11 marzo | Jóvenes
«Los de Galaad les preguntaban: “¿Eres tú efrateo?”. Si él respondía que no, entonces le decían: “Ahora, pues, di ‘Shibolet’ ”. Si decía “Sibolet”, porque no podía pronunciarlo correctamente, le echaban mano y lo degollaban junto a los vados del Jordán» (Jue. 12: 5-6).
¿Serías capaz de identificar el color de piel de una persona por su voz al teléfono? Al escuchar a alguien hablar, es posible deducir la edad, el sexo e incluso la región de donde proviene. Pero, ¿qué hay del color de piel? Yo me sorprendí al descubrir que la diferencia de acento entre una persona negra y una blanca en los Estados Unidos puede ser tan marcada que, incluso sin verla, puedo saber quién está hablando. Estas diferencias, aunque normales, pueden convertirse en motivo de discriminación, rechazo y prejuicio.
Si alguna vez sufres por esto, nunca pienses que hay algo malo en tu forma de hablar. Tu etnia o lugar de origen no son un error, sino que son un hecho. Si no sabes manejarlo, el estigma de «hablar diferente» puede terminar quitándote la paz. Fue lo que ocurrió con los efraimitas, según el libro de Jueces. En la batalla entre los de Galaad y los de Efraín, no poder diferenciar entre los sonidos «sh» y «s» les costó la vida a 42.000 hombres.
En una ocasión, yo mismo pasé por una prueba de Shibolet. Había sido invitado a hablar en un canal de televisión en Madrid. Sin embargo, antes de salir al aire, quisieron saber cómo pronunciaba la «z». ¿Sería de manera latinoamericana, o como se pronuncia en España? Afortunadamente, fui aprobado.
En ese momento, aprendí que detalles aparentemente irrelevantes pueden ser cruciales en ciertos contextos. También aprendí que el éxito no siempre depende de ti o de cuánto te esfuerces por encajar en el molde. A veces, la forma en que algunos reaccionarán al hecho de que no eres exactamente como ellos, o como les gustaría que fueras, puede no ser tan agradable.
No puedo imaginar a Jesús extrañándose de mi forma de hablar, riéndose de mi acento, menospreciando mi vocabulario o la manera en la que conjugo los verbos. Él aceptó a la mujer sirofenicia, trató con respeto a los samaritanos y se relacionó con todo tipo de personas, sin importarle el estatus, la educación o su origen. Él es nuestra referencia e inspiración. Él es nuestro Creador y desea escuchar la melodía de nuestra voz. Por eso, si encuentras a alguien que piensa, habla y actúa diferente a ti, ¡trátalo con respeto!