¿Es posible ser feliz?

Capítulo 6 | Sumario de este capítulo

La búsqueda de la felicidad

Egoísmo frustrante

Por la ruta equivocada

De la decisión a la acción

Aparentemente, tenía todo para ser feliz: juventud, dinero, fama y poder. Su nombre brillaba en las carteleras de los más famosos festivales de rock. Michael Hutchence, líder de la banda INXS, se hallaba satisfecho en la cúspide de su carrera profesional cuando, repentinamente, el 22 de noviembre de 1997, el mundo se vio sorprendido con la noticia del suicidio de la estrella australiana.1 En la autopsia se descubrió que Hutchence, antes de ahorcarse, había ingerido alcohol, cocaína y antidepresivos en grandes cantidades. La policía encontró el cuerpo desnudo, sin vida, en una habitación de hotel, con un cinturón al cuello atado al dispositivo automático del cierre de la puerta.

El asesor de prensa de la banda, Shawn Deacon, comentó que los grandes artistas, por lo general, tienen un lado oscuro. Su representante, Martha Troup, aseguró que «Michael era un hombre feliz o, por lo menos, tenía todo para ser feliz».2 Las declaraciones de Deacon y Troup impresionan. El primero habla de «un lado oscuro» en la vida del artista. La segunda dice que «tenía todo para ser feliz». Aparentemente, una incoherencia. ¿Acaso un hombre que «tenía todo para ser feliz» cargaba dentro de sí un «lado oscuro» que lo condujo al suicidio?

Su último disco, Elegantly Wasted, que había salido a la venta en abril de aquel año, había tenido buenas ventas. Incluso una de sus canciones había sido incluida en la banda sonora de la película La otra cara, de John Woo. Hacía pocos meses, él mismo había dicho: «Estoy en paz conmigo mismo y feliz como nunca». ¿Qué lleva a un hombre aparentemente exitoso a buscar la muerte? ¿Cuál es ese «lado oscuro» del que hablaba Shawn Deacon?

La búsqueda de la felicidad

A lo largo de la historia, filósofos, escritores, psicólogos y teólogos han tratado de definir la felicidad. Demócrito, que vivió en el siglo IV a. C., decía que la felicidad y la infelicidad están en el alma.3 Epicteto enseñaba que la felicidad y el deseo no pueden vivir juntos.4 Se refería a la felicidad como algo imposible de ser alcanzado. Shakespeare decía que es muy amargo mirar la felicidad a través de los ojos de otra persona. Como Epicteto, él creía que la felicidad está en uno mismo. Y George Bernard Shaw argumentaba que nadie podría soportar una vida de plena felicidad porque sería un infierno en la tierra. También pensaba en la felicidad como una simple utopía.

Como puedes ver, cada ser humano tiene su propio concepto de felicidad. Para unos es un estado de ánimo que supone satisfacción; para otros, se resume en ese minuto deslumbrante en que nos sentimos realizados. Y no faltan los pesimistas que comparan la felicidad con el arcoíris, que solo se puede ver encima del tejado del vecino.

A fin de cuentas, ¿qué es la felicidad? ¿Cómo reconocerla cuando pase a nuestro lado? ¿Cómo alcanzarla? ¿Podemos proporcionar felicidad a nuestros seres amados? El tema es controvertido. La palabra, desgastada. El concepto, mal entendido. Pero, de una manera u otra, la verdad es que todos anhelamos felicidad. Todo lo que el ser humano hace, lo concibe instintivamente con el deseo de ser feliz. Nadie se une en matrimonio para ser infeliz. ¿Conoces a alguien que busque un empleo porque desea la infelicidad? Nadie va a la universidad porque ansía la desgracia.

A pesar de todos sus esfuerzos para ser feliz, ¿por qué el hombre no lo logra? Tal vez se deba a que, justamente, vive tan obsesionado con la felicidad que no disfruta los momentos agradables de esta vida; quizás porque la superficialidad, la inmediatez, el materialismo y la vida agitada a la que estamos obligados a vivir han ocasionado que muchos olviden el propósito maravilloso para el cual fuimos creados.

