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La verdad y la fe

Mirian Montanari Grüdtner

«Jesús le dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí.» Juan 14: 6.

«¡Tengan fe!», «¡Con fe todo se resuelve!». Seguro que has oído estos eslóganes. Se ha puesto de moda hablar de la fe.

Todo el mundo quiere tener fe, pero pocos saben lo que realmente es… Desear algo y repetir 50 veces «lo conseguiré» no es fe, es pensamiento positivo. Pedir algo sin preocuparse de que sea la voluntad de Dios y creer mucho que se va a conseguir no es fe, es arrogancia.

¿Qué es la fe? ¿Creer ilógicamente en la ocurrencia de lo improbable y en algo sin pruebas y sin sentido? No. La fe es nuestra respuesta basada en un cierto conocimiento de la verdad.

Pero ¿qué es la verdad? Juan 14: 16 responde que Jesús es la verdad. El conocimiento de Él es lo que, de hecho, hace brotar la verdadera fe y la fortalece.

No podemos sustituir esa verdad por los sentimientos. Los sentimientos no sostienen la fe. Necesita de la convicción para que sea fortalecida.

El peligro de tener fe sin conocimiento, de dejarse llevar por el sentimentalismo, es que nos deja en peligro de creer en cualquier cosa. El peligro de este tipo de fe es que le daremos a Dios el tamaño de nuestros sentimientos mediocres. Y cada vez que Dios no nos responda como creemos que debería hacerlo, nos decepcionaremos, una y otra vez, hasta que ya no encontremos razones para creer en Él.

Por eso necesitamos estar completamente cimentados en la verdad que es Cristo. Y es por eso que Satanás trata de obstaculizar nuestra relación con Dios: no quiere que busquemos la verdad, sino que tengamos fe sin el uso de la razón. Siguiendo este camino, le damos cada vez más espacio y nos alejaremos de Dios, terminando en la perdición.

La verdadera fe implica el conocimiento de Dios, pero también la apropiación de este conocimiento generando una transformación en nosotros. El conocimiento y la convicción por sí solos no son suficientes para la fe genuina, pues incluso los demonios creen. Si quieres tener fe, necesitas tener comunión con Dios para conocerlo, para conocer sus promesas y sus propósitos; necesitas decidir obedecerlo y hacer de esto una práctica diaria, reclamando sus promesas.

Aumentamos nuestra fe a medida que comprendemos la verdad. La fe se origina en un corazón tocado por la gratitud, el amor y la bondad de Dios. La Biblia siempre muestra que la fe proviene de las iniciativas de Dios. La fe de Abraham, por ejemplo, fue una respuesta a las maravillosas promesas que Dios le hizo. Pablo dice que se basa en nuestra percepción de lo que Cristo ha hecho por nosotros.

¿Qué tal si nos aventuramos como nunca a profundizar nuestra fe a través del conocimiento del Dios que nos ama, que nos da la esperanza de un mundo mejor y que nos permite llegar a él?

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