2 abril | Jóvenes

Camino invertido

«Y él, abriendo su boca, les enseñaba diciendo…» (Mat. 5: 2). 

A diferencia de lo que decía Platón, nadie nace sabiendo. Alguien debe señalar el «camino». Por eso, al comienzo de su ministerio, Jesús subió a una montaña y comenzó a enseñar a los discípulos los principios de su reino. Este movimiento del Maestro es paralelo al de Moisés en el monte Sinaí. Así como el profeta hebreo subió al monte para recibir las tablas de los Diez Mandamientos, Jesús fue a una montaña en Galilea para ampliar la comprensión de su eterna ley entre el pueblo. Para Mateo, Jesús es el nuevo Moisés, que entrega la nueva ley en el nuevo Sinaí.

En las bienaventuranzas, en lugar de enumerar una secuencia de «noes», Jesús describió las virtudes centrales del Reino: humildad, mansedumbre, misericordia, pureza de corazón, entre otros atributos. En lugar de un código de conducta, Jesús señaló hacia su propio carácter. Esta enseñanza era completamente diferente a todo lo que la gente había escuchado. No había opiniones, conjeturas o la promesa de liberación del yugo romano. Cada frase suya era un universo de gracia, la esencia de la verdad, expresada con amor y autoridad.

Aiden W. Tozer afirmó que, si quisiéramos presentar «un cuadro fiel de la raza humana a alguien que la desconozca, bastaría con tomar las bienaventuranzas e invertir su sentido» (Lo mejor de A. W. Tozer, pág. 14). En lugar de humildad, vemos hoy el orgullo en el grado más alto. En lugar de mansedumbre, existe arrogancia. En lugar de misericordia, impera la crueldad. ¿Y la pureza? No solemos verla en los actos y las intenciones de la mayoría de las personas.

Observa que el Sermón del Monte describe una secuencia de milagros que Jesús necesita operar en nosotros, de dentro hacia fuera. Es como si él escudriñara lo más profundo de nuestro ser y dijera, con una sonrisa en el rostro, que necesitamos un trasplante de corazón.

Las bienaventuranzas son una especie de autorretrato de Jesús. Cada una de ellas es una «cápsula de felicidad» para impulsar un cambio de rumbo en nuestra vida. Al estudiarlas, nos damos cuenta de que el reino de Dios no se relaciona con las riquezas, el poder y las glorias humanas; es el camino progresivo de la gracia. ¿Deseas transitar por este camino invertido?