11 febrero | Jóvenes

Virtualidad versus realidad

«Y les di también mis sábados, para que fueran por señal entre yo y ellos, para que supieran que yo soy Jehová que los santifico» (Eze. 20: 12). 

El mandamiento del sábado exige que, en el séptimo día de la semana, digas «no» a las actividades comunes de la vida y «sí» a la adoración. Es necesario reducir el ritmo para descansar y adorar. Hay cuatro formas de evaluar cuánto han interferido las redes sociales en tu vida como adorador.

Primero, el sábado nos invita a interrumpir las actividades comunes del día a día. Este es el primer paso si queremos ser verdaderos adoradores. Deberíamos ser capaces de decir al comienzo del sábado: «No toleraré que preocupaciones secundarias roben las bendiciones de este día. Se acabó la prisa, cesaron las distracciones. Voy a detener todo y asumir una actitud relajada». Permitir que las actividades de la semana invadan el tiempo sagrado es sofocar la vida y la paz que el sábado promete traer.

Segundo, el sábado nos invita a no perder ni un minuto de la presencia divina. Este es el secreto definitivo para una vida de adoración. Se trata de un tiempo para un encuentro con el Creador. Piensa si tiene sentido: tu mejor Amigo vino a encontrarse contigo y, en lugar de disfrutar de su compañía, prefieres quedarte hasta altas horas de la noche charlando con «amigos» virtuales.

Tercero, el sábado nos invita a saborear las bendiciones divinas. Dios revistió el séptimo día con una bendición que ningún otro día de la semana posee. El sábado confiere vida, felicidad y paz a quien lo recibe. La bendición del sábado es una fuerza dinámica capaz de influir en los demás días de la semana. Entonces, no pierdas tiempo con lo que puede desviarte de esta maravilla.

Por último, el sábado nos invita a conocer a Dios como realmente es. El sábado trae semanalmente la certeza de que nuestro origen y nuestro destino están arraigados en Dios. En el tiempo sagrado, Dios separa al ser humano de sus valores comunes y lo invita a una comunión personal. Nada debería separarnos de Dios en su día.

Lo que hacemos del sábado nos identifica como parte del pueblo de Dios. Aprovecha las veinticuatro horas sagradas para la comunión con Jesús y su familia. Desconéctate de la virtualidad del mundo y conéctate con la realidad del cielo. Así, la bendición del sábado estará sobre ti.