¿De dónde venimos y hacia dónde vamos?

Capítulo 3 | Sumario de este capítulo

Indicios científicos a favor de Dios

El relato bíblico de la Creación

La Biblia, un libro de fe con un lenguaje pedagógico

Más allá del alcance humano

Un asunto de fe

Guitarra en mano, voz rasgada de dolor y ojos inundados de tristeza, el cantante brasileño Leonardo emociona a la multitud con sus baladas:

Yo no sé a dónde voy,

Tal vez nunca llegue a nada,

Mi vida sigue al sol,

En el vasto horizonte,

Ni siquiera sé quién soy…

Muchos hombres y mujeres en este planeta se hacen las mismas preguntas: ¿Qué hago aquí? ¿De dónde vengo? ¿Hacia dónde voy? ¿Hay otra vida más allá de esta? Y ante estas preguntas existenciales, filósofos, escritores y pensadores intentan inútilmente responder al clamor instintivo del corazón humano.

Las bibliotecas están abarrotadas de libros que hablan acerca del origen y el sentido de la vida. Hipótesis diversas, variadas tendencias, abundantes ideologías, opiniones multiformes. Algunas inverosímiles, irrisorias y descabelladas. Otras, fantasiosas, creativas y sofisticadas. Pero ninguna ha sabido explicar hasta hoy cómo surgió un universo tan complejo, descomunal y maravilloso como el nuestro. Se propone, se conjetura, se argumenta, pero nadie puede probar nada.

Aristóteles, uno de los primeros en referirse a la teoría de la generación espontánea, sostenía a mediados del siglo IV a. C, que algunas formas de vida, como los gusanos y los renacuajos, se originaban en el barro calentado por el sol, y que las moscas nacían en la carne descompuesta de las carroñas de animales.1 Las convicciones de Aristóteles perduraron durante siglos hasta que, a mediados del siglo XVII, el biólogo italiano Francesco Redi demostró que las larvas de mosca se originaban en la carne tan solo si las moscas vivas habían puesto previamente sus huevos allí y, por lo tanto, ninguna forma de vida podría nacer de la materia inanimada.2

Más o menos en la misma época, el fisiólogo inglés William Harvey, en su estudio sobre la reproducción y el desarrollo de los ciervos, descubrió que la vida de todo animal se inicia efectivamente en un huevo.3 Un siglo después, el sacerdote italiano Lazzaro Spallanzani escribió sobre la importancia de los espermatozoides en el proceso reproductor de los mamíferos.4

A pesar de estos descubrimientos, durante mucho tiempo todavía se continuó sosteniendo la teoría de la generación espontánea, por lo menos en el caso de los animales diminutos como los microorganismos, hasta que en 1861, gracias a Louis Pasteur y a sus experimentos sobre las bacterias, esta teoría quedó completamente obsoleta.5

LA PROLONGADA BÚSQUEDA DE UN MECANISMO EVOLUTIVO

DESIGNACIÓN Y FECHA

PRINCIPALES EXPONENTES

CARACTERÍSTICAS

Lamarquismo
1809-1859

Lamarck

El uso causa el desarrollo de nuevas características que pasan a transmitirse de forma hereditaria.

Darwinismo
1859-1894

Darwin, Wallace

Los pequeños cambios, bajo el control de la selección natural, llevan a la supervivencia del más apto. La herencia se efectúa mediante gémulas.

Mutaciones
1894-1922

Morgan, de Vries

Énfasis en cambios mutacionales mayores. La selección natural no es tan importante.

Síntesis moderna (neodarwinismo)
1922-1968

Chetverikov, Dobzhansky, Fisher, Haldane, Huxley, Mayr, Simpson, Wright

Actitud unificada. Los cambios en las poblaciones son importantes. Mutaciones pequeñas bajo el control de la selección natural. Relación con la clasificación tradicional.

Diversificación
1968-actualidad

Eldredge, Gould, Grassé, Henning, Kauffman, Kimura, Lewontin, Patterson, Platnick

Multiplicidad de ideas contradictorias. Descontento con la síntesis moderna. Énfasis en la cladística. Búsqueda de una causa para la complejidad.

