9 octubre | Jóvenes
«El justo vivirá por fe; pero si retrocede, no agradará a mi alma» (Heb. 10: 38).
Un segundo puede significar mucho en situaciones que involucran vida o muerte. Si no fuera por la providencia de Dios, muchas historias con finales felices podrían haberse convertido en grandes tragedias. La única salvaguarda para el justo es la fe. Creer en las promesas divinas es anclarse en un puerto seguro.
Una familia viajaba en barco, un desplazamiento rutinario para ellos. En ese día, lo inesperado sucedió. Con el barco en movimiento, una de las hijas de la pareja, de apenas cuatro años, cayó al río. Cuando los padres se dieron cuenta, maniobraron el barco para intentar encontrar a la pequeña en el inmenso río. Por providencia divina, hallaron a la niña con vida. La fe manifestada por la familia fue crucial en ese momento difícil.
Es cierto que esta historia podría haber tenido un desenlace diferente, lo cual no necesariamente habría significado falta de fe. Sin embargo, el testimonio de los padres reveló que buscaron a su hija confiando plenamente en el Padre celestial. Recibieron a su hija de vuelta de las manos del Señor.
La fe no es un mérito humano. Es la llave que abre el depósito de las bendiciones de Dios. Es la única salida para el cristiano. Creer es confiar a pesar de las circunstancias desfavorables. Tener fe implica no rendirse y confiar en la intervención divina, respetando los tiempos del Padre. La fe halla descanso en la soberanía divina y no cuestiona ni el poder ni la voluntad de Dios. La única cuerda que realmente tienes a tu disposición es la fe; así que sostente firme y confía. No hay fortaleza más segura.
Cuando los momentos adversos nos golpean y las pruebas llaman a nuestra puerta, no hay decisión más sabia y segura que la de, por fe, anclar nuestro barco en Dios.
El justo por fe no retrocede ante las pruebas. Al contrario, continúa avanzando, incluso cuando todo parece indicar lo contrario. La fe revela el rostro tranquilo de Jesús, nos permite sostener su mano y nos da el poder para atravesar cualquier tormenta, por tremenda que sea. Cuando los ríos caudalosos intenten perturbar tu paz, mantente firme en las manos del Señor. No temas. Solamente, cree.