17 febrero | Jóvenes

Duerme en paz

«Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal» (Mar. 4: 38). 

En el año 2019, tuve la alegría de participar en el Camporé de Conquistadores de la División Sudamericana, que se llevó a cabo en la ciudad de Barretos, en el interior de São Paulo (Brasil). El evento contó con la presencia de alrededor de cien mil conquistadores provenientes de varias partes del continente. Entre los clubes, se encontraban tres de mi distrito pastoral.

Cuando comencé a armar la carpa de mi familia, uno de los líderes regionales pasó y dijo: «¡Tenga cuidado, pastor! Aquí sopla mucho viento. Si hay una tormenta fuerte, esta carpa volará como una cometa». En ese momento, me reí. Pero, como precaución, apreté bien las amarras y hundí aún más las estacas.

En una de las noches, en la madrugada, comenzó a llover muy fuerte. ¡Parecía un diluvio! En ese momento, mi esposa y yo nos despertamos asustados y fuimos directo a las esquinas de la carpa. Abrimos los brazos y nos quedamos largos minutos sujetando fuertemente la tela, con la intención de fijarla en el suelo. Mientras éramos arrojados de un lado a otro, nos reíamos sin parar. Solo venía a mi mente la frase que me dijo mi amigo unos días atrás: «¡Esta carpa volará como una cometa!». Ya me estaba imaginando la noticia que circularía al día siguiente: «Pastor y su familia vuelan por el aire durante una tormenta».

Mientras la lluvia caía con toda la fuerza, los relámpagos iluminaban el interior de la carpa. En uno de los destellos, vi a mis dos hijos durmiendo, como si nada pasara. Mientras Rosali y yo nos afanábamos por mantener las cosas literalmente en el suelo, los niños descansaban en paz. En ese momento, recordé a Jesús durmiendo en el barco, mientras los discípulos se esforzaban por controlar la embarcación en medio de la tormenta en el mar de Galilea. ¿Cómo logró dormir Jesús en esa situación?

Elena G. White comenta: «Jesús confiaba en el poder del Padre; descansaba en la fe—la fe en el amor y cuidado de Dios— y el poder de aquella palabra que calmó la tempestad era el poder de Dios. Así como Jesús reposaba por la fe en el cuidado del Padre, así también hemos de confiar nosotros en el cuidado de nuestro Salvador» (El Deseado de todas las gentes, pág. 302-303).

¿En quién confías cuando las olas de los problemas se levantan en tu vida? Nunca olvides que Dios está cuidando de ti, aun cuando no te das cuenta. Él detiene los vientos y calma las tormentas. Mantén la calma. Puedes dormir en paz.