Tomado de Ariel A. Roth, La ciencia descubre a Dios, Madrid: Safeliz, 2009, pág. 161.

Otra teoría con relación al origen de la vida es la panspermia, que sugiere que la vida habría tenido su origen en otro planeta, y que bacterias del mismo habrían diseminado la vida por todo el universo, llegando también a la Tierra. Esta idea tiene su origen en algunas consideraciones del filósofo griego Anaxágoras, pero fue el químico sueco Svante August Arrhenius, quien en 1908 usó la palabra «panspermia» para explicar el comienzo de la vida en el espacio exterior.6 La pregunta que la panspermia no puede responder es: ¿Cómo surgió la vida en ese otro planeta?

Hay una tercera teoría en relación con el origen de la vida, denominada naturalismo. Según esta suposición, la vida habría comenzado en algún momento entre 4.400 millones y 2.700 millones de años, a partir de una materia preexistente.7 Por supuesto, la pregunta que incomoda a los defensores de esta teoría es: ¿De dónde surgió esa materia preexistente? Algunos de estos defensores, como el historiador y filósofo de las biociencias Harmke Kamminga, se preguntan: «¿De qué, exactamente, estamos intentado explicar el origen?».8 O, como plantea el pionero y teórico de la química evolutiva, Alexander Oparin, en cuanto a que el problema de la naturaleza de la vida y el problema de su origen se han vuelto inseparables. En otras palabras, ¿qué fue primero, el huevo o la gallina? Los naturalistas están de acuerdo en una sola cosa: es necesario preparar una agenda para ver qué es lo que se desea descubrir.9

Los naturalistas creen que la diversidad de formas de vida que existen en la Tierra habrían surgido como resultado de transformaciones y cambios a partir de un antepasado común. Para describir tales cambios, la palabra «evolución» fue aplicada por primera vez en el siglo XVIII por el biólogo suizo Charles Bonnet.10 No obstante, el concepto de que la vida en la Tierra habría evolucionado a partir de un ancestro común ya había sido formulado por varios filósofos griegos, y la hipótesis de que las especies se transformarían continuamente fue postulada por numerosos científicos de los siglos XVIII y XIX.

