27 febrero | Jóvenes

Fácil y rápido

«Entrad por la puerta angosta, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; pero angosta es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan» (Mat. 7: 13-14). 

Vivimos en el imperio de lo «fácil». El avance de la tecnología ha acelerado la vida, ha hecho que muchas cosas sean fáciles, pero también ha dado lugar a un día a día frenético y acelerado. Como si fueran máquinas, las personas quieren correr para vivir todo lo que pueden en una lucha desesperada contra el reloj.

El «mundo de lo fácil» facilitó lo que no debería. Vivimos en la era de la fugacidad y la desechabilidad. La lucha contra el tiempo encuentra eco en la cultura del plástico. Antes de la invención de este elemento, las cosas estaban hechas de materiales resistentes y duraderos. Hoy, el plástico está en todas partes, y el usar y tirar es parte constante de la vida humana.

El comercio se alimenta ferozmente de esta tendencia. Las cosas están diseñadas para volverse inútiles en poco tiempo. El término «obsolescencia programada» refleja la voracidad mercantilista y consumista de nuestra época. Todo el mundo parece querer siempre un artículo de última generación para llamarlo suyo.

El problema mayor es que esta mentalidad se traslada a las relaciones. Las personas también se han vuelto desechables. Pierden utilidad y son reemplazadas sin pudor. Todo es muy fácil. ¿Que no te gusta, o ya «no le/la amas»? Solo tienes que cambiar. El ser humano pasa a tener «fecha de caducidad».

En esta ola, el divorcio, que era considerado una tragedia hasta mediados del siglo XX, se convirtió en algo normal y fácil de hacer. «No puedo perder tiempo con la persona equivocada. La vida es demasiado corta». Este puede ser el argumento «plástico» de un cónyuge, poco tiempo después de haber prometido pasar la vida al lado de otra persona. El clásico «felices para siempre» ya no encaja con el «que sea eterno mientras dure», tan común en la búsqueda ansiosa y frenética de la felicidad efímera.

Esta cultura es opuesta a la del reino de los cielos. En la vida espiritual, existen dos caminos: el fácil y el difícil. En el fácil, el camino y la puerta son anchos. Es posible transitar a alta velocidad por las autopistas del pecado. El destino, sin embargo, es la muerte eterna. En el camino de Cristo, por otro lado, la puerta es estrecha y la senda tiene obstáculos. Es necesario ir despacio, pasando por las etapas con conciencia, pero siempre contando con la presencia de Jesús. El destino es la vida eterna. No elijas lo más fácil y rápido. Quédate con la propuesta de Dios. Puede ser más difícil, pero él promete ayudarte.