¿Es necesario tener una familia?

Capítulo 8 | Sumario de este capítulo

Un momento crítico para la familia

El plan original de la familia

La noticia cayó como una bomba. Nadie se lo podía creer. Aquella familia era el modelo de cualquier otra. Un esposo fiel y padre preocupado por el bienestar de los hijos. Una esposa enamorada, dulce y hospitalaria que había criado a los hijos con preocupación y esmero. Los muchachos habían crecido respirando el clima de un hogar lleno de amor y comprensión. Y de repente, cuando todos pensaban que nada podría separarlos, reunieron a la familia y anunciaron su divorcio.

Un amigo de la pareja, al enterarse de la noticia, preguntó consternado: «¿Qué otra familia estará segura si ellos se separaron? Eran perfectos, se amaban, educaron a sus hijos con dedicación, ayudaron a tantas otras parejas… ¿Cómo pudo suceder esta tragedia?».

Un momento crítico para la familia

La familia vive un momento crítico en la historia. En los Estados Unidos, más de un millón de niños sufren cada año el divorcio de sus padres. Y la mitad de los nacidos este año de parejas aún casadas, verán a sus progenitores divorciarse antes de cumplir los 18 años.1 El divorcio ha crecido de manera alarmante en la nación más poderosa del mundo.

En 1935 se daban dieciséis divorcios por cada cien matrimonios. Para 1998, el 51% de los matrimonios acabaron en divorcio.2 En 2012, el porcentaje ascendió al 70%. Esto es una catástrofe social que genera problemas de todo tipo. Desde la delincuencia y la drogadicción hasta el suicidio. Está comprobado que el aumento de la criminalidad es proporcional al aumento de divorcios. Investigaciones recientes acerca de la relación de la historia familiar con la criminalidad indican que la inestabilidad del hogar, con frecuencia, lleva a los hijos a unirse a pandillas de delincuentes. Existe una estrecha relación entre la estructura familiar y la delincuencia, el consumo de drogas y el abuso del alcohol.3 Estudios realizados en el Estado de Wisconsin (EE. UU.) muestran de forma dramática que la tasa de encarcelamiento de jóvenes infractores es doce veces mayor en jóvenes de padres divorciados que en jóvenes de parejas casadas.4

El drama no se limita a los Estados Unidos. El honorable Robert Whelan, juez retirado de la Corte Suprema de Nueva York, afirma que en Gran Bretaña el riesgo de abusos a menores es seis veces mayor en hogares que vienen de un divorcio que de matrimonios estables.5 En Canadá, dos profesores de psicología de la Universidad McMaster sostienen que los niños menores de dos años tienen entre el 70% y el 100% más de probabilidades de ser maltratados por sus padrastros que por sus padres biológicos.6

Las marcas dejadas por el divorcio en los miembros de una familia son profundas y afectan a todos los ámbitos de la vida, llevando a muchos a pensar que el matrimonio es una institución fracasada o pasada de moda. Hay quien cree, incluso, que el compromiso es el enemigo del amor y que sería mejor amarse sin la presión de un documento firmado.

¿Cómo es posible que hayamos llegado a este punto? ¿Por qué hoy nos resulta tan difícil convivir en un hogar? Jesús describió el perfil del individuo promedio justo antes de su venida: «Ahora bien, ten en cuenta que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. La gente estará llena de egoísmo y avaricia; serán jactanciosos, arrogantes, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, insensibles, implacables, calumniadores, libertinos, despiadados, enemigos de todo lo bueno, traicioneros, impetuosos, vanidosos y más amigos del placer que de Dios» (2 Timoteo 3: 1-4). La descripción de Jesús es sumamente acertada. Hoy la sociedad es profundamente egoísta. Todo el mundo exige primero la satisfacción de sus propias necesidades y piensa muy poco en las de los demás. A eso hay que agregar actitudes que ayudan muy poco a una relación conyugal: la arrogancia, la insensibilidad, la ingratitud, la calumnia, así como la desobediencia a los padres. ¿Te das cuenta? Con semejantes conductas egoístas, es difícil que un matrimonio sobreviva. Pero esto no es nuevo, ya el conde Agénor de Gasparin advertía en el siglo XIX sobre el deber de evitar el egoísmo en la familia, pues aun en los mejores hogares crece de manera peligrosa, por lo que hay que combatirlo sin miramientos.7

BREVE TEST DEL AMOR

Una relación sentimental saludable exige una visión madura del amor. El siguiente test puede orientarte al respecto.