En los últimos años, psicólogos y terapeutas de autoayuda y superación personal han escrito mucho sobre la felicidad. Casi todos concuerdan en que la felicidad no es algo que se encuentre fuera de nosotros. Por ejemplo, Og Mandino, dice: «Básicamente, la felicidad depende de que usted quiera ser feliz y se sienta muy a gusto con usted mismo».5 Después agrega: «Uno debe darse cuenta de que la verdadera felicidad radica dentro de uno mismo. No hay que desperdiciar tiempo ni esfuerzo en buscar la paz, la alegría y el gozo en el mundo exterior».

Mandino no es el único. El humanismo contemporáneo defiende la idea de que el ser humano no necesita nada ni a nadie, salvo a sí mismo, para ser feliz. «Deja de mirar hacia afuera y busca la energía interior», parece ser la frase de moda de nuestro tiempo. Pero esa idea no es nueva. Es posible que hoy los medios de comunicación se hayan encargado de popularizarla, pero esa manera de pensar viene de mucho tiempo atrás.

La idea es maravillosa. Sabiduría, desprendimiento y abnegación. ¿No son estos valores los que deben ser rescatados en un siglo dominado por el egoísmo, la violencia y el materialismo? El discurso es noble, pero parece que los resultados no son los que el ser humano tanto espera.

El escritor, poeta y filósofo argentino Jorge Luis Borges tal vez sea un ejemplo de lo que afirmo. Él escribió un cuento que muestra lo que Mandino dice. En realidad, el cuento de Borges es su propia versión de Las mil y una noches, una recopilación de cuentos árabes del Medio Oriente medieval. Se trata de una parábola que propone que la felicidad no está fuera sino dentro de nosotros mismos. El escritor cuenta cómo un hombre rico que vivía en El Cairo, lo perdió todo, menos la casa de su padre, y se vio forzado a trabajar para ganarse el pan. Un día, trabajó tanto que, cansado, se durmió debajo de una higuera de su jardín, al lado de una fuente, y soñó que un desconocido le decía:

—Tu fortuna está en Persia, en Isfahán. ¡Ve a buscarla!

A la mañana siguiente, se despertó y emprendió un largo viaje afrontando los peligros de los ladrones, de las fieras y las inclemencias del tiempo. Finalmente, llegó a Isfahán donde lo sorprendió la noche, así que decidió dormir en el patio de una mezquita. En medio de la noche, una banda de ladrones atravesó la mezquita y se metió en las casas, cuyos moradores despertaron pidiendo ayuda. Los vecinos también clamaron, hasta que el capitán de los serenos de aquel distrito acudió con sus hombres y los bandoleros huyeron por la azotea. Entonces el capitán ordenó una búsqueda en la mezquita. Encontraron al hombre que había venido de El Cairo y lo azotaron tanto que lo dejaron al borde de la muerte.

Dos días después, el buscador de la felicidad recobró el sentido en la cárcel. El capitán lo mandó buscar y le dijo:

—¿Quién eres y cuál es tu patria?

—Soy de El Cairo y mi nombre es Mohamed El Magrebí.

El capitán siguió preguntando:

—¿Qué te trajo a Persia?

El pobre prisionero optó por decir la verdad y respondió:

—Un hombre me ordenó en un sueño que viniera a Isfahán, porque, según él, aquí estaba mi fortuna; pero ahora veo que la fortuna que aquel hombre me prometió deben ser los azotes que tan generosamente me diste.

El capitán se rio del pobre ingenuo y le dijo:

—Hombre desatinado y crédulo, tres veces he soñado con una casa en la ciudad de El Cairo, en cuyo fondo hay un jardín; y en el jardín, un reloj de sol; y después del reloj, una higuera; y tras la higuera, una fuente; y bajo la fuente, un tesoro, pero yo no he creído en esa mentira. Tú, sin embargo, has ido errando de ciudad en ciudad creyendo en tu sueño. ¡Fuera de aquí, desaparece!

El hombre regresó a su patria, encontró la casa, entró al jardín, buscó la higuera, la fuente y, debajo de esta, halló el tesoro.

Borges concluye que, para encontrar la felicidad, no es necesario recorrer el mundo, sino buscarla dentro de uno mismo. Y, sin embargo, el escritor murió aparentemente decepcionado con la vida.

