16 octubre | Jóvenes
«En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: “Más bienaventurado es dar que recibir”» (Hech. 20: 35).
Si solo tuvieras un paquete de fideos instantáneos en la despensa de tu casa y apareciera un desconocido en tu puerta pidiendo comida, ¿qué harías? ¿Prepararías tu única comida para él, o dirías que no tienes «nada»? Difícil, ¿verdad? En situaciones más cómodas, a menudo se responde a los mendigos: «Vete, no tengo nada aquí para ti». La Biblia cuenta una historia similar, pero con un final feliz.
En la época en que Jezabel y Acab lideraban Israel, una gran sequía asoló todo el reino, resultado del caos espiritual en el que se encontraba la nación. Como no llovía sobre la tierra, Dios ordenó que Elías pasara un tiempo junto al arroyo de Querit. Allí, el profeta fue alimentado con pan y carne traídos por los cuervos. Después de que el arroyo se secara, Dios ordenó a Elías que fuera a Sarepta, en la región de Sidón, donde sería sustentado por una viuda.
¡Espera un momento! ¿No te suena esto extraño? ¿Uno de los mayores profetas de la Biblia, sustentado por cuervos y luego por una viuda? ¿Dónde estaban los banquetes y las fuentes en el desierto? Realmente, seguir a Dios implica transitar en los extremos de la razón y la fe. La situación se complicó aún más cuando el profeta supo que la mujer solo tenía un puñado de harina, un poco de aceite y un hijo que cuidar.
Increíblemente, esa mujer fenicia aceptó el desafío y donó todo lo que tenía al profeta desconocido. Pocas personas en la Biblia ejercieron tanta fe. Su hospitalidad y generosidad fueron recompensadas por Dios al multiplicar la harina y el aceite durante muchos días. La viuda descubrió, en la práctica, que la despensa de Dios nunca se vacía.
¿Eres una persona generosa? ¿Sueles ayudar a los necesitados? Según el texto de hoy, esa es la verdadera receta para la felicidad. Dios no nos creó como depósitos de bendiciones, sino como canales de su gracia. ¡Sé tú mismo el milagro en la vida de alguien! ¡Comparte amor, alimento y esperanza! Seguro que serás el mayor beneficiado. Un antiguo proverbio chino dice: «Un poco de perfume siempre queda en las manos de quien ofrece flores». Al ayudar a estos «pequeñitos», ten en cuenta que estarás ayudando al propio Jesús (Mat. 25: 40).