4 noviembre | Jóvenes

En la frontera de la fe

«No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven, pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas» (2 Cor. 4: 18). 

En la frontera entre Corea del Norte y Corea del Sur, existe una zona intermedia que abarca 248 kilómetros de longitud y cuatro de ancho. Se trata de una región creada en 1953 después de la guerra de Corea, cuyo propósito es mantener separados a ambos países en conflicto. Esta área es tierra neutral que no pertenece a ninguno de los lados.

En cuestiones de fe, muchas personas ocupan las fronteras. Allí se refugian aquellos que no pueden admitir la existencia de Dios. Piensan que la vida se reduce a lo que es material, tangible y visible. Para ellos, la fórmula de la existencia consiste en nacer, trabajar, acumular bienes y morir.

La cuestión se complica cuando ocurren problemas cruciales, como la pérdida del empleo, la separación de los padres, o la muerte de un ser querido. Entonces surgen preguntas del tipo: «Si Dios existe y es amor, ¿por qué sufrimos?». Ante la falta de respuestas convincentes, la fe cristiana es considerada como una muleta en manos de los débiles. La conclusión a la que muchos llegan es que en la vida lo verdaderamente importante es lo que vemos.

En oposición a esta afirmación, el filósofo Søren Kierkegaard contó la parábola de un hombre rico que paseaba dentro de su lujoso carruaje, cálido y completamente iluminado. Este carruaje era conducido por un campesino que, montado a caballo, estaba expuesto al frío y a la oscuridad. Pero precisamente por estar bien acomodado bajo la luz artificial del interior, el hombre rico no podía contemplar las estrellas que brillaban en el exterior. Mientras tanto, el campesino, a pesar de soportar las inclemencias del tiempo, disfrutó de las gloriosas vistas de esa noche.

En nuestros días, parece que las luces artificiales de la ciencia, los medios de comunicación y el materialismo están arrojando sombras sobre el mundo invisible que nos rodea. León Tolstói afirmó que los materialistas se equivocan al limitar la vida a sí misma. Tal vez seas uno de esos que considera lo que es visible como la realidad «máxima», la única realidad. ¡Cuidado! Es posible que las luces del mundo estén eclipsando tu visión del cielo.

Mi invitación hoy es a que abandones las fronteras de la fe y te acerques a Dios. Aun sin sentir o entender, elige ver lo Invisible. Esta visión «invertida» es la que realmente importa.