23 marzo | Jóvenes

Amor forzado

«Abandonó Saúl, por tanto, la persecución de David, y partió contra los filisteos» (1 Sam. 23: 28). 

Jesús nunca forzó a nadie a amarlo. Nosotros tampoco debiéramos esperar que todos a nuestro alrededor nos acepten o nos aprecien. Sería ingenuo y poco realista, ¿no te parece? Nuestro bienestar no debería depender de la reacción de aquellos que prefieren ignorarnos o despreciarnos, incluso si son nuestros vecinos, colegas, jefes o familiares.

El odio y la antipatía son actitudes inhumanas pero muy comunes. Analiza el ejemplo de David. Antes de ser coronado rey, fue perseguido por Saúl, quien lo envidiaba. La buena reputación de David y el cariño que muchas personas sentían por él despertaron los peores sentimientos en Saúl (ver 1 Sam. 18: 6-9). David tuvo la oportunidad de librarse de Saúl para siempre, pero no lo hizo porque no quería actuar como justiciero y vengarse de su enemigo con sus propias manos (26: 9). Sí, enemigo. Incluso las buenas personas tienen enemigos. Jesús los tenía. Algunos se convertirán en tus adversarios de forma «gratuita». Sin que nadie los provoque y sin razón aparente ni justificada. ¿Qué puedes hacer? Así fue con David, así fue incluso con Jesús, ¿por qué iba a ser diferente contigo?

Tu desafío no es luchar contra ellos. Dios no te pide eso. Tu desafío es amarlos, aun cuando a la vez la mejor solución sea simplemente dar un paso atrás. Es lo más prudente si hay riesgo de conflicto (grave o innecesario), sea con enemigos o incluso con amigos. David se alejó de Saúl. Abraham se distanció de Lot. Mardoqueo no buscó ser amigo de Amán. Por un tiempo, Pablo decidió trabajar sin Bernabé y, debido a una diferencia, también tuvo un desacuerdo con Pedro, ¿recuerdas? Mantener la distancia no es una solución perfecta, pero puede prevenir problemas mayores. Un sabio distanciamiento podría haber evitado que Caín matara a Abel (Gén. 4: 8) y que Absalón le quitara la vida a Amnón, el violador de su propia hermana (2 Sam. 13: 28-29). Cuando cada uno sigue su camino y los caminos de aquellos que tienen desacuerdos ya no se cruzan, se pueden prevenir o remediar muchos males.

El consejo de la Biblia es claro: la venganza pertenece a Dios (Rom. 12: 19). «Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres» (vers. 18). ¿Aceptas este desafío? David lo aceptó, por eso fue el mejor rey que tuvo Israel. Y tú, ¿qué harás? Sugerencia: concéntrate en lo que realmente vale la pena, dedica tu tiempo y emociones a quienes realmente se preocupan por ti y aprende a afrontar los sentimientos negativos, tanto los suyos como los de los demás, recordando que «la ira del hombre no produce la justicia de Dios» (Sant. 1: 20).