INDICIOS CIENTÍFICOS A FAVOR DE DIOS

CATEGORÍA

DESCRIPCIÓN

1. MATERIA
  • ¿Por qué está organizada la materia en partículas subatómicas que siguen leyes que les permiten formar más de cien elementos que constituyen la materia del universo, al igual que los átomos, las moléculas y los cambios químicos necesarios para la vida? Además, esta materia produce luz para poder ver. La materia podría ser, sencillamente, caótica, sin leyes. Las leyes sugieren una planificación inteligente. ¿Por qué la masa de estas partículas subatómicas es a menudo exactamente lo que se necesita con una precisión absoluta?
2. FUERZAS
  • El valor sumamente preciso y el campo de acción de las cuatro fuerzas básicas de la física son exactamente las precisas para permitir la existencia de un universo que es adecuado para que exista la vida. La relación existente entre la fuerza de gravedad y la fuerza electromagnética tiene que ser sumamente precisa, o el Sol no daría regularmente a la Tierra la cantidad precisa de calor que necesitamos. Tal precisión tiene todo el aspecto de ser un diseño de Dios.
3. VIDA
  • Los organismos vivos más simples son tan intrincados y complejos que no parece posible que pudieran haberse originado sin una planificación inteligente. Las complejidades incluyen el ADN, las proteínas, los ribosomas, las rutas metabólicas, un código genético y la capacidad de reproducir todo esto, incluido un sistema de verificación y corrección cuando se duplica el ADN.
4. ÓRGANOS
  • En todos los organismos encontramos muchos sistemas con complejidad irreducible. Tienen partes interdependientes que no pueden funcionar hasta que todas las partes necesarias estén presentes. Entre los ejemplos estarían el mecanismo de enfoque automático y de exposición automática del ojo, al igual que nuestro intrincado cerebro, etcétera. Las partes individuales de estos sistemas, inútiles por sí mismas, carecen de valor inherente evolutivo de supervivencia; de aquí que requerirían su planificación por parte de un Diseñador.
5. TIEMPO
  • Las prolongadísimas eras propuestas para la Tierra y el universo son enormemente breves para dar cabida a los improbables acontecimientos imaginados por la evolución. Los cálculos indican que la edad de cinco mil millones de años atribuida a la Tierra es billones de veces demasiado breve comparada con el tiempo medio necesario para producir una única molécula proteínica específica al azar. Dios parece absolutamente necesario.
6. FÓSILES
  • Durante la mayor parte del tiempo evolutivo casi no se da evolución de ningún tipo; después, de repente, hacia el final, y durante menos del 2% del tiempo evolutivo, aparece la mayoría de los filos animales fósiles en lo que se denomina explosión cámbrica. Además, no encontramos ningún ancestro significativo de esos filos inmediatamente antes de la misma. También aparecen de repente muchos otros grupos importantes, como si hubiesen sido creados. Los evolucionistas proponen lo que se ha sugerido que son algunas formas intermedias, pero si la evolución hubiese tenido lugar, el registro fósil debería estar repleto de formas intermedias de todo tipo intentando evolucionar.
7. MENTE
  • La mente posee características en cuyo análisis la ciencia encuentra grandes dificultades y, por ello, tales características señalan a una realidad que trasciende a la esfera naturalista y apunta a un Dios trascendente. Nuestro libre albedrío, si es libre de verdad, según coincidimos la mayoría, está por encima de los principios normales de causa y efecto que conoce la ciencia. Otros factores incluyen nuestra consciencia (o sea, la sensación de que existimos) y nuestra percepción de que la realidad tiene significado. También tenemos un sentido de la moralidad, al igual que amor e interés por los demás. Tales características elevadas de la mente no se encuentran en la materia ordinaria.

Tomado de Ariel A. Roth, La ciencia descubre a Dios, Madrid: Safeliz, 2009, pág. 294.

Charles Darwin, el más famoso de los naturalistas, citó a esos filósofos griegos en el primer capítulo de su libro El origen de las especies. Sin embargo, fue el propio Darwin, en 1859, quien sintetizó un cuerpo coherente de observaciones que consolidaron el concepto de la evolución en una pretendida teoría científica.9

La afirmación darwiniana de que las criaturas complejas habrían evolucionado de manera natural a partir de criaturas simples es apenas una hipótesis más. No es un hecho. No se ha demostrado científicamente y no se puede probar en un laboratorio. Una teoría científica es una declaración a partir de evidencias reales del mundo natural. La clave para un buen razonamiento científico empieza con la recopilación de esas evidencias, después se elaboran hipótesis alternativas y se comparan a la luz de las evidencias encontradas.

Desde este punto de vista, la teoría de Darwin, así como muchas otras, no ha podido ser probada, por lo que ha sufrido muchos cambios en el transcurso de los años a fin de acomodarse a las evidencias disponibles. En realidad, lo que se conoce como «la teoría de la evolución» es, paradójicamente, una teoría en evolución.

El relato bíblico de la Creación

¿Qué dice la Biblia sobre el origen de la vida y del planeta? La Biblia empieza con una declaración afirmativa: «Dios, en el principio, creó los cielos y la tierra» (Génesis 1: 1). El escritor bíblico no se preocupa de probar que la Creación es verdadera. No discute ni argumenta. Simplemente, presenta al Dios creador y define su obra creadora. Dios es Dios.

En el principio —dice— no había nada. Solo existía Dios. Esta declaración contradice lo que muchos afirman diciendo que la materia también sería eterna y que siempre habría existido algo, a partir de lo cual surgió el proceso del desarrollo de la vida.

