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El propósito de Dios para ti

Mirian Montanari Grüdtner

«Por lo tanto, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro verdadero culto. No os conforméis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.» Romanos 12: 1-2.

Respóndase a sí misma: ¿sabes por qué existes? ¿Para qué te creó Dios? Desde la creación del mundo, Dios tenía un gran propósito en mente para la vida de cada una de sus criaturas: que le honraran siendo obedientes, felices, alegres y saludables.

Pero llegó el pecado, y con él la desobediencia, la infelicidad, la tristeza y la enfermedad. ¿Sabes cuál fue el mayor esfuerzo de Satanás? Hacer a los hijos de Dios desobedientes, infelices, enfermos, tristes, quejumbrosos y victimistas para que culpen a Dios y lo deshonren.

Pero Dios, tan sabio y misericordioso, lo hace todo para que percibamos claramente el conflicto del bien y el mal y nos situemos en el lado correcto y aceptemos el proceso de regeneración. Entonces Él convierte nuestras desgracias en bendiciones. ¿Cómo? Haciéndonos más abiertos y sensibles al crecimiento que Él desea para nosotros.

¿Has vivido alguna vez un momento crucial en el que ya no veías ningún sentido a la vida y la muerte parecía la mejor salida?

A los treinta años, pasé por esa dolorosa experiencia. Al principio dudaba de que Dios pudiera existir o, aunque lo hiciera, creía que no se preocupaba por mí. Pero Él, con su forma quirúrgica de actuar, me mostró todo lo que necesitaba para redescubrir el sentido de la vida y ser cada vez una mejor persona. Fue entonces cuando empecé a escribir libros.

Uno de mis textos favoritos es Romanos 12: 1-2. Estos versículos contienen el llamado del apóstol Pablo para que ofrezcamos nuestras vidas en sacrificio al Señor. Proponen una vida intencional, racional y activa de relación con Dios.

Tenemos una invitación a no moldearnos, es decir, a no tomar la forma del mundo. Es una invitación a ser diferentes de lo que somos, a cambiar la forma actual y adoptar el modelo celestial. Después de esta exhortación, hay una promesa: experimentaremos la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

¿Deseas experimentar esta buena voluntad de Dios, agradable y perfecta? Ofrécete a Dios en sacrificio vivo y nunca aceptes ser moldeado por la forma terrenal. Comprométete cada día con la contemplación de Aquel que realiza la más completa regeneración. Así estarás cumpliendo el propósito de Dios para tu vida.

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