29 enero | Jóvenes
«Ciertamente va a la pobreza todo el que alocadamente se apresura» (Prov. 21: 5).
¿Qué tipo de conductor eres? ¿Tranquilo, o impaciente? ¿Cuidadoso, o imprudente? ¿Sueles pasar el semáforo en rojo? ¿Aceleras en amarillo para no quedarte detenido en el semáforo? Entre las diez infracciones de tránsito más comunes se encuentran pasar el semáforo en rojo e ignorar la señal de Stop. Otra bastante común es el exceso de velocidad. Juntas, estas faltas son responsables de miles de accidentes y muertes en todo el mundo cada año. Estas estadísticas reflejan una única realidad: las personas no tienen paciencia para esperar.
El 7 de agosto de 1997, a las 12:34, poco después del mediodía, en Florida, ocurrió un accidente. El vuelo 101 de Fine Air, una empresa de transporte de carga, despegó del aeropuerto de Miami con destino a Santo Domingo (República Dominicana). La aeronave de treinta y seis toneladas estuvo en el aire solo por unos segundos y luego se precipitó. En llamas, cruzó la avenida principal e impactó un edificio al otro lado de la calle, causando cinco muertes: cuatro tripulantes y una persona en un automóvil estacionado en el lugar del accidente. Los daños habrían sido mucho mayores si no fuera por un hecho: los semáforos estaban en rojo justo cuando el avión hizo su aterrizaje de emergencia. Como no había autos en movimiento, muchas vidas se salvaron.
Es en estos momentos cuando vemos el valor de la prudencia. Pasar el semáforo en rojo en esta circunstancia habría sido fatal. La impaciencia mata. Y «la prisa es enemiga de la perfección». Debido a ella, los hijos no tienen tiempo para los padres y los padres no pasan tiempo con los hijos. Falta tiempo para la familia, los amigos, cuidar de la salud del cuerpo y del bienestar mental. Nunca hay tiempo de sobra, pero, irónicamente, cuando llega la hora trágica, de repente, aparece tiempo para resolver lo que, con mucho menos, podría haberse evitado.
La Palabra de Dios nos enseña que hay tiempo para todo (Ecle. 3: 1). Sin embargo, no es posible administrarlo con sabiduría si tenemos prioridades equivocadas. Si hay tiempo y ocasión para trabajar, estudiar, salir de paseo y disfrutar en pareja, también debe haberlo para jugar, descansar, amar y ayudar. Todo en la vida tiene que ver con equilibrio. Si en tu agenda no hay tiempo para Dios, entonces, en realidad, estás perdiendo el tiempo. Es hora de cambiar, ¿no crees? Detente y reflexiona. Respira. Retrocede. Pasar el semáforo en rojo, como bien sabes, puede ser fatal.