La Biblia es categórica al afirmar que, en el principio, solo existía Dios. Y esto no lo dice solo el libro de Génesis, lo dice también el autor de la Epístola a los Hebreos: «Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve» (Hebreos 11: 3). La declaración bíblica no requiere mucha explicación: lo que se ve fue hecho de lo que no se veía. No había nada antes de que Dios creara el universo. Él es el principio de todo. Antes de Dios, nada existía. Creó todo de la nada. En hebreo se usa el verbo bara, que significa ‘crear de la nada’. Existen cuatro verbos usados en la Biblia hebrea que pueden ser traducidos como ‘crear’: bara, asah, qanah y yatsah (‘ser creado’). En tres de esos verbos, el sujeto que crea puede ser Dios o el ser humano, y crea a partir de algo. Pero en el verbo bara, solo Dios puede ser el Creador, nunca un hombre,10 porque un ser humano solo puede crear algo a partir de una materia existente. En cambio, solo Dios es capaz de crear a partir de la nada.

Lo maravilloso del relato bíblico es que Dios no creó el mundo y lo abandonó a su propio proceso de desarrollo natural, sino que se preocupa por cuidarlo. Esa actitud protectora se observa desde el principio, cuando el Espíritu de Dios se mueve sobre la faz de las aguas.

El verbo «moverse» solo se usa dos veces en la Biblia: en el relato de la Creación y en el libro de Deuteronomio. «Como un águila que agita el nido y revolotea sobre sus polluelos,
que despliega su plumaje y los lleva sobre sus alas» (Deuteronomio 32: 11). Moisés, autor de este libro de la Biblia, compara a Dios con el águila madre que cuida de sus polluelos con todo amor, revoloteando o moviéndose por encima de ellos. Eso es exactamente lo que hacía el Espíritu en el principio: se movía por encima de las aguas con el deseo de colocar todo en orden. ¿No te parece interesante esa idea? A veces, golpeado por la vida puedes pensar que Dios está ausente, pero no es así. Él está cerca de ti, como el águila, cuidando a sus polluelos.

La Biblia, un libro de fe con un lenguaje pedagógico

Tal vez a estas alturas te preguntes, ¿y dónde están las evidencias de esas afirmaciones? ¿Acaso puede probarse en un laboratorio lo que la Biblia dice? No, porque la Biblia no es un libro de ciencia, no tiene esa pretensión. Más bien, la Biblia es un libro de fe con un lenguaje pedagógico. Su propósito es mostrar principios espirituales que vinculan al ser humano con su Creador. Es un asunto de decidir confiar o dudar; creer o preferir la incredulidad.

¿Te parece difícil creer en algo sin analizarlo en un laboratorio? Sin embargo, hay muchas cosas en las que crees sin darte el trabajo de analizarlas. Por ejemplo, cuando sientes dolor de cabeza te diriges a la farmacia, compras un medicamento y te lo tomas confiando en que te hará bien. No conoces al químico responsable de la farmacia ni al dueño del establecimiento ni a la persona que te vendió el producto, pero confías en ellos, ejerces fe sin al menos saber quiénes son. Cuando viajas, te diriges al aeropuerto, entras al avión sin saber quién es el piloto o quién integra la tripulación, te sientas cómodamente y duermes confiando en que al despertar habrás llegado a tu destino. ¿Y qué sucedería si el piloto te lleva al Triángulo de las Bermudas y te abandona allí? A pesar del desconocimiento y la duda, confías en él.

Ejerces fe en muchas circunstancias de la vida. No es necesario llevar el amor a un laboratorio para creer que existe, ni es necesario sentir dolor para saber que es real. Hay muchas cosas en las que crees sin necesidad de probarlas porque las evidencias abundan. Algo similar sucede con Dios: las manifestaciones de su existencia y de su poder creador están por todos lados.

