8 marzo | Jóvenes
«También el reino de los cielos es semejante a un comerciante que busca buenas perlas, y al hallar una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía y la compró» (Mat. 13: 45-46).
Saniniu Laizer se enriqueció de la noche a la mañana. El buscador de tesoros de cincuenta y dos años se convirtió en millonario después de vender las dos tanzanitas más grandes, un tipo de piedra preciosa rara que encontró en Tanzania, un país de África Oriental. Una pesaba 9,27 kilos y la otra 5,1. Ambas piedras le reportaron a Saniniu la asombrosa cifra de más de tres millones de euros. Cuando le preguntaron qué haría con tanto dinero, una de sus respuestas fue: «Quiero construir una escuela». No se puede negar que este descubrimiento cambió la vida de ese buscador de tesoros y, por ende, la de su familia y la comunidad a la que pertenece.
En cierta ocasión, Jesús contó una parábola sobre el reino de los cielos. En ella, el reino se representa como una perla de gran valor. El comerciante de la historia vendió todo lo que tenía para adquirirla, ya que la perla encontrada tenía un valor inestimable. Era la mejor inversión que podía hacer. Por eso, el hombre no dudó. Renunció a su fortuna para comprar un solo objeto: la perla de gran precio.
Esta parábola nos enseña que el reino de Dios es más valioso que cualquier cosa. Vale la pena renunciar a todo para obtenerlo. Por lo tanto, no podemos dejar pasar las oportunidades de abrazar esta gran bendición. No podemos correr el riesgo de perderlo de vista, incluso si nos cuesta un alto precio. Las riquezas, la fama, el poder o cualquier otra cosa terrenal no se pueden comparar con lo que Dios ha preparado para nosotros. Quien cambia el mundo por el reino de Dios nunca se arrepentirá. Es la transacción más segura que alguien pueda hacer en la vida.
Es cierto que el mundo tiene muchos atractivos para el corazón no regenerado. Las tentaciones del enemigo brillan e intentan opacar el reino de Dios en nuestra vida. Cambiar el reino de los cielos por los placeres transitorios del pecado es renunciar a lo correcto y quedarse con lo incorrecto.
Los sabios no seguirán por ese camino. Aunque la decisión de abrazar plenamente el reino de Dios pueda parecer extraña según los estándares del mundo, es lo más correcto que se puede hacer. Quien realiza esta inversión obtendrá la incomparable ganancia de la vida eterna.