30 enero | Jóvenes
«No remuevas los linderos antiguos que pusieron tus padres» (Prov. 22: 28).
Hace algunos años, tuve la oportunidad de visitar lugares turísticos que demarcan importantes líneas de nuestro planeta: la línea del Ecuador, que atraviesa trece países y divide los hemisferios norte y sur, y el meridiano de Greenwich, que separa el mundo en los hemisferios occidental y oriental.
Cuando estuve en Quito (Ecuador), algunos guías turísticos intentaron convencerme de que un huevo de gallina puede ponerse en equilibro («de pie» y parado) en la línea que separa los hemisferios. Confieso que intenté esta hazaña, ¡pero no la logré! Además, afirmaron que, en cada hemisferio, el agua fluye en direcciones diferentes. Sin embargo, muchos científicos consideran que estas cosas son solo mitos.
Además de estas líneas imaginarias que marcan los lados del mundo, existen otros «marcos» importantes. Están relacionados con principios, reglas y verdades que no pueden cambiarse. Los Diez Mandamientos, por ejemplo, son marcos establecidos por Dios que delinean lo correcto y lo incorrecto.
En el texto de hoy, Salomón nos aconseja que no toquemos los «antiguos marcos» (o «linderos»). Desde la antigüedad, los límites se consideraban inviolables. Las tierras se marcaban con pequeñas pilas de piedras o columnas más grandes. Había una maldición para aquellos que las movían sigilosamente con el propósito de aumentar su propiedad y dejar al vecino con menos. Moisés escribió: «Maldito el que el que desplace el límite de su prójimo» (Deut. 27: 17).
¿Cuáles son los antiguos marcos que aún están en vigor? Permíteme mencionar solo uno, citado por Jesús: «¿No habéis leído que el Creador, desde el principio, “los hizo hombre y mujer” y dijo: “Por esto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su esposa, y los dos llegarán a ser una sola carne”?» (Mat. 19: 4-5). La expresión «los dos llegarán a ser una sola carne» se refiere al acto sexual entre el hombre y la mujer, dentro del contexto del matrimonio.
Permíteme ser claro contigo. El matrimonio es una bendición, siempre y cuando se realice dentro de los «antiguos marcos». Es una unión digna de honor (ver Heb. 13: 4), de carácter monogámico, heterosexual y vitalicio, como señaló Jesús. Cualquier cosa que exceda esto no proviene del cielo. Permanecer dentro de estos y otros marcos establecidos por Dios será siempre la mejor decisión.