  1. El amor de larga duración es aquel que…

    (a) Mantiene la misma intensidad del primer día.

    (b) Sustituye la pasión inicial por un sentimiento de amistad y complicidad.

    (c) Va cambiando y madurando en diferentes fases a lo largo de la relación.

  2. Enamorarse de forma inteligente es…

    (a) Elegir a alguien atractivo y con nuestras mismas aficiones.

    (b) Dar más importancia al fondo del ser amado que a la apariencia física.

    (c) Admirar a la persona y sentir que deseamos compartir la vida a su lado.

  3. Después de una mala experiencia sentimental, para encontrar el amor verdadero debemos…

    (a) Seguir buscando hasta dar con la persona adecuada.

    (b) Descartar posibles compañeros/as que presenten las características de la persona que nos ha herido.

    (c) Concedernos una pausa para entender qué ha fallado y escuchar nuestras verdaderas necesidades.

  4. Para evitar las discusiones de pareja hay que…

    (a) Pasar por alto los puntos conflictivos o de desacuerdo entre ambos.

    (b) Aprender a dialogar sin herir la susceptibilidad del otro.

    (c) Aceptar las imperfecciones de la otra persona, fijando la mirada en sus virtudes.

  5. El primer secreto de la seducción es…

    (a) Cuidar nuestro aspecto físico y nuestra vestimenta, porque se seduce a través de los ojos.

    (b) La capacidad de conversar para que la otra persona se sienta a gusto.

    (c) Amarse y respetarse a uno mismo.

PUNTUACIÓN

Cada (c) suma 2 puntos y cada (b) 1 punto, mientras que (a) no puntúa.

7 o más puntos

Tu visión del amor es madura y tu corazón está gobernado por la templanza. El único riesgo que corres es racionalizar demasiado el sentimiento amoroso.

De 4 a 6 puntos

Presentas un equilibrio entre el impulso y la razón. Solo debes vigilar no ser inconstante en el arte de amar, que precisa de paciencia y dedicación.

Menos de 4 puntos

Tienes una visión superficial del amor y corres el peligro de dejarte deslumbrar por la primera impresión para luego decepcionarte muy rápidamente.

Tomado de Enrique Rojas, No te rindas, Madrid: Planeta, 2011, págs. 51-52.

Ahora bien, si a la descripción anterior agregas que la época contemporánea se caracteriza precisamente por actitudes marcadamente individualistas de parte de la sociedad, entonces resulta más comprensible la situación que viven hoy instituciones como la familia, la escuela o la iglesia. En otras palabras, no es que hoy el modelo familiar esté obsoleto, más bien, el énfasis individualista de la vida contemporánea promueve actitudes que dificultan al ser humano la convivencia social, el respeto mutuo y la cooperación, elementos fundamentales para la organización de una familia.

El plan original de la familia

Evidentemente, ese no era el plan original de Dios al establecer la primera familia en el Edén. De acuerdo con el concepto bíblico, hombre y mujer deberían permanecer juntos para vivir realizados y felices. La Biblia registra que: «Luego Dios el Señor dijo: “No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada”. […] Entonces Dios el Señor hizo que el hombre cayera en un sueño profundo y, mientras este dormía, le sacó una costilla y le cerró la herida. De la costilla que le había quitado al hombre, Dios el Señor hizo una mujer y se la presentó al hombre, el cual exclamó: “Esta sí es hueso de mis huesos
y carne de mi carne.
Se llamará ‘mujer’
porque del hombre fue sacada”. Por eso el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer, y los dos se funden en un solo ser. En ese tiempo el hombre y la mujer estaban desnudos, pero ninguno de los dos sentía vergüenza» (Génesis 2: 18, 21-25).

En este texto encontramos principios bíblicos establecidos por Dios para la protección y permanencia de la familia. El ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios. En Dios podemos ver la unidad de tres personas. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un solo Dios, pero sin desvirtuar sus características propias de personas. El Padre no es el Hijo, ni es el Espíritu. Del mismo modo que el Hijo y el Espíritu no son el Padre y, sin embargo, los tres son uno solo. Son el mismo Dios pero no la misma persona.

