13 diciembre | Jóvenes

Más iglesias que bares

«El vino es escarnecedor, la sidra alborotadora; ninguno que por su causa yerre es sabio» (Prov. 20: 1). 

Un joven, cristiano profeso, dejó Europa para estudiar en una universidad en el sur de los Estados Unidos, en una región conocida como «el cinturón de la Biblia». Al llegar, rápidamente notó el contraste entre esa pequeña ciudad con la metrópoli bohemia de donde venía. Por ello, comentó con tristeza: «¡Aquí hay más iglesias que bares! Aunque sea cristiano, ¡este no es el estilo de vida que quiero para mí!».

Ahora, reflexiona conmigo: ¿Tiene sentido profesar una religión que no cambia en nada los hábitos y el estilo de vida? ¿No debería la fe marcar la diferencia en el día a día? Dicen que, de cada cuatro bebedores sociales, uno se convertirá en alcohólico. Uniendo la lógica de ese joven al poder de la probabilidad estadística, no sería difícil encontrar por ahí algún «alcohólico cristiano». Triste, ¿verdad?

Jesús no tomaba cerveza ni bebida alcohólica alguna. Según la Biblia, el vino, el champán, la sidra, el licor y similares están en la lista de lo que, al ingerirlo, convierte a la persona en un insensato (Prov. 23: 29-35; 31: 4, 6). Samuele Bacchiocchi demostró, mediante un estudio interesante (Wine in the Bible), que los vinos actuales, al contener alcohol, no son en absoluto comparables con el «vino» que tomó Jesús, por ejemplo, en la última cena, que era el jugo de uva sin fermentar. Hasta en ese «pequeño detalle», Jesucristo, como nuestro «Hermano mayor», sigue siendo la gran referencia.

Consagrarse a Dios por completo, incluyendo la comida, la bebida y todo lo demás en nuestra vida, no es fanatismo, sino coherencia: una virtud cada vez más escasa en el siglo XXI. Hoy, en ciertos aspectos, es más difícil seguir a Jesús que décadas atrás, cuando las panaderías prácticamente solo vendían pan. Aun así, él espera que renunciemos a cualquier cosa que pueda comprometer nuestra capacidad de discernimiento o nuestro equilibrio mental y moral.

Hoy es un buen día para reflexionar sobre lo que te ha «embriagado», aquello que disminuye la sensibilidad natural que Dios te ha dado para las cosas espirituales. ¿Será el vino? ¿La cerveza? ¿El juego? ¿Internet? ¿Quizás un vicio secreto? No hay nada que Dios no pueda hacer por nosotros cuando le confiamos todo lo que tenemos y somos. No te rindas. Dios quiere darte la victoria. ¿No es eso lo que deseas?