Lección 10
Apocalipsis 21: 1-7; 22-23; 22: 1-5,12-14 y, mientras lees el relato bíblico, anota las frases o palabras que te llamen la atención.
Escribe la frase que más te sorprenda en toda la escena y explica por qué la elegiste.
ESTUDIEMOS
Después de un periodo especificado como de «mil años», el secuestrador, la serpiente, «el diablo, que los engañaba» (Apocalipsis 20: 10) es destruido para siempre. Entonces, la tierra es recreada y llega a ser la Nueva Tierra (lee el capítulo 21 y 22). Es muy significativo que nuestro hogar permanente será el mismo lugar donde estuvimos al principio porque esa era una de las responsabilidades del pariente redentor. ¿Recuerdas que tenía que redimir la propiedad que había sido entregada por su pariente en desgracia? «Si tu hermano empobrece y vende algo de su posesión, entonces su pariente más próximo [Go'el] vendrá y rescatará lo que su hermano haya vendido» (Levítico 25: 25). Jesús, nuestro Pariente Redentor, no solo nos rescató a nosotros al pagar el precio del rescate, sino que también recuperó nuestra propiedad (la Tierra). ¡Todo esto es tan maravilloso y emocionante! ¡Faltan las palabras para describirlo! ¡La Biblia completa el círculo mediante la sangre del Cordero!
Cuando abrimos el libro de Apocalipsis, inmediatamente nos encontramos con el lenguaje usado al comienzo de las Escrituras. Por ejemplo: «Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en medio del paraíso de Dios» (Apocalipsis 2: 7, el destacado es nuestro). «Árbol de la vida» y «paraíso» son términos que encontramos en Génesis 2, cuando Dios preparaba la hermosa «residencia» para sus hijos amados. El árbol de la vida también se menciona en Génesis 3, pero con la triste noticia de que los humanos no tendrían más acceso a él debido a que ahora habían de morir. Sin embargo, cuando se revela el ministerio de Jesús en una dimensión cósmica, nuevamente comenzamos a ver y oír el mismo lenguaje. Cuando comenzamos a leer el capítulo 21, Juan anuncia: «Vi un cielo nuevo y una tierra nueva […] y el mar ya no existía más» (vers. 1). Para el mundo mediterráneo del primer siglo, el mar era el lugar donde residía el mal. Ahora no existe más el mal. Y se escucha una gran voz desde el trono que anuncia el cumplimiento final del pacto divino que había sido prometido en varias formas y en diversos momentos a través de la Biblia. Pacto que siempre prometía la morada de Dios con su pueblo: «Y oí una gran voz del cielo, que decía: “El tabernáculo de Dios está ahora con los hombres. Él morará con ellos, ellos serán su pueblo y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto ni clamor ni dolor, porque las primeras cosas ya pasaron"» (Apocalipsis 21: 3-4). La presencia de Dios con su pueblo ha sido el tema central a través de la historia de la humanidad. Los humanos fueron creados para estar con él ¡porque son sus hijos! Y este hecho se nos recuerda a través de todo el Antiguo Testamento. «Yo pondré mi morada en medio de vosotros […]. Andaré entre vosotros: seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo» (Levítico 26: 11-12).
Más aún, Dios diseñó la forma en que su pueblo experimentaría su presencia: en el tabernáculo del desierto y, posteriormente, en el templo. Dios manifestó la gloria de su presencia en estas estructuras sagradas. Cuando Jesús se encarnó, vino a morar, a “tabernacular” (la palabra que se traduce como ‘morar’ es la misma que se traduce como ‘tabernáculo', pero en forma verbal) entre nosotros, y nuevamente «vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad» (Juan 1: 14, RVR 1960). Jesús era la representación suprema de la gloria de Dios (lee Hebreos 1: 1-3). En la Tierra Nueva, el tabernáculo de Dios está entre los humanos porque él mora con ellos para siempre. No hay necesidad de un templo porque Dios está en medio de ellos. «No vi ningún templo en la ciudad, porque el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero son su templo» (Apocalipsis 21: 22, NVI). Finalmente, Dios está de nuevo con sus hijos, a quienes había perdido en el paraíso. El pacto de Dios le fue dado a Adán, Noé, Abraham, Moisés y David, según las Escrituras. Estos hombres del pasado recibieron señales del pacto y vislumbres de su constante desarrollo. Cuando nosotros lleguemos a la Tierra Nueva, el pacto se completará y experimentaremos su más extraordinaria realidad al recibir la filiación divina. ¡Somos, de hecho, hijos de Dios! ¡Dios estará con nosotros y nosotros estaremos con él! ¡Reunidos! ¡Para siempre! El cumplimiento de esta última realidad será anunciado por Dios mismo (ver Apocalipsis 21: 7). ¿Te imaginas la escena cuando veamos lo que Juan vio?