El ser humano, por el hecho de haber sido creado a imagen y semejanza de Dios, debería vivir la misma experiencia. Adán y Eva, siendo dos personas diferentes, vivirían como si fuesen un solo ser. Con sus propias características, con su individualidad, pero ni separados, ni en lados opuestos. No se puede hablar del ser humano pleno sin hablar del hombre y de la mujer juntos. Adán y Eva eran distintos pero, al mismo tiempo, complementarios.

«No es bueno que el hombre esté solo, voy a hacerle una ayuda adecuada», dijo Dios. ¿Qué significa «ayuda adecuada»? Muchos podrían pensar que ser «ayuda adecuada» implica ser su asistente. Entonces, dentro de la familia, el hombre sería la figura principal y la mujer solo una especie de asistente. Pero este concepto desvirtuaría la realidad. Para entender mejor el concepto bíblico de «ayuda adecuada» es necesario leer otro versículo donde también se encuentra dicho término.

«Dichoso aquel cuya ayuda es el Dios de Jacob,
cuya esperanza está en el Señor su Dios» (Salmo 146: 5). La palabra que se traduce por «ayuda», refiriéndose a Dios en este versículo, es ezer (hebreo), como en el caso de Eva. Y no significa asistente. Dios no podría ser asistente del ser humano. Ezer significa ‘apoyo’, ‘defensa’, ‘auxilio’ y, en este caso concreto, esta última.8

Al despertar Adán del sueño y ver a la mujer recién creada, no la ve como inferior a él, sino como a alguien que viene a completarlo y, entonces, compone una bella poesía. En el idioma hebreo, lo que Adán dijo, lo expresó en verso. «Esta sí es hueso de mis huesos
y carne de mi carne». El hombre reconoce a la mujer como un ser igual en su esencia humana. En Eva, Adán reconoce su propia humanidad. Pero, al mismo tiempo, se sorprende y percibe en ella algo diferente que la hace atractiva. Así comienzan las características propias de cada uno. Estas notas distintivas y particulares del hombre y de la mujer tienen un origen común, pero se desarrollarán de un modo específico y diferente.

Ese desarrollo, sin embargo, solo será posible mientras ambos sean «una sola carne». Este es el origen de la familia. Adán y Eva reconocen su propio origen y su propia identidad, pero tienen el desafío de aprender a vivir en unidad. Unidad que se hace posible, paradójicamente, por el hecho de que ambos son distintos. En la unidad, dos diferentes forman uno. La unidad, a diferencia de la uniformidad, reconoce las diferencias porque se realiza en la relación armónica de dos. Hombre y mujer no se diluyen, ni pierden su identidad, pero tampoco se distancian. Cada uno está ante el otro y no se avergüenza, ni se siente superior o inferior.

Esta realidad se ilustra en la frase: «En ese tiempo el hombre y la mujer estaban desnudos, pero ninguno de los dos sentía vergüenza». El hombre y la mujer se reconocen en su necesidad de complementación y no se avergüenzan de ello. Esa es la desnudez que no esconden, sino que aceptan al complementarse. Hombre y mujer ven claro que la plenitud de su propia humanidad se realiza al ser una unidad perfecta.

En la unidad de esposo y esposa no puede haber lugar para agresiones porque el hombre y la mujer, por el hecho de reconocer que se necesitan, no renuncian a su individualidad, a pesar de ser uno. «Por eso el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer, y los dos se funden en un solo ser» (Génesis 2: 24).

La mayoría de los problemas familiares surge por el deseo de supremacía. El hombre dominó a la mujer durante siglos y, hoy, la mujer desea tomar el control de las cosas. Pero cuando Dios hizo al hombre y a la mujer diferentes, tenía en mente justamente el hecho de que ninguno fuera superior al otro, sino que ambos fuesen importantes y complementarios. Distintos pero iguales. El machismo y el feminismo son resultado del desorden interior del ser humano causado por el pecado.

Es verdad que a lo largo de la historia el hombre ha tenido la tendencia de dominar a la mujer. En el pasado, no era considerada de otro modo que no fuera como propiedad del varón. Pero Jesús vino al mundo a restaurar las cosas deformadas por el pecado, como el concepto de la familia y el papel del hombre y de la mujer en la sociedad. Por eso dijo un día: «Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos llegarán a ser un solo cuerpo. Así que ya no son dos, sino uno solo. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre» (Marcos 10: 7-9).

