8 noviembre | Jóvenes
”txt Bib.” Ref. Bib (RVR95)
«¿Acaso busco ahora la aprobación de los hombres, o la de Dios?» (Gál. 1: 10).
Se cuenta que un rey recibió a un invitado y decidió mostrarle los jardines de su palacio. El hombre quedó maravillado con el primer jardín. ¡Era impresionante! El rey luego lo condujo al segundo, que era aún más hermoso. Finalmente, llevaron al visitante al tercero, el más magnífico de todos.
Desconcertado, el hombre comentó:
—No entiendo, ¿por qué tres jardines? ¿Y por qué el tercero se destaca?
El rey le respondió satisfecho:
—El primer jardín es cuidado por mis esclavos. Trabajan día y noche para mantenerlo en buenas condiciones. El segundo es atendido por trabajadores asalariados, por lo que es aún más hermoso que el primero.
Curioso, el visitante preguntó:
—Entonces, ¿quién cuida del tercer jardín?
El rey respondió:
—Son voluntarios, personas a quienes he perdonado por delitos que han cometido. En agradecimiento, lo cultivan y lo mantienen siempre exuberante y hermoso.
Al igual que los esclavos del rey, algunas personas hacen lo que hacen porque se sienten obligadas. Están atrapadas en circunstancias desafiantes y enfrentan condiciones desalentadoras. Actúan de manera automática, sin interés en dar lo mejor de sí. Otros, en cambio, se sienten libres, haciendo lo que se espera de ellos; nada más que eso. Respetan las reglas y se comportan correctamente, pero lo hacen por pura conveniencia, es decir, buscando las recompensas inmediatas que recibirán.
Finalmente, los trabajadores del tercer jardín, de manera espontánea, representan a las personas que deciden actuar desde la gratitud. No se quedan en teorías. No temen exponerse. No escatiman esfuerzos. Cruzan la frontera de su propio ego y van más allá: practican la misma generosidad con la que han sido bendecidos.
Al enfrentar los desafíos de hoy, recuerda que lo que te impulsa a actuar debe fluir de convicciones profundas nutridas por la Palabra de Dios. Todo lo demás es secundario, incluyendo el temor a represalias y el deseo de obtener ventajas personales. Especialmente cuando trabajes en la causa del Señor, mira hacia tu interior y pregúntate: ¿Qué es lo que verdaderamente me motiva a hacer lo que hago? Establece tus prioridades de manera sólida. Coloca cada cosa en el lugar adecuado, utilizando los criterios celestiales. Recuerda que, tarde o temprano, los motivos de tu corazón serán revelados, ya sea por las circunstancias o, en su momento, cuando Dios mismo los haga públicos.