Llena los espacios en blanco con tu nombre:
«Yo,, vi un nuevo cielo y una nueva tierra; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron. […] Y yo, , oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios» (paráfrasis de Apocalipsis 21: 1-3).
COMPRENDAMOS
LA NUEVA TIERRA Y EL PARAÍSO: El último libro de la Biblia termina con la escena de la humanidad redimida regresando al árbol de la vida. El círculo se ha completado: «Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones» (Apocalipsis 22: 1-2). El mismo árbol que Dios plantó en el paraíso en el principio, está de vuelta. ¿Recuerdas cómo Jesús le prometió el paraíso al criminal que pendía de la cruz? Pues aquí estamos, frente al árbol de la vida, cuyo fruto es descrito con vívidas y sabrosas palabras.
Entonces Juan declara la séptima y última bienaventuranza en el libro: «Bienaventurados los que lavan sus ropas para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad» (vers, 14, el destacado es nuestro). La expresión «lavar sus ropas» ya ha sido explicada anteriormente en el libro: «Han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero» (Apocalipsis 7: 14). Los bienaventurados tienen ahora derecho al árbol de la vida —símbolo de inmortalidad— porque han lavado sus ropas en la sangre del Cordero, aceptando el rescate pagado por el Go'el. Esta es la única razón por la que tienen derecho a volver al árbol de la vida; el mismo árbol que los humanos perdieron cuando siguieron al secuestrador.
«Claramente uno de los árboles está a ambos lados del río. Esta es una alusión al Jardín del Edén con el árbol de la vida a orillas del río que corría por el huerto (Génesis 2: 9). Comer del árbol de la vida en el Edén, significaba “vivir para siempre” (3: 22). Fue después que Adán y Eva fueron expulsados del jardín que se les prohibió aproximarse al árbol de la vida y comer de él (3: 23-24). El árbol de la vida en la Nueva Jerusalén simboliza la vida eterna, libre de la muerte y el sufrimiento. En la nueva tierra —el Jardín del Edén restaurado— el árbol de la vida ya no está más prohibido; está localizado en el medio de la Nueva Jerusalén y todos los redimidos tienen acceso a él. Nuevamente los seres humanos comparten el don de la vida eterna del que Adán gozaba antes que el pecado entrara en el mundo. Todo lo que se perdió con Adán, se recupera mediante Cristo» (Stefanovic, Revelation of Jesus Christ, págs. 592-593).
EL PACTO Y LA PRESENCIA DE DIOS CON NOSOTROS: Hemos estudiado cómo Dios hizo un pacto para rescatar a sus hijos, y cómo, a través de los siglos, seguía proveyendo nueva información acerca de este pacto. Constantemente repetía la frase que les recordaba su compromiso con la raza humana: «Yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo». Como mencionábamos en la sección anterior, esta frase es usada muchas veces en el Antiguo Testamento (ver Levítico 26: 11-12). El hecho de que estaremos nuevamente con Dios, y en íntima comunión con él, se resalta por el uso de adjetivos posesivos: «Y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismos estará con ellos como su Dios» (Apocalipsis 21: 3, el destacado es nuestro), una frase que es consistente con las declaraciones anteriores (ver Levítico 26: 11; Ezequiel 37: 27).