Jesús presenta dos pensamientos interesantes. El primero es el concepto de la igualdad y de la unidad en el matrimonio. Ningún miembro de la pareja vale más que el otro. Ambos son una sola carne. Ya no son dos, sino uno. Ambos tienen el derecho de soñar y realizar y ambos deben ayudarse mutuamente en este proceso de crecimiento y desarrollo.

Por otro lado, el matrimonio es una institución en la cual nadie debe interferir.

—¿Ni los padres? —Me preguntó el otro día una señora preocupada por el matrimonio del hijo.

Mi respuesta fue:

—Mucho menos los padres.

No está escrito el número de hogares destruidos porque el esposo o la esposa no cortaron el cordón umbilical con los padres. Vivir separados de ellos es un principio bíblico establecido en el Edén y refrendado por Jesús.

Sin embargo, a pesar de respetar los principios bíblicos para la dicha y armonía en el hogar, es necesario saber que la felicidad no es un puerto al que se llega, sino un proceso que se vive. Se es feliz mientras se camina al lado de la persona amada. El matrimonio es como una escuela donde se aprende todos los días y en cada momento. La diferencia es que en la escuela del matrimonio uno nunca se gradúa. Es posible aprender aun en la hora de la muerte.

El otro pensamiento del texto que leímos es que el matrimonio debe durar «hasta que la muerte los separe». Problemas existen en todo matrimonio. Dos personas no viven fácilmente en unidad después de la entrada del pecado porque el carácter está corrompido por el egoísmo.

El apóstol Pablo estableció un principio que ayuda a entender por qué a veces, por más que el hombre o la mujer se esfuercen, no logran amar de la manera correcta. «Esposos, amad a vuestras esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable» (Efesios 5: 25-27). En este texto, Pablo presenta el principio de la entrega: «Amad a vuestras esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella».

Para amar como Cristo amó, sin duda hay que vivir en permanente comunión con Jesús. Las emociones del ser humano natural están corrompidas. El esfuerzo, la voluntad o el dominio propio nada pueden hacer para lavar la mancha del egoísmo. El mundo interior del ser humano, sus emociones y sentimientos están en permanente desequilibrio, y es necesaria la intervención divina para poner orden al desorden interior. Solo cuando el carácter de Jesús sea reproducido en el hombre y en la mujer podrán amar como Cristo y, solo entonces, podrán renunciar y entregarse, y esa entrega fomentará el crecimiento de ambos.

La terapia humana puede ayudarte a entender el porqué de tus reacciones ante las diferentes circunstancias de la vida, pero no puede cambiar tu corazón. Solo Dios puede hacerlo. La Biblia dice: «Aunque te laves con lejía,
y te frotes con mucho jabón,
ante mí seguirá presente
la mancha de tu iniquidad
—afirma el Señor omnipotente—» (Jeremías 2: 22). Pero después añade: «Yo les daré un corazón íntegro, y pondré en ellos un espíritu renovado. Les arrancaré el corazón de piedra que ahora tienen, y pondré en ellos un corazón de carne» (Ezequiel 11: 19).

La epidemia del divorcio que se extiende en la sociedad es resultado de la falta de Dios. El moralismo humano no tiene solución para los traumas y complejos que el hombre y la mujer cargan en las profundidades de su ser. Hay en el fondo del alma cavernas oscuras donde residen fantasmas que perturban y anulan la capacidad de ser feliz y hacer feliz a otra persona. ¿Cómo puede ese tipo de corazón amar a una persona para siempre?

El corazón del ser humano no transformado tiene dificultades para entender las palabras de Jesús cuando dijo: «Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre». Y en su afán de resolver las cosas a su modo cae en la incoherencia de sus propias actitudes.

Por ejemplo, la lógica nos dice que si alguien firma un contrato para la compra y venta de una casa, y cinco años después decide romper el contrato, ningún juez en la tierra dará un veredicto favorable. ¡Cuánta mayor importancia debería tener un compromiso que se asume delante de Dios!

Esto no significa que, si un matrimonio se ha transformado en un centro de violencia, donde las víctimas principales son los hijos, esa pareja deba permanecer unida, incluso corriendo riesgo de muerte. El sentido común dice que, desafortunadamente, la solución es la separación. Sin embargo, ese nunca fue el ideal divino. Dios acepta la separación de una pareja en situaciones concretas, pero es una medida de emergencia y no debería convertirse en una regla.

