10 febrero | Jóvenes

El peso de la juventud

«Bueno le es al hombre llevar el yugo desde su juventud» (Lam. 3: 27). 

Si tuvieras dos burros, uno viejo y otro más joven, ¿sobre cuál de ellos pondrías la carga más pesada? Puedes decir que los animales no deberían transportar cargas, o al menos no continuamente. Tal vez sea verdad en algunas culturas, pero en otras los animales son los únicos medios de transporte para las personas y las cargas. Volviendo a nuestra pregunta, podrías responder de dos maneras: 1) poner más peso sobre el más viejo, ya que de todos modos es viejo, moriría pronto y no generaría más gastos; o 2) podrías ser más humano y poner más peso sobre el más joven, ya que, además de tener más fuerza, le permitiría ser más solidario con el viejo burro que llevó carga toda su vida. En la mayoría de las civilizaciones, la segunda opción es la más coherente. Tanto por el rendimiento de la producción como por la solidaridad, el trabajo más duro es para los más jóvenes. Esta lógica parece ser la más sensata.

Es interesante notar que la iglesia es una de las pocas comunidades que tiende a invertir esta lógica. En la iglesia, los adultos y los ancianos a menudo trabajan más; asumen las mayores responsabilidades; y, sorprendentemente, en muchos casos muestran más disposición para realizar la obra. ¿Por qué será? ¿Es la iglesia la que subestima el potencial de los jóvenes, o son los jóvenes quienes no están dispuestos a llevar la cruz?

Siguiendo esta lógica, ¿quién debería estar dispuesto a cumplir la misión con más energía? ¿Sobre quiénes deberían estar los mayores desafíos misioneros de la iglesia? ¿Quién debería estar desgastándose más en la obra de Dios? La juventud tiene todo lo necesario para cumplir este papel.

Aunque bienintencionados, algunos líderes contribuyen a que los jóvenes no se desarrollen en la fe y en el servicio a Cristo. Iniciativas que priorizan más el entretenimiento que la nutrición espiritual en la Palabra propician que la juventud no entienda su papel en la misión.

Es bueno trabajar duro mientras somos jóvenes. En el apogeo de la fuerza y el vigor, debemos dar lo mejor de nosotros. En Eclesiastés 12: 1 leemos: «Recuerda a tu Creador en los días de tu juventud, antes de que vengan los días difíciles». No esperes a la vejez, no esperes al mañana. Decide hoy servir a Dios.