13 noviembre | Jóvenes
«Nada hagáis por rivalidad o por vanidad; antes bien, con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo» (Fil. 2: 3).
En el tiempo que pasé en el cuarteto Arautos do Rei, viajar en avión se convirtió en una rutina casi semanal. El proceso era el mismo: hacer la maleta, despertarse temprano, cargar el equipo de sonido en la furgoneta, viajar sesenta kilómetros hasta el aeropuerto, hacer el check-in, esperar el embarque y, finalmente, subir al avión. ¡Uf! Después de varias horas, finalmente nos sentíamos tranquilos, acomodados dentro de la aeronave.
¿Tranquilos? No siempre. En algunos viajes, me tocaba el asiento del medio. ¿Alguna vez has viajado en uno de esos? Perdona la franqueza, ¡pero ese es el asiento de los desafortunados! Además de ser estrecho, está la desleal disputa por el reposabrazos, en ambos lados. Es una verdadera guerra de codos, una competencia feroz, siempre ganada por los brazos más astutos.
Confieso que muchas veces viajé con calambres, ¡sin contar las torceduras! La solución era cruzar los brazos. También estaba la incomodidad de tener que pedirle al pasajero de al lado que se levantara si quería ir al baño o coger algo del compartimento superior.
Mi vida cambió cuando la aerolínea con la que solíamos viajar creó una aplicación que permitía adelantar el proceso de check-in e incluso elegir el asiento. ¡Probablemente siempre fui el primero en acceder al sistema, para así poder elegir el número de asiento deseado! A partir de entonces, los viajes se volvieron más tranquilos y cómodos.
Sin embargo, surgió un problema. Mientras viajaba en mi espléndido asiento, tuve que decidir si usaría ambos reposabrazos o dejaría uno para mi vecino. En ese momento, vino a mi mente el texto bíblico de hoy, concretamente eso de considerar a los demás «como superiores» a uno mismo. El apóstol Pablo no sabía que, unos dos mil años después, a una altitud de once mil metros, sus palabras resonarían fuerte en la mente de alguien dentro de un avión. Inmediatamente bajé el brazo y permití que la otra persona también pudiera estar cómoda.
Probablemente encuentres a alguien hoy en una situación similar a la del pasajero del asiento del medio. No seas egoísta. Practica siempre la humildad y el altruismo. Mañana ese asiento podría ser el tuyo.