14 octubre | Jóvenes
«Despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe» (Heb. 12: 1-2).
A lo largo de la vida, necesitamos deshacernos de ciertas cosas para poder avanzar. Sin embargo, algunas personas son incapaces de comprenderlo. Un caso extremo es el de los acumuladores compulsivos. ¿Has oído hablar de ellos? Representan entre el 2% y el 5% de los adultos en todo el mundo. Los acumuladores desarrollan un apego por objetos que no tienen valor, ni económico ni emocional: latas vacías, botellas, cartón, envases y otros elementos que la mayoría de las personas tiraría a la basura. Sin embargo, no los reciclan ni organizan; simplemente acumulan y acumulan. El lugar donde viven se llena de cucarachas, ratones, suciedad y malos olores. ¿Puedes imaginarlo?
Ígor es lo que los expertos llamarían un acumulador. Su familia ya no sabía qué hacer para ayudarlo. Se podía oler el hedor desde fuera de la casa donde vivía. Entonces, sus familiares tuvieron una «brillante» idea. Aprovechando su ausencia, entraron, quitaron todo lo que pudieron, lo tiraron y limpiaron la casa. Pensaron que Ígor estaría sorprendido y agradecido. Y realmente se sorprendió, pero no fue agradecimiento lo que mostró. De hecho, se enfureció. Discutió con su familia y, ese mismo día, comenzó a acumular basura nuevamente. Fue evidente para todos que el problema estaba dentro de él.
Un lobo vestido de oveja seguirá siendo un lobo. Hay muchas cosas que los cosméticos, las dietas, la creatividad, el dinero y la cirugía plástica pueden hacer por nosotros. Sin embargo, la transformación de nuestra naturaleza no es una de ellas. En lo que respecta a la purificación de nuestra alma, Jesucristo, el Autor y Consumador de la fe, es la única solución. Pero para que funcione, necesitamos desearlo. Para resolver el problema no basta la voluntad de Dios, tampoco la nuestra por sí sola. Solo cuando ambas se combinan pueden ocurrir milagros increíbles y cambios impresionantes. ¿No crees que es hora de deshacernos del exceso de equipaje? Así, será más sencillo avanzar con agilidad en el camino que Dios ha trazado para nosotros.