2 marzo | Jóvenes
«“Sea así como habéis dicho”, respondió ella. Luego los despidió; ellos se fueron y ella ató el cordón de grana a la ventana» (Jos. 2: 21).
A pesar del avance tecnológico en la aviación, muchos pilotos de helicópteros aún utilizan una técnica antigua para mantener el rumbo correcto. Atan un pequeño hilo de lana roja en el parabrisas de la aeronave, conocido como «cordón de grana» o «cordón de viraje», que ayuda al piloto a conocer la dirección del viento en relación con la aeronave. Si el hilo está desplazado hacia la izquierda, por ejemplo, es señal de que el viento viene desde su derecha. Así, el piloto gira la nariz del helicóptero hacia el lado necesario para que el hilo de lana vuelva a alinearse con el eje de la aeronave.
Cuando los dos espías de Israel visitaron la casa de Rahab, la prostituta que vivía sobre los muros de Jericó, le pidieron que colocara en la ventana un hilo escarlata como señal para que tanto ella como su casa fueran salvos en el día de la batalla. Ese cordón sería un emblema exterior de su fe en Dios (ver Jos. 2: 9-11), una forma de mantener su vida en el rumbo correcto.
Es interesante observar que la palabra hebrea tiqwah puede traducirse tanto usando la palabra «cordón» como «esperanza». Se emplea por primera vez en Josué 2: 18, en referencia al «cordón de grana» que usó Rahab en la ventana de su casa. A través de ese acto, Rahab demostró dónde estaba la esperanza de su salvación. Como resultado de su fidelidad, ella y toda su familia fueron libradas de la destrucción (cf. Heb. 11: 31).
Este hilo de esperanza recorre toda la Biblia, especialmente en la descendencia de Rahab. Cuando leemos el diálogo entre Noemí y Rut, encontramos por primera vez la palabra tiqwah traducida como «esperanza». «Y aunque dijera: “Todavía tengo esperanzas”, y esta misma noche estuviera con algún marido, y aun diera a luz hijos», dijo Noemí, «¿los esperaríais vosotras hasta que fueran grandes?» (Rut 1: 12-13). Sabemos que no fue Noemí quien buscó un descendiente para que se casara con su nuera Rut, sino la providencia del Señor. Rut se casó con Booz, un rico agricultor. ¿Quién era él? Un hijo de Rahab (ver Mat. 1: 5), la antigua prostituta cananea. Rut y Booz fueron bisabuelos de David (Rut 4: 22), el gran rey de Israel y precursor del Mesías.
Rahab colgó el hilo de la esperanza en su ventana. Y tú, ¿tienes el mismo «hilo» en tu corazón?