9 diciembre | Jóvenes
«Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación» (1 Ped. 2: 2).
Siempre me he preguntado por qué debo leer la Biblia. Moisés no leía la Biblia. Enoc nunca la leyó. Abraham, el amigo de Dios, nunca hojeó las páginas del texto sagrado. Resulta que en su época, Dios conversaba personalmente con sus amigos. Estas personas estaban recibiendo las «Escrituras» de primera mano. Hoy, la principal manera en que Dios se comunica con nosotros es a través de la Biblia.
Las Sagradas Escrituras revelan la verdad divina a los seres humanos. El Dios verdadero se manifiesta en las páginas de este milenario libro. La Biblia es el punto de partida para la vida con Dios. Jesús dijo: «El que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna» (Juan 5: 24).
La Biblia es el alimento diario del creyente. Es sumamente importante que nos alimentemos diariamente en la mesa de Dios. La lectura diaria de la Biblia es esencial para el crecimiento espiritual. Así como tu madre insistía en que comieras correctamente porque conocía la importancia de la alimentación para tu crecimiento físico, de la misma manera, si no lees la Biblia, nunca saldrás de la infancia espiritual.
En Discípulos del Reino, Tony Evans dice que la Biblia es el «biberón» del discípulo. Me pareció una analogía maravillosa. Inmediatamente recordé cuando mis hijos eran bebés. Se despertaban dos o tres veces en medio de la noche. Mi esposa y yo rara vez nos levantábamos al primer llanto. Por lo general, nos dábamos vuelta en la cama y nos tapábamos la cabeza, pero nuestros hijos insistían. Nuestra demora provocaba un llanto desesperado. Sabían cómo decirnos que ya era la hora de mamar.
Pedro dice que deberíamos sentir el mismo deseo. Necesitamos «ansiar sinceramente», es decir, experimentar un deseo desesperado por la Palabra de Dios si queremos crecer. En ella encontramos alimento y nutrición (ver Juan 6: 63). Cuando «comemos» la Palabra de Dios, nos llenamos de fuerza y vigor espiritual. La ingestión regular del mensaje de Dios es una característica del verdadero discípulo de Jesús (ver Juan 8: 31).
¿Has experimentado el valor nutricional de la Biblia cada día? Oro para que Dios te ayude a desarrollar este hábito que glorifica el nombre del Señor.