27 octubre | Jóvenes
«Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios» (Rom. 10: 17).
¿Recuerdas el encuentro de Jesús con el ciego de nacimiento en el templo después de ser curado? «¿Crees en el Hijo de Dios?», preguntó el Maestro. Y el ciego sanado respondió: «¿Quién es él, Señor, para que crea en él?» (Juan 9: 35-36). Fe es creer en el Señor Jesucristo.
La mujer sirofenicia tenía serios obstáculos para relacionarse con Jesús. Pero nada podía intimidarla, ni siquiera la aparente indiferencia del Señor. La mujer había oído que él se mostraba lleno de ternura, cortesía y bondad al dirigirse a los que sufrían. Por lo tanto, nada la apartaría de su convicción. Jesús le dijo que el pan era para los hijos y no para los perros que esperaban las migajas debajo de la mesa de su dueño. Creo que la mujer acabó entendiendo que no necesitaría comer migajas porque era hija del Dueño (ver Mar. 7: 27-30). Todo lo que ella quería era alimentarse del Pan del cielo.
La gracia es como recibir un Ferrari de regalo. Difícilmente alguien te daría algo tan valioso. Pero, si eso sucediera, tal vez tendrías una pequeña idea de la gracia infinita de Dios.
La fe, por otro lado, es subirte al Ferrari y salir conduciendo. Más que eso, la fe es el combustible que hace que el «auto» avance. Tal vez estés pensando: «Ahí está el problema. ¡Mi depósito ya está en la reserva!».
No hay fórmula mágica; la solución para la falta de combustible está en la gasolinera. ¡Ve adelante, la Gasolinera de la Fe está abierta las veinticuatro horas del día! Y la buena noticia es que eres hijo del Dueño de la Gasolinera. Y ¿dónde está la Gasolinera? «La fe viene [...] mediante la palabra de Cristo». Pasa tiempo con él, meditando en su Palabra. Lee y estudia la Biblia. Basa tu confianza en lo que está escrito, no en tus sentimientos.
La valiente iniciativa de la mujer sirofenicia nos muestra la única manera de lograrlo: ¡Hay que confiar! Nunca sabremos lo que Dios puede hacer en nuestra vida hasta que desarrollemos una amistad íntima y comprometida con él. Así que este es el secreto: conócelo lo suficiente como para ser capaz confiar en él de corazón.