1 abril | Jóvenes
«Desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena» (Mat. 27: 45).
Aunque no le tengas miedo a la oscuridad, es poco probable que te guste. A diferencia de los murciélagos, búhos y otros animales nocturnos, nuestros ojos y nuestro sistema nervioso no están adaptados para la noche. Por eso, la mayoría de los accidentes de tráfico ocurren de noche o durante la madrugada, cuando curiosamente hay menos vehículos en circulación. Sorprendente, ¿verdad? Convivimos con la oscuridad, pero no somos criaturas típicas de la noche.
Sin embargo, hay ocasiones en las que deseamos las sombras. Voy a ilustrarlo. Hacía frío cuando me levanté una madrugada de febrero para ir a trabajar. El sol aún no había salido. Conduje todo el camino lamentando la lluvia, las nubes y la oscuridad. Días después, en esa misma carretera, le pedí a Dios que me enviara un poco de sol. Pero, sinceramente, yo no esperaba que ocurriera de la manera en que ocurrió. Durante más de media hora, la luz del sol naciente alumbró de forma tan directa mi rostro que apenas podía ver la carretera. En un momento, mientras conducía, no pude ver un cruce justo frente a mí. De la nada, una camioneta pasó a pocos metros de distancia. Por poco no chocamos. Hasta el día de hoy me pregunto por qué ese conductor se me cruzó, cuando desde donde él estaba tenía toda la visibilidad que a mí me faltaba.
El problema no es el exceso o la falta de luz, sino el nivel de visibilidad. Poder ver marca la diferencia cuando se trata de tomar decisiones. Algunos deciden mal porque les falta luz. Otros, porque no saben usar la luz que tienen. Frente a la Cruz, sin embargo, todos deben decidirse. El día en que Jesús murió, hubo oscuridad y hubo luz. El día se oscureció. La naturaleza mostró su señal. Esa muerte, sin embargo, en un día tan sombrío, contrastaba con la luz de la vida ofrecida a la humanidad a través del Mesías prometido.
Las tinieblas que rodearon la cruz simbolizan el precio pagado por Cristo para que tú y yo seamos recibidos algún día en la ciudad de la luz eterna. Ese día oscuro en el Calvario también es el día más iluminado de la historia para todos aquellos que reciben a Jesús como su Salvador personal. Él garantiza que, muy pronto, tus días oscuros y noches sin dormir pasarán, y te regocijarás en su compañía para siempre. Haz planes para este amanecer. Tus días nunca serán los mismos. Tu felicidad no tendrá fin.