OCHO SECRETOS DE UNA VIDA REALIZADA

  1. Sé fuerte y no dejes que nada te destruya.
  2. Acepta que eres más que las posesiones que te rodean y el cargo en el que estás o quieres estar.
  3. Aprende de los golpes de la vida.
  4. Sé un poco mejor cada día.
  5. Disfruta de cada instante como si fuera el último.
  6. Toma cada decisión con calma y razón.
  7. Piensa cada acto antes de realizarlo, sé dueño de todo aquello que hagas.
  8. En definitiva, disfruta de tu vida y responsabilízate de ella.

Adaptado de Enrique Rojas, No te rindas, Madrid: Planeta, 2011, pág. 110.

Borges no profesó religión alguna y se declaró unas veces agnóstico y, otras, ateo.6 Sin embargo, por petición expresa de su madre, católica devota, Borges rezaba una avemaría antes de irse a dormir7 y, en su lecho de muerte, recibió la asistencia de un sacerdote católico.

En 1978, en una entrevista del periodista peruano César Hildebrant, Borges afirmó tener la certeza de que Dios no existe. Falleció el 14 de junio de 1986 a los 86 años, víctima de un cáncer hepático y un enfisema pulmonar. De acuerdo con su última voluntad, sus restos yacen en el cementerio de Plainpalais (Ginebra, Suiza). La lápida, construida por el escultor argentino Eduardo Longato, es de una piedra blanca y áspera. En lo alto de su cara anterior se lee: «Jorge Luis Borges» y, debajo, la inscripción en inglés antiguo «And ne forhtedon na» (Y que no temieran) junto a un grabado circular con siete guerreros, una pequeña cruz de Gales y los años 1899-1986.

Egoísmo frustrante

¿Qué le sucede al ser humano cuando mira constantemente dentro de sí? Si el mundo fuera perfecto y el hombre continuase siendo el reflejo de la imagen de Dios, con toda seguridad poseería un carácter equilibrado, emociones en armonía y sentimientos ponderados; pero, desgraciadamente, el pecado entró y alteró todas las cosas perfectas de la Creación, incluido el carácter del ser humano.

El libro de Génesis relata lo que sucedió con la entrada del pecado. Dios llamó al ser humano y le dijo:

—¿Dónde estás?

El hombre contestó:

—Escuché que andabas por el jardín, y tuve miedo porque estoy desnudo. Por eso me escondí.

—¿Y quién te ha dicho que estás desnudo? —le preguntó Dios—. ¿Acaso has comido del fruto del árbol que yo te prohibí comer?

Él respondió:

—La mujer que me diste por compañera me dio de ese fruto, y yo lo comí.

Entonces Dios el Señor le preguntó a la mujer:

—¿Qué es lo que has hecho?

—La serpiente me engañó, y comí —contestó ella (Génesis 3: 9-13).

El pecado quebrantó la relación entre Dios y el ser humano (Isaías 59: 2). Y esa ruptura generó en el alma humana el sentimiento de culpa (Isaías 53: 6; Jeremías 2: 22; Ezequiel 22: 4). La culpa, a su vez, desintegró en Adán la armonía entre su mente, su corazón y su cuerpo, y lo condujo a la pérdida de la paz (Isaías 48: 22), a la angustia (Miqueas 7: 1) y a la autocompasión (Ezequiel 20: 43). Los síntomas básicos de esta relación rota con Dios fueron el vacío del alma y el conflicto interior.

El profeta Isaías describe esa situación diciendo: «Pero los malvados son como el mar agitado, que no puede calmarse, cuyas olas arrojan fango y lodo. No hay paz para los malvados —dice mi Dios—» (Isaías 57: 20-21). Solo que la ruptura de la relación con Dios no se limitó al plano vertical, sino que tuvo consecuencias horizontales. Esto lo podemos apreciar en la actitud de Caín para con su hermano Abel. Caín cometió el primer asesinato de la historia y huyó de su responsabilidad. Al ser confrontado con su pecado, se enojó contra Dios y preguntó «¿Acaso soy yo el que debe cuidar a mi hermano?» (Génesis 4: 9). La separación de Dios conduce al ser humano a la degradación de sus relaciones con el prójimo, ya sea el cónyuge, el hijo, el padre, el vecino, el empleado o el jefe de trabajo. ¿Por qué? Porque una persona que no tiene paz consigo misma no puede tener paz con otras personas y, en consecuencia, no puede ser feliz.