El drama de la familia contemporánea es que se confunde el amor con la atracción física. Muchas parejas llegan al matrimonio llevadas por la pasión y no por el amor. El amor no es solamente un sentimiento sino, por encima de todo, un principio, y los principios no cambian, son permanentes. «El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta» (1 Corintios 13: 4-8).

Pero, ¿no hay lugar para la atracción física en el matrimonio? Claro que la hay. El sexo es uno de los placeres más puros, limpios y sagrados que Dios creó. Es tan puro que, en el Antiguo Testamento, Dios identificó a su pueblo como tal en el órgano sexual, mediante la circuncisión.9 No en el corazón, ni en la frente, ni en la mano, considerados órganos más nobles. Asimismo, en el Nuevo Testamento, Dios utiliza la figura de la relación sexual entre esposa y esposo como ilustración del tipo de relación pura que desea tener con su iglesia.10

En la Creación, Dios otorgó muchos dones al ser humano: el dominio sobre los otros seres creados,11 la alimentación,12 la misión de arar la tierra y cultivarla,13 entre otros. Pero solo en dos ocasiones usó la palabra «bendito»: al darles el sábado14 y al entregarles el sexo.15

Para que el sexo sea el don puro, santo y sagrado que Dios estableció, debe ser una relación que involucre las facultades físicas, mentales y espirituales del ser humano y es necesario que sea practicado en el contexto del matrimonio, entre un hombre y una mujer.

De acuerdo con la Biblia, el sexo en el matrimonio tendría tres propósitos: ser un instrumento de reproducción,16 ser un vínculo físico, mental y espiritual de unidad entre esposo y esposa17 y ser una fuente de placer para ambos.18 El ser humano es tridimensional, como Pablo afirma: «Que Dios mismo, el Dios de paz, os santifique por completo, y conserve todo vuestro ser —espíritu, alma y cuerpo— irreprochable para la venida de nuestro Señor Jesucristo» (1 Tesalonicenses 5: 23).

De acuerdo con la declaración de Pablo, confirmada por otros escritores bíblicos,19 el ser humano no es solo un cuerpo, sino un ser con tres dimensiones. Para entender sus actitudes con relación a cualquier aspecto de la vida, es necesario verlo en su totalidad y saber que sus tres dimensiones están íntimamente relacionadas. Ninguna existe independiente de las otras.20 Por eso cuando alguien muere, lo hace completamente: su cuerpo, sus facultades mentales y sus facultades espirituales.21 No obstante, mientras estén vivos, no hay nada que el individuo haga que no involucre sus tres dimensiones. Al trabajar, al estudiar o al recrearse, al alimentarse, al dormir o al despertar, entran en acción sus facultades físicas, mentales y espirituales.

