28 diciembre | Jóvenes

Disciplina a largo plazo

«El que no aplica el castigo aborrece a su hijo; el que lo ama, lo corrige a tiempo» (Prov. 13: 24). 

Todo lo que aprendemos sobre disciplina comienza en casa. Aquellos que fueron criados bajo el cuidado de padres sabios, amorosos y firmes fueron bendecidos con un legado para toda la eternidad. La disciplina es el principio fundamental de una educación sólida y saludable. Es deber de los padres disciplinar a sus hijos. Lo que se aprende en la infancia jamás se olvida.

Las palabras ‘discípulo’ y ‘disciplina’ tienen la misma raíz. Se refieren a principios que deben enseñarse desde la infancia para construir una vida interior completamente ordenada. Los hijos que reciben esta bendición son impulsados desde temprano a seguir el camino del deber. Lo que traumatiza a un niño no es la disciplina, sino la negligencia. La «vara de la disciplina» (Prov. 22: 15) se echa mucho de menos en la actualidad.

Elena G. White afirma que «el mayor mal que se le puede hacer a un joven o a un niño es el de permitirle que se someta a la esclavitud de un hábito malo» (La educación, pág. 262). Los padres transmiten enseñanzas a sus hijos, ya sea de manera consciente o no. Las acciones tienen un impacto más profundo que las palabras.

En el libro de Proverbios, la disciplina de los hijos es un tema recurrente. Las lecciones de buenos modales enseñadas en casa ayudan a establecer los límites de la vida. El sabio dijo: «No rehúses corregir al muchacho, porque si lo castigas con vara, no morirá» (Prov. 23: 13). Esto significa que debe haber equilibrio en la aplicación de la disciplina. Sin embargo, la corrección física tiene una base bíblica. Cada padre rendirá cuentas a Dios por su uso, mal uso o falta de uso. «La vara y la corrección dan sabiduría, pero el muchacho consentido avergüenza a su madre» (Prov. 29: 15). El hijo indisciplinado avergüenza a todos, no solo a sus padres.

Aquellos que fueron disciplinados adecuadamente entran en la vida con una gran ventaja. Si soñamos con alcanzar nuestro máximo potencial, necesitamos disciplina en nuestra vida. Dios es nuestro disciplinador y orientador. Al aceptar su guía y dirección, estaremos en el camino hacia el verdadero éxito en la vida.