¿Esto significa que la felicidad es algo que no se puede alcanzar? ¡De ninguna manera! La Biblia es categórica al afirmar que sí es posible ser feliz. Al identificarse como el Buen Pastor, Jesús dijo: «Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia» (Juan 10: 10). Y en el libro de los Salmos encontramos un poema entero que habla del secreto de la felicidad. Es el salmo más largo de la Biblia. Tiene 176 versículos y 315 líneas y está dividido en 22 estrofas. Reflexionemos apenas en los dos primeros versículos. «Dichosos los que van por caminos perfectos,
los que andan conforme a la ley del Señor. Dichosos los que guardan sus estatutos
y de todo corazón lo buscan» (Salmo 119: 1, 2).

Si yo tuviese que darle un título a este salmo, sería: «El secreto de la felicidad». Para ser feliz, no basta querer, intentar, o simplemente desear. Es necesario conocer el secreto. Cuando conoces el secreto de algo, te parece simple. Cuando lo ignoras, puedes pasar la vida entera intentándolo y nunca llegarás a tu objetivo. El secreto, con frecuencia, es algo simple, aparentemente insignificante y, sin embargo, vital para alcanzar lo que se desea a pesar de las dificultades que se puedan encontrar en el camino.

ACTITUDES QUE SON GARANTÍA DE INFELICIDAD

  1. Centrarnos en la parte de nuestra vida que no nos satisface.
  2. Mantenernos en constante actividad, tensión y excitación.
  3. Evitar la regularidad en los horarios y hábitos.
  4. Compararnos con los demás.
  5. Consumir mucho y producir poco.
  6. Endeudarnos y desear cada vez más.
  7. Tomarlo todo personalmente.
  8. Atribuir nuestra infelicidad a nuestra pareja o a la ausencia de pareja.
  9. Buscar fuera de nosotros lo que debe completar y dar sentido a nuestra vida.
  10. Quejarnos constantemente.
  11. Dejarlo todo para mañana.
  12. No perdonar a nadie, ni a nosotros mismos.

Gil Friedman, Cómo llegar a ser totalmente infeliz y desdichado, Málaga: Sirio, 2005, citado por Enrique Rojas, No te rindas, Madrid: Planeta, 2011, pág. 112.

El salmista desvela el secreto de las personas felices. «Dichosos», dice. Esta palabra en hebreo significa ‘felices’. ¿Quiénes son las personas felices en la opinión del salmista? «Las perfectas de camino». ¡Ah! Quiere decir que existe un camino que lleva a la felicidad y las personas felices serán las únicas que encuentren ese camino.

Por la ruta equivocada

Imaginemos que estás en Barcelona y la felicidad se encuentra en Málaga. ¿Hay un camino que te conduce de Barcelona a Málaga? Claro que sí. Entonces, todo lo que necesitas hacer es tomar esa carretera y llegar a tu destino. ¿No es fácil? Lo es. Y allá vas, rumbo a Málaga. Solo que cometes un pequeño error. En lugar de tomar la carretera en dirección sur, la tomas en sentido contrario.

Tu viaje es el viaje de la vida. Los días pasan. Pasan las semanas y los meses. Los años van y vienen, y Málaga no aparece. En el camino alguien te dice: «¡Eh, amigo! La ciudad que buscas está hacia el sur». Pero tú respondes: «No, mis padres iban por aquí; mis abuelos, también; mis bisabuelos andaban en esa dirección y yo seguiré sus pasos». Otra persona, con el deseo de ayudarte, te muestra el mapa, pero tú te niegas a mirarlo. Estás seguro de que vas en la dirección correcta y continúas tu camino.

Cuando saliste de Barcelona eras un joven de 20 años lleno de vida y de planes. Tu gran sueño era llegar a Málaga y encontrar la felicidad. Pero los años han pasado. Ahora ya eres un anciano de 90 años y caminas arrastrando los pies. Ya dejaste atrás Francia, Alemania, Polonia, Lituania, Letonia y Rusia. Al final de tus días, llegas a Siberia y no encuentras Málaga. Entonces, concluyes: Málaga no existe, es una utopía, una ilusión, un fruto de la imaginación humana.

