26 octubre | Jóvenes
«Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza» (Rom. 5: 3-4).
Hace años, participé con el cuarteto Arautos do Rei en un evento en los Estados Unidos. En el centro de la semana, visitamos las cuevas de Luray, al norte del estado de Virginia. Quedé impresionado por la belleza y la grandeza de ese lugar, descubierto en 1878 por cinco residentes locales. La cueva tiene una longitud de 2,4 kilómetros y cuenta con una inmensa cantidad de estalactitas y estalagmitas, de diversos tamaños y colores que van desde el dorado hasta el verde claro.
Lo que más me llamó la atención fue saber que todas esas formaciones rocosas se construyeron gota a gota, a partir de la sedimentación y cristalización de minerales disueltos en el agua. A lo largo de los años, estas piedras derramaron «lágrimas» que formaron estos impresionantes contornos, ahora reflejados en hermosas piscinas naturales de agua que semejan espejos cristalinos.
Al final de la caminata, nos sorprendió una música producida por un órgano electrónico conectado a las estalactitas. Sumado a la acústica de ese salón subterráneo, escuchamos sonidos realmente «cavernosos». Nos emocionamos tanto que pedimos permiso al guía para cantar a capela el himno “Eu Vou Para o Céu” (Voy al cielo). Por la reacción de los demás turistas, creo que a todos les gustó.
Al salir de ese lugar, pensé que la construcción del carácter ocurre de manera similar a la formación de estas cuevas. Como un gran castillo subterráneo, el carácter se forma día tras día, «gota a gota», hasta crear una estructura duradera. Elena G. White afirmó que «la formación del carácter es la obra de toda la vida, y es para la eternidad» (Conducción del niño, pág. 148). Así como sucede con estas rocas de calcita, nuestro carácter se forma mediante el «goteo» de pensamientos, acciones y hábitos que acariciamos a lo largo de la vida. En este camino, hay lágrimas y tribulaciones. Pero si miramos constantemente a Jesús, nuestro corazón se llenará de las bellezas de su gracia.
¿Cómo has construido tu carácter? ¿Qué tipo de «piedras» has formado? ¿Qué hay debajo de tu superficie? Pídele a Dios que moldee tu carácter a su imagen. Así, reflejarás cosas buenas y emitirás sonidos agradables.