la fila, en la lista de clase, o el último en los deportes? ¿Has tenido alguna vez la experiencia de llegar en último lugar? No siempre es malo ser el último. Si tu nombre comienza con la letra zeta, por ejemplo, seguramente has tenido más tiempo para prepararte para una prueba oral, en caso de que el profesor haya seguido el orden alfabético.
El último es quien cierra la puerta, apaga las luces, pone el punto final en la historia. El último ve cosas que el primero de la fila no ve. El último asiento de un autobús puede ser el más tranquilo. El último capítulo de un libro tiende a ser el más especial, ya que revela el desenlace de la historia. ¿Y el último día del año? Siempre trae la esperanza de tiempos mejores.
¿Qué tipo de experiencias podrías relatar hoy? Independientemente de lo que haya sucedido a lo largo de este año, ten en cuenta que el último día puede ser el más espectacular de tu vida, según la forma en que lo construyas. Dedica un momento a agradecer a Dios y a las personas. Si prestas atención, verás que hay más motivos de gozo que de tristeza. Reflexiona también sobre algunos aspectos que puedes mejorar para el año que viene. Así, el último día del año no será el fin de una historia, ¡sino el comienzo de una nueva etapa!
Si aún tienes dudas de que lo «último» no es tan malo, recuerda las palabras de Jesús escritas en el último capítulo de la Biblia: «Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin» (Apoc. 22: 13). Jesús es tanto el Alfa (primera letra del alfabeto griego) como la Omega (última letra). Él conoce el fin desde el principio. La última palabra siempre es suya. Él es el Amén, Aquel que abre y cierra la puerta de la gracia. Muy pronto, aparecerá en las nubes, en el «último día», para poner un punto final a nuestras penas y tristezas. El último capítulo de la Biblia es, de hecho, una puerta abierta hacia la eternidad.
Si la vida te ha colocado como el último de la fila, la «omega» en la lista de los importantes, recuerda que Jesús es experto en hacer que los últimos sean los primeros (ver Luc. 13: 30). Él mismo se encargará de colocarte entre los invitados de honor a su fiesta. Solo espera un poco más. ¡El último día está cada vez más cerca!