«Él es su Dios (Ezequiel 36: 28; Hebreos 11: 16). Hay un vínculo íntimo. En la visión de Ezequiel, el nombre de la ciudad es: “Aquí habita el Señor” (Ezequiel 48: 35, NVI). Juan describe el cumplimiento de lo que el profeta había visto» (Morris, Revelation, pág. 238). Al comentar Apocalipsis 21: 3-4, Stefanovic agrega: «Los redimidos en la nueva tierra serán su “pueblos". Esta es la promesa que fue dada originalmente al pueblo de Israel: “Y pondré mi morada en medio de ellos […] y andaré entre vosotros, y yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo” (Levítico 26: 11, 12; ver Éxodo 29: 45; Jeremías 30: 22). “Habitaré entre ellos, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo” (Ezequiel 37: 27). [Pero] Juan cambia del singular “pueblo” al plural “pueblos". El plural indica la inclusión de todos los hijos de Dios de todas las edades —"de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas” (Apocalipsis 7: 9)— en la población de la nueva tierra» (Stefanovic, Revelation of Jesus Christ, pág. 577).
¡Él es nuestro Dios y nosotros somos su pueblo! ¡Y está con nosotros! Este vínculo íntimo que teníamos desde el principio con Dios cuando visitaba a sus hijos en el Jardín del Edén (Génesis 3: 8), se hace realidad una vez más en la Tierra Nueva. Siempre ha estado de nuestro lado y a nuestro lado: «Emanuel […] Dios con nosotros». En su Evangelio, Mateo nos dice que Jesús era la encarnación de la presencia de Dios con nosotros: «Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros» (Mateo 1: 22-23). Y al final de su Evangelio, las palabras de Jesús nos recuerdan su presencia con nosotros hasta el mismo fin: «Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mateo 28: 20). En Apocalipsis 21: 3, se nos confirma su presencia junto a nosotros para siempre. Ha cumplido su promesa de acompañarnos durante todo el camino de nuestro retorno al hogar. Nunca nos abandonó… porque EL AMOR NUNCA DEJA DE SER…
REFLEXIONEMOS
Tengo buenas y malas noticias para ti: ¿Cuáles quieres que te diga primero? Yo, generalmente, prefiero primero las buenas noticias, esperando que las mismas superen en importancia a las que le siguen. «Aunque es cáncer, es curable». Estas eran las buenas noticias. ¡Alabado sea el Señor! ¡Gracias! ¡Gracias! Pero, ¿cuáles eran las malas noticias?
Todo comenzó el Día de la Madre de 2011. Mis padres, mi esposo y yo estábamos celebrando ese día especial en un restaurante. Durante la comida, mi padre nos mostró una inflamación extraña que tenía en el cuello. Mencionó que no sabía si había sido el estiramiento de algún músculo o alguna otra cosa, pero la hinchazón había crecido en cuatro días al tamaño de una pelota de golf. Le hice prometer que iría a ver al médico esa misma semana. Ocurre que él, como mi madre, es un sobreviviente de cáncer; había sobrevivido a dos tipos de cáncer y estaba marchando muy bien. Al informarse de los resultados, ocurrió lo impensable. Tenía un tercer tipo de cáncer localizado en el sistema linfático, pero no sabíamos mucho más acerca del problema. Después de varios exámenes y una biopsia, llegaron las buenas noticias y las malas. Las buenas noticias eran que había grandes posibilidades de supervivencia; se lo consideraba un cáncer plenamente curable. La ciencia ha avanzado en el tratamiento del cáncer y los porcentajes que nos presentaron estaban a su favor. ¿Cuáles eran las malas noticias? Tendría que soportar varios meses de quimioterapia con sus dificultades y efectos secundarios. Sí, tendría que sufrir mucho durante los siguientes meses, prácticamente hasta final de año. ¡Pero las buenas noticias superaban en importancia a las malas! Cuando se terminaran los sufrimientos, probablemente, ¡el cáncer también se habría terminado! Mientras escribo estas guías de estudio de la Biblia, en 2012, mi padre está libre de cáncer. ¡Las únicas noticias que quedaron son las buenas! ¡Y una vez más alabo al Señor!
El libro de Apocalipsis (la revelación de Jesucristo) revela el resultado final, ¡y son buenas noticias! ¡Estaremos de regreso en el paraíso! ¡Y no es una posibilidad, sino una seguridad mediante la sangre del Cordero! Por el pecado, la humanidad tuvo que pasar por sufrimientos y dificultades, ¡pero las buenas noticias superan de lejos a las malas! ¡La «última palabra» de la Biblia (el Apocalipsis) está allí para animarnos!
