18 octubre | Jóvenes
«Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe» (Heb. 12: 2).
Pertenecemos a Jesús. Estamos llamados a llevar el estandarte de la fe en nuestra generación. También somos responsables por transmitirlo a la próxima generación. Por eso, debemos correr con perseverancia, manteniendo nuestra mirada en Jesús. No debemos distraernos con el peso del pecado. Tenemos que seguir corriendo hacia él. Jesús es amor y nos colma de amor. Está lleno de gracia y nos colma de gracia. Está lleno de fe y esperanza, y nos llena por completo.
Es crucial estar dispuestos a cargar la cruz. Debemos ser un sacrificio vivo y vivir únicamente para la gloria de Dios. Mirar solo a Jesús es el secreto del éxito en la carrera cristiana.
Creo que Dios levantará en nuestros días una generación espiritualmente viva. El enemigo se opone a ello, pero cuando amamos a Jesús, nada más importa. No se trata de la posición social, la profesión, ni el título o los logros que tengamos. Jesús es suficiente. ¡Jesús lo es todo! Necesitamos correr con perseverancia y mantener nuestra mirada puesta en él.
¿Por qué deberías correr con la mirada puesta en Jesús? Es sencillo. Él es el premio supremo. No hay motivación más significativa que la de verlo cara a cara algún día. Esta esperanza renueva el aliento y despierta una nueva energía. Además, necesitamos fijar nuestra mirada en Jesús porque es el modelo perfecto. Él ya recorrió este circuito y conoce cada curva y obstáculo del camino. Y, lo más importante, él nunca se rindió.
Debemos enaltecerlo. Dejar de distraernos con otras cosas. Concentrarnos solo en Jesús. Él perseveró. Fue tentado durante cuarenta días en el desierto, pero no se rindió. Su familia no lo comprendió, pero él perseveró. Sus discípulos lo abandonaron, pero él perseveró. Fue traicionado, condenado, tembló en Getsemaní, fue humillado, torturado, agonizó en la cruz, la multitud se burló de él, pero no claudicó. Si tuvo la fuerza para acabar exclamando «¡Consumado es!» es porque perseveró. Resucitó al tercer día solo porque mantuvo su firmeza.
Al salir victorioso de la tumba, derrotó al infierno y a la muerte. Y gracias a la perseverancia de Jesús, también nosotros podemos vencer. No te atrevas a decirme que esta generación no puede perseverar, que no puede llevar la antorcha de la causa de nuestro Señor. ¡Lo haremos para la gloria de Dios! En su nombre, por su causa y para él.