¿Existe la ciudad de Málaga? ¡Claro que sí! Por qué nunca llegaste? La respuesta es simple: tomaste el camino equivocado, confundiste las cosas y te engañaste a ti mismo. La felicidad existe, pero solo la encontrarán las personas que descubran el camino correcto.

Lo que confunde al ser humano es que este mundo está lleno de caminos. Todos te ofrecen la felicidad. Muchos de ellos son senderos embaucadores, mentirosos, falsos y seductores. El sabio Salomón dice: «Hay caminos que al hombre le parecen rectos, pero que acaban por ser caminos de muerte» (Proverbios 14: 12).

En medio de esta maraña de caminos, ¿cuál es el que te lleva a la felicidad? La respuesta la dio Jesús cuando Tomás le preguntó: «Señor no sabemos cuál es el camino, muéstranos el camino» y Jesús respondió: «Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie viene al Padre sino por mí» (Juan 14: 5, RVR1995). No existe otro camino hacia la felicidad aparte de Jesús. Él es el camino. Cuando aceptas a Jesús, aceptas el camino que te llevará a la felicidad. Cuando lo niegas, rechazas la propia felicidad. Y cuando dices: «Ahora no, un día tal vez», estás diciendo, «Ahora no quiero ser feliz, un día tal vez». Jesús es el único camino. No existe otro.

De la decisión a la acción

Pero, ¿cómo te conduce Jesús a la felicidad? El ser humano corre el peligro de cubrir de misticismo la experiencia cristiana. Si te sientas en el jardín de tu casa esperando que Jesús aparezca personalmente y te tome de la mano, te quedarás ahí parado el resto de la vida. Si esperas oír la voz de Dios diciéndote: «Haz esto o haz aquello», es posible que en lugar de oír la voz de Dios oigas la voz del enemigo.

El cristianismo es una experiencia espiritual, pero no mística. El cristiano vive en este mundo, el místico trata de vivir la vida cristiana fuera de él. La oración de Jesús fue: «No te pido que los quites del mundo, sino que los protejas del maligno» (Juan 17: 15). Entonces, ¿cómo te lleva Jesús hacia la felicidad? Este es el tema del Salmo 119. La expresión que se repite a lo largo de todo el salmo es «Los caminos de Dios». Se repite por lo menos de siete formas diferentes: mandamientos, testimonios, estatutos, leyes, juicios, dichos y palabras. Todo eso para referirse a la enseñanza divina contenida en su Palabra. Para Israel era la Torá, para nosotros es la Biblia.

Es a través de su Palabra que el Señor quiere conducirte al puerto deseado de la felicidad. La Biblia es el manual de la felicidad. Siguiendo sus recomendaciones, obedeciendo sus consejos y guardando sus enseñanzas, con toda seguridad serás feliz. «Dichosos los que van por caminos perfectos» (Salmo 119: 1). Pero el versículo continúa diciendo: «Los que andan conforme a la ley del Señor». Andar es una experiencia que denota acción. Andar es moverse, seguir, avanzar. El secreto de la felicidad es moverse dentro de las enseñanzas de la Palabra de Dios. Lástima que el ser humano de nuestros días corra detrás de todo menos de la Biblia.

A lo largo de los años, he encontrado personas con la vida destrozada que fueron restauradas por la Palabra de Dios. Una noche, salía de un estadio de fútbol después de una exposición bíblica, cuando se aproximó a mí un hombre diciendo:

—Yo no pertenezco a ninguna iglesia, no me gusta la religión y nunca he creído en lo que los religiosos hablan.

Le pregunté por qué había venido a escuchar mi conferencia y me respondió:

NOMBRES Y TÍTULOS MÁS SIGNIFICATIVOS DE JESÚS

Es imposible que un solo nombre resuma todo el significado de la persona de Cristo. Por eso, en la Biblia aparecen varios nombres de Jesús para ilustrar las diferentes dimensiones de su misión y carácter.

