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Mujeres menos conocidas de la Biblia

La hija de Faraón

Descubrió a Moisés en el río, después de que su padre, el faraón, promulgara el decreto de muerte para los bebés varones israelitas (Éxodo 1–2). Sabía que el recién nacido era «un niño hebreo» (Éxodo 2: 6), pero fue en contra del decreto y pagó a una nodriza para que lo cuidase, sin saber que esta era la propia madre del niño. Después lo adoptó como su hijo. Con frecuencia, el instinto maternal mueve a compasión a las mujeres, llevándolas a hacer cosas aparentemente contrarias a la lógica. El acto de salvar a ese bebé, de proveer para su crecimiento y de considerarlo como si fuera su propio hijo son tres de los mayores regalos que una mujer puede hacerle al mundo. Aun si no tiene hijos o tiene una profesión fuera de su hogar, siempre estará llamada a cuidar de los niños de su entorno. De la misma manera, las mujeres cristianas ven en la hija del faraón cómo Dios trabaja incluso en aquellos que dicen no conocerlo. Gracias a esta mujer pagana que permitió que Dios tocase su corazón, el pueblo de Dios pudo tener un libertador años más tarde.

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