DOCE RAZONES PARA CASARSE CON LA PERSONA EQUIVOCADA

  1. Mi novio tiene dinero y me conviene. ¿Y qué vas a hacer si se le acaba el dinero? Si tú te casas por su dinero, ¿por qué se casa él contigo? ¿Es justo que te cases con alguien por puro interés? ¿Qué harás si más adelante conoces a alguien —que es muy probable— que tenga más dinero que tu esposo? La Biblia dice: «Quien ama el dinero, de dinero no se sacia. Quien ama las riquezas nunca tiene suficiente. ¡También esto es absurdo!» (Eclesiastés 5: 10).
  2. Ya quiero irme de casa. ¿Pero cómo sabes que no te irá peor? Lo malo es que muchas veces así sucede. Casarte para irte de tu casa es una razón equivocada para contraer matrimonio.
  3. Ya se me está pasando el arroz. El amor no es exclusivo de una etapa de la existencia humana. Se puede disfrutar en diferentes momentos. Lo más importante es estar preparados para disfrutarlo de la mejor manera.
  4. Mi novia parece una muñeca. La belleza física es pasajera. ¿La vas a seguir queriendo cuando ya no tenga el mismo encanto? Tarde o temprano, eso va a suceder.
  5. ¡No puedo estar sin ella! Mi novia es muy apasionada y me enciendo cada vez que estoy a su lado. ¿Y qué vas a hacer cuando disminuya el fuego de la pasión? Por eso es mejor concentrarse en el carácter: ¿Puedes depender de esa persona? ¿Es bondadosa? ¿Lleva una buena relación con sus padres? ¿Es emocionalmente estable?
  6. Lo que pasa es que ya tuvimos relaciones sexuales. Uno de los grandes problemas de las relaciones sexuales premaritales es que nublan la razón y así es muy difícil tomar decisiones sabias. Además, el sexo antes del matrimonio puede acarrear consecuencias que no favorecen la estabilidad emocional, como los embarazos no deseados y las enfermedades venéreas.
  7. Todas mis amigas ya se casaron, menos yo. Creer que el matrimonio es el final de una historia de amor es un patético concepto telenovelesco. En realidad, la vida matrimonial es el inicio de un nuevo ciclo para compartir la vida con otra persona. Mejor pregúntate, ¿a cuántas de tus amigas les ha ido bien? No dejes que la presión social te obligue a tomar una decisión equivocada.
  8. No es la mejor persona, pero sé que por amor cambiará. Dios es el único que puede transformar el corazón humano (Ezequiel 36: 25-27). Lo malo es que la gente no siempre acepta sus invitaciones.
  9. Sé que si no es con él/ella no será con nadie más. Encapricharse con una persona nubla la facultad de tomar decisiones sabias. Este tipo de actitudes te hará perder grandes oportunidades.
  10. Aunque no la/lo amo, es una buena persona. ¿Y entonces para qué te vas a casar? Tarde o temprano te vas a cansar de tu pareja. Lo peor de todo es que tú lo sabías desde el principio.
  11. Todo el mundo me dice que hacemos una linda pareja. ¿Es ese el mejor criterio para casarte? La gente dice muchas tonterías. Por eso, la Biblia advierte: «Hay caminos que al hombre le parecen rectos, pero que acaban por ser caminos de muerte» (Proverbios 14: 12).
  12. Me siento solo y tengo demasiados problemas. El matrimonio no arreglará tus problemas emocionales. Incluso puede llegar a incrementarlos. Si no estás contento contigo mismo, lo mejor es que resuelvas tus conflictos antes de amargarle la vida a otra persona.

Adaptado de Alejandro Medina V., «Doce razones para casarte con la persona equivocada», Expresión Joven, México, D. F. Febrero de 2012, págs. 8-10.

A veces, por ciertas circunstancias, el ser humano intenta fragmentar su unidad y, al hacerlo, origina consecuencias catastróficas. Por ejemplo, si una persona come con prisa y, mientras su cuerpo se nutre, su mente sigue trabajando en algún problema, más tarde o más temprano, va a terminar con úlcera de estómago.22 Lo mismo sucede con la actividad sexual. No hay modo de separar las facultades físicas, mentales y espirituales. Cuando los esposos se relacionan íntimamente, lo hacen en su unidad tridimensional y ese tipo de relación les produce seguridad, satisfacción y realización.

Pero vivimos en una sociedad que ha banalizado el sexo. Hoy la cultura es practicar el sexo por el sexo en sí. Se limita al aspecto físico y, tal vez, de una u otra forma involucre las facultades mentales. Nada más. La sociedad ha determinado lo que es «bueno» para ella, sin preocuparse del plan de Dios y olvidando la estructura de su propio ser. El resultado es desastroso. Tal vez el cuerpo y la mente acepten la presión de la cultura, pero el espíritu no, porque es la impronta de Dios en el hombre. No depende de él. Y si insiste, corre el riesgo de padecer «úlceras emocionales» que lo incapacitan para disfrutar del sexo en el matrimonio. Las consecuencias naturales de la insatisfacción son la depravación y las aberraciones sexuales.

Pablo describe la actitud de los seres humanos de una manera dramática: «Me explico: lo que se puede conocer acerca de Dios es evidente para ellos, pues él mismo se lo ha revelado. Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó, de modo que nadie tiene excusa. A pesar de haber conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se extraviaron en sus inútiles razonamientos, y se les oscureció su insensato corazón. Aunque afirmaban ser sabios, se volvieron necios y cambiaron la gloria del Dios inmortal por imágenes que eran réplicas del hombre mortal, de las aves, de los cuadrúpedos y de los reptiles. Por eso Dios los entregó a los malos deseos de sus corazones, que conducen a la impureza sexual, de modo que degradaron sus cuerpos los unos con los otros. Cambiaron la verdad de Dios por la mentira, adorando y sirviendo a los seres creados antes que al Creador, quien es bendito por siempre. Amén. Por tanto, Dios los entregó a pasiones vergonzosas. En efecto, las mujeres cambiaron las relaciones naturales por las que van contra la naturaleza. Así mismo los hombres dejaron las relaciones naturales con la mujer y se encendieron en pasiones lujuriosas los unos con los otros. Hombres con hombres cometieron actos indecentes, y en sí mismos recibieron el castigo que merecía su perversión» (Romanos 1: 19-27).

