20 febrero | Jóvenes
«Te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová, tu Dios, estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos» (Deut. 8: 2).
En la Biblia, el desierto es un lugar de encuentro, prueba y preparación para una obra especial. En este lugar de escasez, hay más incertidumbres que garantías. Es una escuela sin paredes que enseña el arte de depender. Varios personajes bíblicos pasaron por esta parada de fe. Moisés, Josué, Elías, Pablo y Jesús mismo experimentaron en carne propia las poderosas lecciones de la privación.
¿Has estado en un desierto? Si la respuesta es «sí», estarás de acuerdo conmigo en que es uno de los lugares más desafiantes. El sol castiga durante el día, el frío corta por la noche, el viento lleva arena a los ojos, los pies se llenan de ampollas, hay escasez de agua y alimento, te sientes aburrido, solo, sin contar con la sensación de estar caminando en círculos. Ciertamente, no es un lugar agradable para vivir.
Ahora, piensa en la realidad del pueblo de Israel, alrededor de dos millones de personas viajando por el desierto durante cuarenta años. Realmente, ¡no fue tarea fácil para Moisés liderar a toda esa gente! Imagínate: niños y ancianos cansados de caminar, enfermos gimiendo de dolor, mujeres embarazadas buscando descanso y, por supuesto, muchos «quejicas» que querían volver a Egipto. Sin duda, el desierto fue una prueba para Moisés.
Después del tiempo de peregrinación, cuando los sobrevivientes de Israel llegaron a las puertas de Canaán, Dios les explicó por qué los condujo al desierto: para que adquiriesen humildad y para ponerlos a prueba, a fin de conocer sus intenciones (ver Deut. 8: 2). A través de las dificultades, Dios quería enseñarles a confiar plenamente en él. Como un agricultor separa el grano de la paja, Dios purificó el carácter de sus hijos.
Así como sucedió con el pueblo de Israel, a menudo Dios también nos lleva al «desierto». Según Elena G. White, «las pruebas de la vida son los instrumentos de Dios para eliminar de nuestro carácter toda impureza y tosquedad» (El discurso maestro de Jesucristo, pág. 15). Si hoy te encuentras en un desierto, recuerda que Cristo está junto a ti. Al final, todo saldrá bien.