7 octubre | Jóvenes
«Cuando vio Jesús a su madre y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: “Mujer, he ahí tu hijo”» (Juan 19: 26).
Observar con atención puede cambiar tu perspectiva y abrirte a nuevas posibilidades. En la vida, hay dos tipos de personas: las que ven y las que observan. Aquellos con ojos saludables pueden ver, pero solo aquellos que prestan atención pueden notar los detalles. La gente común ve a la esposa, al hijo o al esposo entrar en la sala, pero solo quien presta atención observa cambios en peinados, quién lleva zapatos nuevos y quién no se siente bien.
A las personas del segundo tipo nada les pasa desapercibido. ¿A quién no le gustaría tener cerca a alguien así? El detallista siempre está atento a los cambios. Percibe los aspectos positivos y los defectos que casi nadie identifica.
Una mirada atenta puede cambiar nuestra impresión de la realidad. Por ejemplo, estamos acostumbrados a pensar en los desiertos como lugares sin vida. Cubierto por arenas calientes y áridas, el Sahara es una de las regiones más inhóspitas de la tierra. Hasta hace poco, muchos pensaban que allí no había más que arena y piedra. Sin embargo, una investigación científica más detallada detectó la presencia de alrededor de mil ochocientos millones de árboles en el oeste del desierto y en la sabana del Sahel, en el norte de África. Una mirada atenta marcó la diferencia.
Cuando Jesús estaba a punto de desfallecer, aún colgando de la cruz, se tomó el cuidado de mirar hacia abajo e identificar a María, afectada por la pérdida de su amado Hijo. Entonces, amorosamente se preocupó por delegar en Juan la responsabilidad de cuidar de María como si fuera su propia madre. Ante la muerte y el dolor más severo, Cristo no dejó de pensar en el futuro de su madre. Sus ojos atentos no perdieron la capacidad de ver detalles importantes aun en medio del gran sufrimiento que estaba experimentando. El Señor vio necesidad de cuidado y esperanza en un momento en el que la mayoría de las personas no caerían en ello.
El ejemplo de Jesús nos enseña un ideal que también debemos buscar. Antes de abandonar una batalla, mira cuidadosamente a tu alrededor e intenta encontrar una estrategia diferente. No dejes que te pasen inadvertidas las posibilidades que están «ocultas» en detalles importantes a tu alrededor. En lugar de considerar una causa como perdida, ejercita la capacidad de detectar oportunidades donde nadie más las ve. A veces, la solución está mucho más cerca de lo que imaginamos.