6 noviembre | Jóvenes
«Ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre siendo rico, para que vosotros con su pobreza fuerais enriquecidos» (2 Cor. 8: 9).
A veces nos impresionan las historias de personas que eran pobres y se volvieron ricas. El éxito financiero despierta curiosidad y fascinación, ya que en nuestra sociedad, el dinero es símbolo de fuerza, influencia y poder. Sin embargo, rara vez encontramos relatos de personas que, por decisión propia, optaron por ser pobres. ¿Has oído hablar alguna vez de un multimillonario que donó todo su dinero y se fue a vivir a un barrio pobre a las afueras de la ciudad? No encontrarás una biografía así a la venta en las librerías.
El versículo de hoy afirma que Jesús era rico, pero se hizo pobre por amor a nosotros. ¿En qué sentido Cristo era rico? Sin duda, en su Persona, ya que es eterno, omnipotente, omnisciente y omnipresente (ver Isa. 9: 6). También es rico en posesiones y posición. Él es el Creador y Dueño de todas las cosas, como dice el salmista: «Los cielos son tuyos, y tuya también es la tierra; fundaste el mundo y todo lo que en él hay» (Sal. 89: 11).
Sin embargo, a pesar de toda esa riqueza, se hizo pobre al asumir la forma humana. El Rey de reyes dejó su trono y vino a vivir como Siervo entre la raza caída (Fil. 2: 7). No vino de visita diplomática, como un representante de la ONU o un embajador. El Rico habitó entre los pobres. Jesús abrió y reconoció su firma en el registro de los miserables. No tuvo vergüenza de ensuciarse los pies, comer nuestra comida y tocar nuestra piel. Cristo podría haber permanecido indiferente ante el fracaso humano, pero eligió ser uno de nosotros.
Durante su tiempo en la tierra, Jesús no tuvo casas, oro, animales ni posesiones. Lo único que tenía era una túnica sin costuras, «de un solo tejido de arriba abajo» (Juan 19: 23), símbolo de su justicia perfecta. El Hijo del Hombre no tenía dónde «recostar la cabeza» (Mat. 8: 20). Para cumplir su misión, Jesús pasó la mayor parte de su ministerio viajando de un lado a otro, dependiendo de la bondad de las personas para comer y dormir.
Debido a su pobreza, hoy podemos experimentar la suprema riqueza de su gracia. ¿Deseas esta riqueza? Entonces entrégate completamente a Jesús, porque eres heredero del Rey.