31 enero | Jóvenes
«También hizo la fuente de bronce y su base de bronce, con los espejos de las mujeres que servían a la puerta del tabernáculo de reunión» (Éxo. 38: 8).
Los espejos fueron creados hace unos cinco mil años en Sumeria. Estaban hechos de placas de bronce pulidas con arena y tenían una forma redonda. El espejo tal como lo conocemos hoy fue inventado en 1835 por el químico alemán Justus von Liebig, quien utilizó una fina capa de plata metálica sobre una superficie de vidrio.
Probablemente, el espejo sea uno de los objetos más utilizados en el mundo. Hay uno de ellos en todas partes: en el baño, en el coche, en el ascensor, en el centro comercial e incluso en el bolso. Plano, cóncavo o convexo, este artefacto tiene la capacidad de cambiar el estado de ánimo de las personas varias veces en un mismo día. Para muchos, es una especie de «salvador», tal vez para evitar desde accidentes automovilísticos hasta situaciones incómodas causadas por un trozo de comida en los dientes.
Cuando el pueblo de Israel salió de Egipto, después de la plaga de la muerte de los primogénitos, llevaron consigo muchos despojos (Éxo. 12: 36). Además del oro, piedras preciosas y tejidos costosos, los hebreos se llevaron varios espejos utilizados por los egipcios. Estos eran raros objetos de lujo, hechos con placas de bronce encajadas en mangos ricamente decorados.
Sin embargo, la Biblia dice que durante mucho tiempo las mujeres hebreas no usaron estos espejos. Cuando Moisés comenzó la construcción del santuario bajo la orden divina (Éxo. 25: 8), invitó al pueblo a ofrecer voluntariamente sus objetos de valor. La respuesta de los hebreos fue impresionante, al punto de traer más de lo necesario (Éxo. 36: 5-7). Entre esos objetos, estaban los espejos de las mujeres que «servían a la puerta del tabernáculo de reunión».
Su actitud demostró que estaban más preocupadas por el adorno del carácter que por la apariencia externa (ver 1 Ped. 3: 3-4). La ostentación y la vanidad no tenían lugar en sus corazones. Al donar los espejos para el santuario, demostraron que amaban más a Dios que a sí mismas.
Si la mitad del tiempo dedicado a buscar una mejor apariencia se destinara al cultivo de la belleza interior, ¡cuánta diferencia haría eso en la vida de las personas! Invierte hoy en conocimiento, misericordia y en la construcción de tu carácter. Ante esto, la belleza física es solo un detalle.