27 diciembre | Jóvenes
«Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar y, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: “Señor, enséñanos a orar”» (Luc. 11: 1).
Los discípulos vieron a Jesús realizar muchos milagros. Escucharon sus enseñanzas y predicaciones, pero no le pidieron a Jesús que les enseñara a curar o predicar. Querían saber cuál era el secreto de su vida de oración. Le pidieron a Jesús que les enseñara a orar.
Hay ciertos principios de la Palabra de Dios a los cuales debemos prestar atención. Incluso los discípulos no prestaron atención a lo que Jesús les enseñó. Él les dijo que la oración tiene dos objetivos: (1) Glorificar a Dios. Afirmó: «Todo lo que pidáis en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo» (Juan 14: 13). Cuando oramos, somos los beneficiarios, pero Dios es el Dador. Y la gloria siempre es suya. (2) Experimentamos una alegría completa. Es lo que él dice en Juan 16: 24: «Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea completo». La mayoría no sabe lo que eso significa.
La oración respondida produce alegría. No una alegría cualquiera, sino «alegría completa». Nadie puede ofrecerte algo mejor. En Sorprendido por la alegría, C. S. Lewis escribió que «somos como niños haciendo pasteles de barro en un suburbio, porque no podemos imaginar lo que significa pasar las vacaciones junto al mar».
No sirve de nada cantar «el mejor lugar del mundo es a los pies del Salvador» si no dedicas un tiempo especial de oración cada día. Orar es una de las dos cosas más difíciles que he encontrado en la vida. ¿Por qué es tan difícil orar? Simplemente porque no nos gusta orar. La oración no es algo lógico. A veces, tienes que arrodillarte, y eso incomoda. Después, tienes que hablar con alguien que no ves. Permíteme decírtelo francamente: incluso sin ganas, aun sin saber cómo, ve a tu habitación y cierra la puerta. Acércate a Dios, recordando algo reciente, más o menos así: «Señor, no sé qué estoy haciendo aquí. No sé cómo orar. Hoy he visto un comentario en Instagram que me ha molestado…».
Listo, ya estás orando. No necesitas palabras bonitas. Al principio, tus oraciones quizás no tengan sentido, pero con el tiempo la oración te convertirá en un amigo íntimo de Jesús. Estoy seguro de que no querrás cambiar eso por nada.