10 marzo | Jóvenes

El señor de los mares

«En cuanto ellos subieron a la barca, se calmó el viento» (Mat. 14: 32). 

Después del milagro de la multiplicación de los panes y los peces, los discípulos se embarcaron hacia Capernaúm. El viaje no iba a durar mucho, ya que la distancia era de aproximadamente seis kilómetros. Sin embargo, el clima cambió y se desató una gran tormenta que alteró la ruta planeada. Fuertes olas azotaban el barco, dificultando el trabajo de los discípulos.

En la última parte de la noche, «Jesús se acercó a ellos, caminando sobre el mar» (Mat. 14: 25). En medio de las vigorosas olas, Cristo caminaba con serenidad. Los truenos y los relámpagos no le causaban miedo, sino que servían de luz y sonido para este espectáculo del Señor de los mares. Para el Mesías, esa no era una tormenta; era una especie de entrada triunfal.

Pero ¿por qué Cristo ayudó a sus amigos solo «a última hora»? A veces parece que Jesús tarda en resolver nuestros problemas, ¿verdad? Sin embargo, «los propósitos de Dios no conocen premura ni demora» (Elena G. White, El Deseado de todas las gentes, pág. 23). Todo lo hace en el instante adecuado y en el momento preciso. Durante toda esa noche, Cristo no perdió de vista a sus amigos.

Cuando los discípulos vieron al Maestro acercándose, no lo reconocieron, sino que pensaron que era un fantasma. Es probable que la creencia en fantasmas fuera común en esa cultura y, al parecer, esa superstición contaminó a los discípulos. Pero Jesús la desechó diciendo: «¡Ánimo! Soy yo. ¡No tengáis miedo!» (Mar. 14: 27).

Inmediatamente, Pedro pidió a Jesús que le permitiera ir hacia él. Así lo hizo y, sin embargo, al notar la fuerza del viento, comenzó a hundirse. Al frágil discípulo solo le restó clamar pidiendo ayuda: «¡Señor, sálvame!» (vers. 30). Afortunadamente, el mejor Salvavidas del mundo estaba a su lado y lo rescató de las olas de la incredulidad. Ambos regresaron al barco y, al entrar en este, el viento se calmó.

Esa noche, Cristo tenía dos tormentas que calmar: la del mar de Galilea y la del corazón de los discípulos, que querían obligarlo a convertirse en Rey. El Creador vino, entonces, caminando sobre las aguas, demostrando así estar por encima de cada problema y tener el control de cada situación.

No temas cuando el mar de las dificultades se eleve ante ti. Mira a Jesús, y podrás caminar sobre las aguas.