29 octubre | Jóvenes
«Sino que lo necio del mundo escogió Dios para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios para avergonzar a lo fuerte» (1 Cor. 1: 27).
En el año 2015, se llevó a cabo una emocionante final en la Liga de Fútbol Americano (NFL) entre los equipos New England Patriots y Seattle Seahawks. El jugador Tom Brady, estrella de los Patriots y esposo de la modelo brasileña Gisele Bündchen, lideró el partido al dar pases decisivos para cuatro touchdowns, llevando a su equipo a la victoria por 28-24. Con ello, Brady también alcanzó la marca de trece pases decisivos en ediciones de la Super Bowl (final del campeonato que enfrenta a los equipos más famosos de los Estados Unidos). Esta es la mejor puntuación en la historia de la liga profesional de fútbol estadounidense.
Sin embargo, esa final no fue decidida por Tom Brady, sino por un novato de veinticuatro años llamado Malcolm Butler. Cuando faltaban tan solo veinte segundos para el final del partido, hizo la primera y principal intercepción de su carrera, impidiendo un pase que habría asegurado la victoria del equipo contrario. Este increíble esfuerzo de Butler le dio a su equipo el cuarto título del Super Bowl. Brady estaba tan agradecido que le donó a Butler una camioneta valorada en veinte mil dólares, recibida como premio al mejor jugador del campeonato.
La Biblia está llena de historias de triunfadores imprevistos, hombres y mujeres comunes como tú y yo, que realizaron hazañas extraordinarias por el poder de Dios. Sara, Rebeca y Raquel, por ejemplo, eran estériles, pero fue a través de ellas que dio origen Dios a grandes poblaciones y, en conjunto, a la nación del Israel bíblico. David era el menor de los hijos de Isaí, pero fue elegido por el Señor para ser el gran rey de Israel. El apóstol Pablo perseguía a los cristianos, pero fue transformado por Jesús en el más grande predicador del cristianismo. Juan era pescador, rudo y de genio fuerte, pero se convirtió en el discípulo del amor. ¿A quiénes agregarías a esta lista? ¿Estaría tu nombre en ella?
Quizás te sientas despreciado, pequeño e incapaz en medio del «campeonato» de la vida. Puede que hayas llegado al punto de pensar que nadie se preocupa por ti, ni siquiera Dios. Si es así, recuerda: el partido aún no ha terminado. Dios quiere realizar cosas increíbles a través de ti. Él es experto en convertir a quienes menos te lo esperarías en los mayores vencedores. ¡Solo confía!