 
NOMBRE / TÍTULO        REFERENCIA
 
Piedra angular preciosa   Isaías 28: 16
Emanuel, Dios con nosotros   Mateo 1: 23
Padre eterno   Isaías 9: 6
Lirio de los valles   Cantares 2: 1
Rey de reyes y Señor de señores   Apocalipsis 19: 16
Dios fuerte   Isaías 9: 6
Príncipe de paz   Isaías 9: 6
Rosa de Sarón   Cantares 2: 1
Admirable consejero   Isaías 9: 6
El Alfa y la Omega   Apocalipsis 22: 13
El Amén   Apocalipsis 3: 14
El Pan de vida   Juan 6: 35
La Puerta de las ovejas   Juan 10: 7
El Testigo fiel y verdadero   Apocalipsis 3: 14
El Buen Pastor   Juan 10: 14
El Cordero de Dios   Juan 1: 29
La Luz del mundo   Juan 8: 12
El León de la tribu de Judá   Apocalipsis 5: 5
El Mesías   Juan 4: 25
La Estrella de la mañana   Apocalipsis 22: 16
La Resurrección y la Vida   Juan 11: 25
La Vid verdadera   Juan 15: 1
El Camino, la Verdad y la Vida   Juan 14: 6
El Verbo   Juan 1: 1
 

—Hoy es mi cumpleaños. He cumplido 60 años y no he hecho nada en la vida. Soy un fracasado. Esta mañana me miré al espejo y me di cuenta de que he envejecido sin haber logrado nada. Tuve mucho dinero en el pasado. Una de las más grandes cadenas de neumáticos de esta ciudad fue mía. Pero el dinero me volvió soberbio. Mis padres murieron resentidos conmigo, me casé tres veces y destruí la vida de esas tres mujeres. Mis hijos, hoy adultos, me desprecian. Todo por causa del dinero. Al principio no me importaba que las personas me dejasen. Yo tenía mucho dinero y me sentía seguro. Pero un día, mi empresa fracasó y entonces me vi solo, sin nada ni nadie. Hoy me he dado cuenta de que la vida ha pasado y yo no he hecho nada. Por eso, esta mañana, al escuchar en la radio la propaganda de la conferencia, tuve interés en venir, solo por curiosidad.

—Pero yo hice una invitación para que las personas acepten a Jesús. ¿Tú aceptaste a Jesús?

—Sí —me dijo— y ahora quiero saber, ¿qué es lo que Jesús va a hacer en mi vida?

—No lo sé —le respondí—, pero sé que si le has entregado tu corazón, él puede hacer por ti lo que tú no hiciste en toda tu vida.

Me despedí y no tuve más noticias de él. Pasaron años y un día estaba presentando otra conferencia en el Centro de Convenciones de la ciudad de Orlando (Florida, EE. UU.). Al terminar, alguien se acercó a mí, me abrazó con emoción y me preguntó:

—¿Se acuerda de mí?

No me acordaba. Pero era el hombre con el que me había encontrado cinco años atrás. Su vida había cambiado completamente. Tenía una nueva empresa, había pedido perdón a sus hijos y estaba en paz con todo el mundo. Era feliz. Emocionado, me dijo:

—Hace cinco años yo era un hombre que había desperdiciado su vida; pero por la misericordia divina, encontré a Jesús. Empecé a estudiar la Biblia y a aplicar sus consejos en mi vida, y todo lo que hoy soy y todo lo que tengo, se lo debo únicamente a Jesús.

Así son las cosas con Dios. Él toma vidas acabadas, sueños deshechos, hogares hechos pedazos y los hace de nuevo.

Él es Dios. No hay otro. Dios Creador y Dios Restaurador.

NOTAS

1. D. A. Manrique, «Michael Hutchence, cantante de INXS, encontrado muerto en un hotel», El País (España), 23 de noviembre de 1997, https://bit.ly/2VQmG6O.

2. Veja, 3 de diciembre de 1997.

3. Les penseurs grecs avant Socrate, trad. Jean Voilquin, Garnier-Flammarion, Paris, 1964, p.178.

4. Nouveau manuel d’Épictète, suivi du Tableau de Cébès, Paris, 1798, paragraphe 52, p. 155, https://bit.ly/2V6zVUK. Consultado el 31 de marzo de 2015.

5. O. Mandino, A Better Way to Live, Random House Publishing Group, 1990, pág. 105.

6. A. Planells, «Cristo en la cruz o la última tentación de Borges», Anales de literatura hispanoamericana, 18: 135-152 (1989).

7. P. Sorela, «Borges, “forjador de sueños”, fue enterrado en Ginebra», El País (España), 19 de junio de 1986, https://bit.ly/2V8Emy7. Consultado el 5 de abril de 2010.