15 febrero | Jóvenes

El lugar del silencio

«Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba» (Marc. 1: 35).

Según el Libro Guinness de los récords, el lugar más silencioso del mundo es la sala B87 (o Building 87) ubicada en la sede de Microsoft en Washington. Es una pequeña cámara anecoica construida en el centro de seis capas gruesas de hormigón, diseñada para probar el ruido de nuevos dispositivos electrónicos. El silencio en esta sala alcanza un récord de -20,6 decibelios de intensidad, superado solo por el vacío, donde no hay propagación de sonido. En la sala B87, el silencio es tan profundo que puedes escuchar la sangre fluyendo por tus venas y también el movimiento de las articulaciones y de los huesos.

Hoy en día, muchas personas no disfrutan de lugares silenciosos. La ausencia de sonido les causa ansiedad y agitación. Quizás seas una de esas personas y no puedas estudiar o dormir sin escuchar algún tipo de sonido. En este mundo lleno de actividad, el ruido se ha incorporado a la existencia humana como una banda sonora para calmar nuestras agitaciones internas. Nos causa miedo el silencio porque tememos el grito de nuestra propia alma.

Sin embargo, mientras estuvo en la tierra, Jesús demostró ser amigo del silencio. A menudo buscaba lugares desiertos para orar y meditar. El sol nunca lo encontró sin que hubiera pasado por momentos de silenciosa oración. Así, nuestro Salvador encontraba fuerza y poder para llevar a cabo su obra a lo largo del día.

Es interesante notar que el sustantivo ‘desierto’ en hebreo es midbar, que también puede significar «acto de hablar», «órgano del habla» o «lengua». Esto muestra una paradoja. ¡Es precisamente en el lugar más silencioso donde Dios elige hablar más! Es en la pausa de la rutina, en el momento de tranquilidad, cuando el Señor se dirige a nuestro corazón. Elena G. White escribió: «Cuando toda otra voz calla, y tranquilos en su presencia esperamos, el silencio del alma hace más perceptible la voz de Dios. Él nos dice: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios” (Sal. 46: 10, RV60)» (Mente, carácter y personalidad, t. 1, pág. 11).

¿Quieres un consejo para hoy? Elige un momento, ve a tu habitación, cierra la puerta y ora al Señor. En ese lugar de silencio, tu «B87», puedes estar seguro de que escucharás las respuestas de Dios.