22 marzo | Jóvenes
«Porque Jehová no mira lo que mira el hombre, pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón» (1 Sam. 16: 7).
Mary Ann nació en una familia humilde y, desde joven, tuvo que trabajar para contribuir con las finanzas del hogar. En su juventud, ejerció como enfermera. En aquel entonces, Mary era una joven hermosa y atractiva que soñaba con formar algún día su propia familia. Sus sueños se hicieron realidad a los veintinueve años, cuando se casó con Thomas Bevan, con quien tuvo cuatro hijos. Ambos permanecieron juntos durante once años, hasta la prematura muerte de Thomas.
Años después, Mary comenzó a experimentar problemas de salud: migrañas, dolores musculares y en las articulaciones. Nadie sabía qué le sucedía hasta que los síntomas de su enfermedad se hicieron cada vez más evidentes: el cráneo se alargó, los huesos faciales se volvieron prominentes y las formas femeninas empezaron a desaparecer. En poco tiempo, Mary perdió por completo su belleza.
El diagnóstico fue acromegalia, una enfermedad asociada a la producción excesiva de la hormona del crecimiento. Esto resulta en el aumento de los huesos, órganos internos y tejidos blandos, seguidos por fuertes dolores de cabeza.
A principios del siglo XX, Mary Ann no tenía ninguna posibilidad de recuperación. Día tras día, todos notaban que su belleza se desvanecía. Debido a su apariencia, tuvo dificultades para encontrar empleo. Todos se burlaban de ella o la miraban con desprecio. ¿Cómo cuidaría de sus cuatro hijos?
En esa época, surgió un concurso en Inglaterra para descubrir quién era la mujer más fea. Al enterarse de que el premio sería una buena suma de dinero, Mary se inscribió. Puedes imaginar lo que sucedió: ganó el concurso.
La vida de Mary dio un giro de ciento ochenta grados. Fue contratada por un circo para formar parte de una exposición de «personas exóticas», como si fuera una especie de monstruo. A lo largo de sus cincuenta y nueve años de vida, aunque había ganado mucho dinero exhibiendo su deformidad, tuvo que soportar ser objeto de burlas y desprecio, todo en beneficio de sus hijos.
Cuando leí esta historia, reflexioné sobre la belleza interior de Mary Ann, algo digno de reconocimiento. Ella utilizó su propia enfermedad para mantener a su familia. Para el Señor, esta belleza del corazón es la única que realmente importa. ¿Te has detenido a considerar a qué tipo de belleza le das mayor importancia?