7 febrero | Un buen chisme
«No andarás chismeando entre tu pueblo. No atentarás contra la vida de tu prójimo» (Lev. 19: 16,18).
Murmuración, chisme, calumnia, cotilleo. Estas palabras desagradables son sinónimos de la palabra fofoca, en portugués, un término relativamente nuevo en el diccionario de esta lengua (el primer registro oficial data de 1975). Popularmente, significa hablar de las personas a sus espaldas, sin su consentimiento. ¿Conoces a algún chismoso? Mejor no me digas quién es, ¡o seremos dos más!
Según la etnolingüista Yeda Castro, el término fofoca proviene de la palabra africana fuka, que significa «remover», «revolver». Esto me recuerda a la escena de alguien revolviendo la basura en busca de comida o algo que le proporcione algún beneficio. Quien chismea, o chismorrea, hace lo mismo, pero con los defectos de otras personas. El resultado es un ambiente de mal olor y podredumbre.
En el texto de hoy, Dios nos pide que no seamos chismosos, lo que también implica chisme y mentira. Los pecados de la lengua son tan ofensivos para Dios que en la Biblia se comparan con el asesinato. Refiriéndose a los líderes judíos, Jesús dijo: «Vosotros sois de vuestro padre, el diablo, cuyos deseos queréis cumplir. Desde el principio este ha sido un asesino, y no se mantiene en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando miente, expresa su propia naturaleza, porque es un mentiroso. ¡Es el padre de la mentira!» (Juan 8: 44, NVI-CST). Quien habla mal o falsamente de los demás es un «minidiablo», alguien que mata a las personas con su lengua.
Pero ¿cómo pudo ser Satanás un asesino desde el principio? El profeta Ezequiel responde: «Con tus muchas compras has llenado de violencia tus entrañas, y has pecado» (Eze. 28: 16). En el texto original en hebreo, la palabra ‘compras’ se traduce como rekhullah, que se refiere tanto a un comerciante que va de puerta en puerta como a un calumniador. La raíz de rekhullah también aparece en Levítico 19: 16. Por lo tanto, el primer chisme ocurrió en el cielo, cuando Lucifer comenzó a difamar el carácter divino ante los ángeles, es decir, a «asesinar» a Dios con palabras.
¿Sueles hablar mal de las personas? Recuerda hoy las palabras del apóstol Pablo: «Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca» (Efe. 4: 29). ¿Quieres un último consejo? Practica el «buen chisme». Habla solo bien de las personas.