1 octubre | Jóvenes

Pastor en piel de cordero

«Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas» (Juan 10: 11). 

Cuenta una historia que un joven albañil ayudaba en la construcción de una pequeña iglesia en una zona rural. La obra se realizaba en una región donde se criaban muchas ovejas que, de vez en cuando, pastaban cerca de la construcción.

Un día, mientras revocaba la fachada de la iglesia, el albañil perdió el equilibrio y cayó desde una altura de más de cuatro metros. Sin duda, la caída lo habría llevado a la muerte o a graves secuelas en el cuerpo. Pero, por suerte, una oveja pasaba justo debajo del andamio en ese momento y terminó amortiguando la caída.

Después de recobrar el conocimiento, el albañil se levantó y vio que había mucha sangre en el suelo y en la lana de la oveja. Al tocar al animal, se dio cuenta de que ya estaba muerto. Con la caída, la inocente ovejita fue aplastada por el peso del joven. Literalmente murió en su lugar.

Al concluir la obra, el albañil se aseguró de colocar en la fachada de la iglesia una placa con el versículo bíblico «Pero él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. Por darnos la paz, cayó sobre él el castigo, y por sus llagas fuimos nosotros curados» (Isa. 53: 5). El albañil comprendió, por experiencia propia, el incomparable sacrificio de Jesús en la cruz. Él es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

En las Escrituras, Jesús es tanto Cordero como Pastor. Él entiende a sus ovejas, pues experimentó en carne propia las carencias, los sufrimientos y las angustias humanas. Hebreos 4: 15 dice: «No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado».

Como buen Pastor, «Jesús nos conoce individualmente, y se conmueve por el sentimiento de nuestras flaquezas. Nos conoce a todos por nombre. Conoce la casa en que vivimos [...]. Cada alma es tan plenamente conocida por Jesús como si fuera la única por la cual el Salvador murió» (Elena G. White, El Deseado de todas las gentes, pág. 445).

En este día, recuerda que Jesús cuida, protege, guía y salva. Y cuando estemos en el cielo, se cumplirán las hermosas palabras de Juan: «Porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará y los guiará a fuentes de aguas vivas. Y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos» (Apoc. 7: 17).