16 diciembre | Jóvenes
«En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor» (1 Juan 4: 18).
¿Tienes miedo de algo en particular? ¿Podrías enumerar con los dedos de la mano los tipos de miedo que sufres? Algunas personas pueden contar hasta más de diez. La lista va desde el miedo a hablar en público (glosofobia) hasta el miedo a las alturas (acrofobia).
El miedo es una reacción natural del ser humano en su condición pecaminosa. Lo sentimos cuando estamos en situaciones amenazadoras o en contextos de inseguridad. En tales momentos, el cerebro libera sustancias que hacen que el corazón se acelere, la respiración se vuelva entrecortada y los músculos se contraigan. Es como si el cuerpo se estuviera preparando para huir.
Los psicólogos dicen que existe una diferencia entre el miedo y la fobia. El miedo es un mecanismo de protección natural que nos mantiene vivos. En cambio, la fobia es un miedo desproporcionado, exagerado, que afecta a la rutina de la persona. La palabra ‘fobia’ proviene de la expresión griega phobos, que significa «pánico», «susto», «temor». ¿Tienes alguna fobia? ¿A qué?
Lamentablemente, el pecado afectó a nuestras emociones y usa al miedo como su gran aliado. Sentimos miedo al rechazo, miedo a los insectos, miedo a la oscuridad e incluso miedo a Dios. Al pecar, Adán dijo: «Oí tu voz en el huerto y tuve miedo, porque estaba desnudo; por eso me escondí» (Gén. 3: 10). ¿Desea Dios que sintamos miedo de él?
La Biblia responde que no. En nuestra relación con Dios, debemos tener respeto (a veces llamado «temor» en la Escritura), no miedo. El término griego que aparece con frecuencia en relación con ello es sebomai, que significa «respetar», «reverenciar», «adorar». Este sentimiento tiene más que ver con una actitud de respeto hacia la autoridad divina que con el miedo.
Recordemos que la Biblia presenta muchas veces la expresión «No temas». Algunos dicen que estas dos palabritas aparecen juntas 366 veces en el texto sagrado, una para cada día del año, ¡incluso los bisiestos! Este mensaje de Dios nos brinda consuelo, elimina las preocupaciones y hace que nuestro corazón lata a una frecuencia normal.
¿Cómo te relacionas con Dios? ¿Le tienes miedo, o respeto? Durante las actividades de este día, reflexiona sobre tu actitud hacia tu Padre celestial. Entre tener miedo y sentir respeto, elige la segunda opción; después de todo, «la sabiduría comienza por respetar al Señor» (Sal. 111: 10, PDT).