David, el autor de los Salmos, declaró: «Los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento proclama la obra de sus manos. Un día comparte al otro la noticia, una noche a la otra se lo hace saber. Sin palabras, sin lenguaje, sin una voz perceptible» (Salmo 19: 1-3). El salmista menciona a los cielos como testigos mudos del poder de Dios. No es necesaria ninguna palabra, ni argumentos, ni filosofías. Basta con mirar hacia arriba y ser honestos con la propia razón. Tiene que existir un Creador detrás de algo tan grande, hermoso y diseñado con tanta perfección. Los cielos y la tierra testifican día tras día y noche tras noche que Dios hizo todas las cosas. «Sin palabras, sin lenguaje, sin una voz perceptible».

Las personas pueden no creer, pero la evidencia es irrefutable. ¿Cómo se puede explicar el hecho de que la Tierra esté a la distancia exacta del Sol para que la vida sea posible en este planeta? ¿Cómo llegó a colocarse la Luna en el lugar preciso para ayudar a controlar el movimiento de los océanos? ¿Por qué el Sol, la Luna, la Tierra y las estrellas viajan por rutas establecidas? Si cambiasen de ruta sucedería un cataclismo universal.

La mayoría de los científicos, aunque no crean en Dios, coinciden en que la observación del universo les lleva a concluir que todo apareció con un propósito. Y la verdad es esa, Dios creó el mundo con un propósito. Tu vida tiene un propósito. Nada existe por casualidad, mucho menos tú. Y el hecho de que en este momento las cosas tal vez no estén bien en tu vida, no significa que hayas nacido por accidente ni que tu destino sea sufrir. Dios tiene un plan glorioso para tu vida y, si crees y esperas, verás ese plan hecho realidad.

¿Y cómo hizo Dios el universo? El profeta Jeremías dice lo siguiente: «Con su poder hizo el Señor la tierra; con su sabiduría afirmó el mundo; con su inteligencia extendió los cielos. Ante su trueno, braman las lluvias en el cielo, y desde los confines de la tierra hace que suban las nubes;
entre relámpagos desata la lluvia, y saca de sus depósitos el viento» (Jeremías 51: 15, 16). El profeta menciona la sabiduría y la inteligencia divinas como parte de su poder creador. Asimismo, las Escrituras hablan del poder de su palabra y aseguran lo siguiente: «Por la palabra del Señor fueron creados los cielos, y por el soplo de su boca, las estrellas. Él recoge en un cántaro el agua de los mares, y junta en vasijas los océanos» (Salmo 33: 6, 7). Aquí cabe una pregunta: si cuando no existía nada, vino todo a la existencia por el poder de la palabra de Dios, ¿cómo no podría él restaurar la vida de una persona que piensa que ya no existe remedio para su situación? ¡Cuántas veces encuentro personas destruidas por la vida o por sus propios errores! Son seres humanos que no tienen más ganas de luchar, gente que piensa que ha llegado al fondo del pozo. ¡Pero yo podría presentar cientos, tal vez miles de argumentos vivos del poder restaurador de Dios! Por lo tanto, cuando sientas que todo está perdido, cuando creas que ya no hay salida, cuando desde el punto de vista humano lo hayas destruido todo, levanta los ojos al cielo y dime: ¿Quién creó todas esas maravillas celestes? Dios. ¿Y cómo lo hizo? Solo con el poder de su palabra. Entonces, ¿no tendrá también poder para transformar tu vida?

