23 noviembre | Jóvenes
«Bienaventurado el hombre que soporta la tentación, porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida que Dios ha prometido a los que lo aman» (Sant. 1: 12).
Michael Jordan es considerado uno de los mejores jugadores de baloncesto de la historia. Ingresó a la NBA (la principal liga de baloncesto de América del Norte) en 1984, jugando para los Chicago Bulls, y fue elegido el mejor jugador de la competición en cinco ocasiones. Reconocido por su increíble capacidad para anotar, así como por su habilidad en los saltos, Jordan fue incluido trece veces en el NBA All-Star Game, una selección de los mejores jugadores del torneo. Fue el máximo anotador de la liga en diez temporadas. Su mayor puntuación en un solo juego fue de 69 puntos, contra los Cleveland Cavaliers, en marzo de 1990.
Sin embargo, para ser un gran campeón de la NBA, Jordan tuvo que aprender de las derrotas. Los comienzos de su carrera fueron completamente desfavorables: fue apartado del equipo de baloncesto en la escuela secundaria y rechazado en sus primeros intentos de unirse al equipo universitario. Pero Jordan no se rindió y se convirtió en un símbolo de superación. En una entrevista, reveló el secreto de su éxito: «Fallé más de nueve mil lanzamientos en mi carrera. Perdí casi trescientos partidos. Veintiséis veces fui elegido para lanzar el tiro de la victoria y fallé. Fracasé muchas veces en mi vida, y es por eso que he tenido éxito». Uno de sus compañeros de equipo, B. J. Armstrong, dijo: «Jordan nunca decía que había perdido. O ganaba o aprendía».
Muchas personas fracasan en la vida porque renuncian a intentarlo. No pueden ver sus propios errores como oportunidades de crecimiento. Se centran más en sus incapacidades que en sus virtudes. ¿Eres uno de esos que solo piensa en sus fracasos?
Dios quiere que tengas éxito en todas las áreas de la vida, especialmente en la espiritual. Es posible que en algunas de ellas hayas «errado el blanco», desperdiciando «lanzamientos e intentos». Dios quiere ayudarte a aprender de tus propios errores y crecer en tu experiencia. El «campeonato» aún no ha terminado. Con paciencia, entrenamiento y perseverancia, seguramente llegarás a la meta.
Tal vez nunca seas el mejor estudiante de la clase, el más talentoso de la iglesia, el mayor anotador del equipo o el más famoso en la web. Pero si te esfuerzas por aprender de tus propios errores, tendrás todo lo que necesitas para ser la persona más realizada del mundo.