Nuestra generación ha perdido el rumbo de su propia naturaleza. Vive casi en función del placer físico. Gasta anualmente en pornografía la fabulosa suma de trece mil millones de dólares (solo en Estados Unidos). Es difícil abrir el ordenador sin que aparezca una llamada a la pornografía. Se escriben libros, se componen canciones y se producen películas teniendo muchas veces el sexo como tema central. Casi no se encuentra un anuncio publicitario que no apele al sexo para vender su producto. El ser humano ha iniciado una carrera loca en busca de un sentido para la vida sexual. Nada lo satisface. En esa busca desequilibrada, cae muchas veces en la perversión y la depravación. Todo esto porque desconoce la esencia de su propio ser.

A pesar de ello, es posible establecer hogares felices y traer hijos al mundo como frutos del amor que une a la pareja; pero, al mismo tiempo, es necesario que la pareja busque a Dios y permita que el Autor de la vida ponga en orden el mundo interior de cada miembro de la familia. Solo transformados por Jesús, hombre y mujer estarán en condiciones de trabajar en favor de la felicidad del otro y el resultado será la propia felicidad.

Ahora bien, las personas que forman familias monoparentales o que, por su propia decisión, han decidido vivir solas, no han de olvidar que tienen que combatir al mismo enemigo que las parejas de matrimonios: el egoísmo. Si lo dejamos crecer, causará estragos en la vida de aquellos que están solos. De ahí que sea muy importante involucrarse en actividades de convivencia social y apoyo a los demás que les permita formar hábitos de abnegación. Asimismo, el poder de Dios permitirá a la gente que vive en tales circunstancias sentirse plenamente realizada y feliz en la forma que ha decidido organizar su vida.

NOTAS

1. P. Fagan, R. Rector, Consecuencias del divorcio en Estados Unidos, Santiago de Chile: Universidad Finis Terrae, 1999, pág. 11.

2. Ibíd., pág. 15.

3. Fagan, págs. 20-21.

4. Wisconsin Department of Health and Social Services, Division of Youth Services, «Family Status of Delinquents in Juvenile Correctional Facilities in Wisconsin», Abril de 1994.

5. R. Whelan, Broken Homes & Battered Children: A Study of the Relationship between Child Abuse and Family Type, London: Family Education Trust, 1994, pág. 29.

6. M. Wilson, M. Daly, The Risk of Maltreatment of Children Living with Stepparents, Nueva York: Ed. Aldine de Gruyster, 1987, págs. 215-232.

7. Agénor de Gasparin, La famille. Ses devoirs et ses douleurs, Vol. II, París: Michel Lévy Frères, 1869, pág. 66.

8. L. A. Shökel, Diccionario bíblico hebreo-español, Madrid: Trotta, 2008, pág. 556.

9. Génesis 17: 10-14; Levítico 12: 3; Deuteronomio 10: 16; Romanos 2: 29; Filipenses 3: 3; Colosenses 2: 11.

10. 2 Corintios 11: 2; Efesios 5: 23; Apocalipsis 21: 9.

11. Génesis 1: 28.

12. Génesis 1: 29.

13. Génesis 2: 15.

14. Génesis 2: 3.

15. Génesis 1: 28.

16. Génesis 1: 27-28.

17. Génesis 2: 24.

18. Proverbios 5: 18-19.

19. Hebreos 4: 12; Deuteronomio 6: 5; 30: 10.

20. Salmo 44: 25.

21. Eclesiastés 9: 5-6, 10.

22. C. D. Spielberger, M. S. Moscoso, «Reacciones emocionales del estrés: ansiedad y cólera», Avances en Psicología Clínica Latinoamericana, Bogotá, 1996, págs. 59-66.