Más allá del alcance humano

El poder de Dios no cabe en el entendimiento humano. El apóstol Juan dice: «En el principio ya existía el Verbo,
y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba con Dios en el principio. Por medio de él todas las cosas fueron creadas; sin él, nada de lo creado llegó a existir. […] Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad» (Juan 1: 1-3, 14). Juan afirma que Jesús es el Verbo de Dios y que estuvo con él en el principio de la Creación. Por su parte, el apóstol Pablo, enseña: «Porque por medio de él fueron creadas todas las cosas en el cielo y en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos, poderes, principados o autoridades: todo ha sido creado por medio de él y para él» (Colosenses 1: 16). Tanto Juan como Pablo afirman que todo fue creado por Dios. La expresión «todo» es interesante. ¿Qué es todo? Vamos a hablar, por ejemplo, del volumen de las cosas y de los planetas. Caben mil planetas Tierra dentro de Júpiter, y un millón doscientos mil planetas como ella dentro del Sol, y aún habría espacio para más de cuatro millones de lunas. ¿Percibes la inmensidad del universo? Alfa Centauri, el sistema estelar más cercano al Sol, es cinco veces más grande que este. Un rayo de luz viaja a trescientos mil kilómetros por segundo; a esa velocidad llegaríamos en un segundo y medio a la Luna; a Mercurio, en cuatro minutos y medio; y a Júpiter, en treinta y cinco minutos. ¡Estamos hablando solo de nuestro insignificante sistema solar en un universo formidable! Por eso resulta un tanto ingenuo pretender explicar con especulaciones humanas el origen de la vida y del universo. Lo que vemos y lo que no vemos tiene que haber sido diseñado por una mente muy superior a la de cualquier ser humano.

La Biblia declara que Jesucristo no solo hizo todas las cosas, sino que las sostiene en su lugar, desde el átomo y las células, hasta los planetas y las galaxias. Ningún planeta o estrella se mantiene en su órbita por sí mismo, ningún componente del átomo, como los protones, los neutrones y los electrones se mantiene rotando en perfecto equilibrio por cuenta propia. ¡Jesús los mantiene en matemático equilibrio! Los científicos no se explican cómo las partículas atómicas existen sin entrar en colisión. Es un misterio al que llaman «pegamento nuclear».11 ¡Pero la Biblia dice que Jesucristo es también ese pegamento nuclear, el que sostiene todas las cosas, el que controla la Creación! Si el pegamento nuclear desapareciera, todo sería un explosivo en potencia, y eso está comprobado con el uso de las armas nucleares. Ahora bien, el apóstol Pedro dice que eso va a ocurrir en el futuro. En ese momento, Jesucristo, con toda seguridad, va a quitar su «pegamento nuclear», que es su propia fuerza, y todo se va a disolver. Mira cómo lo describe Pedro: «Pero el día del Señor vendrá como un ladrón. En aquel día los cielos desaparecerán con un estruendo espantoso, los elementos serán destruidos por el fuego, y la tierra, con todo lo que hay en ella, será quemada. Ya que todo será destruido de esa manera, ¿no deberíais vivir como Dios manda, siguiendo una conducta intachable y esperando ansiosamente la venida del día de Dios? Ese día los cielos serán destruidos por el fuego, y los elementos se derretirán con el calor de las llamas» (2 Pedro 3: 10-12).

Un asunto de fe

El problema es que a veces los propios cristianos no son capaces de creer en el poder de Dios. Este es el caso de los evolucionistas teístas. La evolución teísta o el creacionismo evolutivo, como también es llamado, acepta que los seres vivos han llegado a ser lo que son a través de un proceso de evolución natural, «sin la intervención directa de Dios». Considera a Dios el origen de las leyes de la naturaleza, pero «sin creer que Dios actúe directamente» en el desarrollo de los procesos naturales. El evolucionismo teísta no es creación ni evolución; más bien, es una traición a ambos, es el desesperado esfuerzo de armonizar con las dos posturas sin ofender a nadie.

Ahora bien, la Biblia declara: «¡Oh Señor, cuán numerosas son tus obras! 
¡Todas ellas las hiciste con sabiduría! 
¡Rebosa la tierra con todas tus criaturas!» (Salmo 104: 24). ¿A qué obras se refiere el salmista? Este salmo es una espléndida pieza poética de la Creación. Todo fue creado por el poder de la Palabra de Dios. Eso incluye la materia básica. Por eso, David añade: «Tú pusiste la tierra sobre sus cimientos, y de allí jamás se moverá» (Salmo 104: 5). Los teístas evolucionistas creen que la Tierra fue creada y abandonada durante millones de años. ¿Por qué? Porque creen que no hay suficientes «evidencias» para armonizar el relato bíblico de la Creación con la ciencia. Ellos temen aceptar las cosas como la Biblia las dice.

