4 marzo | Jóvenes
«¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin el permiso de vuestro Padre. Pues bien, aun vuestros cabellos están todos contados. Así que no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos» (Mat. 10: 29-31).
La enseñanza del versículo de hoy también está registrada en Lucas 12: 6-7. Está escrito: «¿No se venden cinco pajarillos por dos cuartos?». Las matemáticas nunca fueron mi materia favorita en la escuela, pero aprendí a hacer cálculos básicos. Aquí está el problema: Mateo habla de dos pajarillos por una moneda. Lucas habla de cinco pajarillos por dos de esas monedas. Después de todo, si una moneda compra dos gorriones, con el doble de dinero esperarías adquirir cuatro. Lucas, sin embargo, dice que puedes conseguir más.
En realidad, no importa mucho el precio exacto de los gorriones en el tiempo de Jesús. Lo que Cristo estaba enseñando es el hecho de que, aunque estos animalitos valen poco para las personas, Dios no se olvida de ninguno de ellos. A partir de esta verdad, Jesús concluye su enseñanza: «Más valéis vosotros que muchos pajarillos» (Mat. 10: 31). Si Dios no se olvida de los gorriones, eso significa que siempre te tiene en mente.
Jesús es el único que puede ponerle precio al ser humano. Él nos creó y, con su sangre, nos redimió. Por eso, asegura que valemos más que muchos pajaritos. Mucho más.
Encuentro a muchos jóvenes que miden su valor por los símbolos externos de identificación colectiva. A veces son ciertos tipos de pantalones cortos, gorras, cortes de cabello, o marcas de maquillaje. Pero ninguno de estos factores representa bien quién eres ni determina tu valor.
Jesús utilizó esta ilustración para mostrar cuánto valemos para Dios. Si sientes que nadie te valora, recuerda que Dios sí te valora. Si a nadie le importas, a él sí. Al final, el valor real de algo es determinado por su comprador. Así es como descubrimos cuánto valemos.
Jesús determina el precio de nuestra existencia. Nos compró con su sangre al dar su propia vida para rescatarnos de la condena del pecado (ver 1 Ped. 1: 18-19). No murió por unos simples gorrioncitos, sino por personas heridas y rechazadas, como tú y yo. No menosprecies, no desvalorices ni desperdicies tu vida. ¡Vales mucho más que muchos pajaritos!