Algo parecido ocurre con el relato de la Creación. Intentar armonizar la Creación con lo que la geología o la ciencia dicen para darle un fundamento científico, puede ser una buena intención, pero es innecesaria. Lo fundamental es creer en el poder de Dios. La Biblia dice que los cielos y la tierra fueron creados por el poder de su Palabra y no hay manera de probar científicamente que la Palabra tiene semejante facultad. Hay que aceptarlo por fe.

Hay momentos en la vida en que el ser humano necesita bajar del pedestal de su raciocinio y entrar en la dimensión desconocida de la fe. Hay circunstancias en que la razón no te sirve de nada. ¿Qué hacer cuando tu hogar se hace pedazos o tu hijo es consumido por las drogas y la razón no es capaz de cambiar el estado de las cosas? ¿A dónde vas?

¡Ven a Jesús y permítele que él cure tus heridas!

NOTAS

1. D. M. Balme, «Development of Biology in Aristotle and Theophrastus: Theory of Spontaneous Generation», Phronesis, 7: 91–104, (1962).

2. F. Redi, Expériences sur la génération des insectes et autres écrits de science et de littérature. Traduction, introduction et notes d’André Sempoux, Presses universitaires de Louvain, Travaux de la Faculté de philosophie, arts et lettres de l’UCL, V, section Philosophie et lettres II, 1970, págs. 1-96.

3. National Anti-Vivisection Society, The animal’s defender and zoophilist, vol. 13, Londres: The Victoria Street Society for the protection of animals from Vivisection, 1894, pág. 297.

4. L. Spallanzani, Expériences pour servir à l’histoire de la génération des animaux et des plantes, Genève, 1786, págs. 10-15 y 20-23 para los ejemplos de las ranas, gallica.bnf.fr. Consultado el 17 de agosto de 2015.

5. L. Pasteur, «Sur les relations qui peuvent exister entre la forme cristalline, la composition chimique et le sens de la polarisation rotatoire», Annales de Chimie et de Physique, 24: 442-459, (1848).

6. S. Arrhenius, «On the influence of Carbonic Acid in the Air upon the Temperature of the Ground», Philosophical Magazine and Journal of Science, Series 5, 41: 237-276, (1896).

7. S. A. Wilde, J. W. Valley, W. H. Peck, C. M. Gram, «Evidence from detrital zircons for the existence of continental crust and oceans on the Earth 4.4 Gyr ago», Nature, 409:175-178, (2001).

8. H. Kamminga, «The protoplasm and the gene», Clay Minerals and the Origin of Life, Cambridge: ed. A. G. Cairns-Smith & H. Hartman, 1986, págs. 1-10.

9. F. Crack, J. Watson, «A Structure for Deoxyribose Nucleic Acid», Nature, 171:737, (1953); F. Crack, J. Watson, «Genetical Implications of the Structure of Deoxyribose Nucleic Acid», Nature, 171:964-967, (1953); T. D. Schneider, «Information Content of Individual Genetic Sequences», Journal of Theoretical Biology, 189: 427-441, (1997).

10. Ch. Bonnet, Contemplation de la nature, t. 1, Amsterdam, Marc-Michel, 1764, https://bit.ly/2Qpax7R. Consultado el 18 de agosto de 2015. R. Richards, The Meaning of Evolution: the Morphological Construction and Ideological Reconstruction of Darwin’s Theory, Chicago: The University of Chicago Press, 1993, pág. 10.

11. C. Darwin, A. Wallace, «On the tendency of species to form varieties: and on the perpetuation of varieties and species, by natural means of selection», Journal of the Proceedings of the Linnean Society of London. Zoology, 3: 45-62, (1858).

12. L. A. Schökel, Diccionario bíblico hebreo-español, Madrid: Trotta, 2008, pág. 134.

13. R. Brandelik, «Evidence for Planar Events in Annihilation at High Energies», Physics Letters B, 1979, págs. 243–249.