Escribe una historia de tu vida que te venga a la mente en este momento:
Dios nos regaló una celebración sabática cada siete días (como un jubileo semanal, ver la lección 4), para recordarnos que él, nuestro Creador, es también nuestro Redentor, nuestro Libertador y nuestro Proveedor, y que podemos descansar en su capacidad de hacernos regresar al Paraíso (Lee detalladamente Génesis 2: 2-3; Éxodo 16: 29-30; 20: 8-11; Deuteronomio 5: 12-15; Mateo 11: 28–12: 8; Hebreos 4: 8-10). ¿Por qué necesitamos un constante recordatorio de que podemos confiar en nuestro Go'el y descansar en su poder para rescatarnos y para rescatar nuestra tierra?
¿Por qué Dios nos da el regalo de una fiesta sabática recordatoria, y cómo se relaciona con la Nueva Tierra (ver Isaías 66: 23)?
Estamos viviendo entre la Creación y la Recreación. ¿Por qué necesitamos un descanso semanal centrado en Cristo y cómo este descanso sabático nos recuerda la Creación pasada y la Recreación futura? (ver Hebreos 4: 9-10).
Repite estas palabras de la Escritura en voz alta:
«Venid a mí, todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga» (Mateo 11: 28-30).
VEAMOS A JESÚS EN LAS ESCRITURAS
Leamos otra vez Apocalipsis 21: 22-23: «En ella no vi templo, porque el Señor Dios Todopoderoso es su templo, y el Cordero. La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella, porque la gloria de Dios la ilumina y el Cordero es su lumbrera ». Siempre me han intrigado estas declaraciones: el Cordero es el templo y es la luz.
El hecho de que Jesús es la Luz del mundo ha sido desarrollado por muchos autores, especialmente por Juan en su Evangelio, y lo hace desde el mismo comienzo (ver Juan 1: 1-5). El Verbo era Dios y fue el agente activo de la Creación. Él mismo era la «vida» (vers. 4). No solo daba vida, sino era la vida. Y siguiendo con el orden de la Creación (ver Génesis 1: 3-5), Juan habla acerca de la luz; dice que el Verbo era vida y que esa vida llegó a ser «la luz de los hombres» (vers. 4). Y como ocurrió en la Creación, cuando la luz apareció, las tinieblas fueron evidenciadas (vers. 5; ver también Juan 3: 18-21). Juan continúa diciendo que «la luz verdadera […] alumbra a todo hombre» (vers. 9). Cada persona tiene la oportunidad de aceptar o rechazar la Luz. Pero entonces nos dice que cuando la Luz vino a lo suyo, a su propio hogar, los que estaban en el hogar no lo recibieron. ¡Qué tragedia! Se supone que el hogar es el lugar donde todos conocen tu nombre. El Verbo, el Dador de la vida, el Dador de la luz, venía a este mundo: «En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por medio de él; pero el mundo no lo conoció. A lo suyo vino, pero los suyos no lo recibieron» (vers. 10, 11). Estas son las malas noticias. Pero también hay buenas. Algunos aceptaron la Luz. Y a los que le recibieron porque creyeron en él, les dio un regalo, una nueva identidad: hijos de Dios. En una de sus declaraciones de «Yo Soy» que se encuentran en este Evangelio, Jesús dice claramente: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida» (Juan 8: 12; ver también 9: 5). En Apocalipsis, Juan revela que el Cordero es la Lumbrera de la Nueva Jerusalén. ¡Jesús nos ilumina desde el Génesis hasta la eternidad!
Juan, en su Evangelio, también desarrolla el tema de Jesús como el Tabernáculo de Dios: « Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros lleno de gracia y de verdad; y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre» (Juan 1: 14). Las palabras usadas en este versículo son de la mayor importancia. Primeramente, la elección por parte de Juan de la palabra carne, tiene la intención de destacar el hecho de que el Verbo no tenía solamente una apariencia espiritual sino un cuerpo físico real. Jesús es plenamente Dios y plenamente hombre. En segundo lugar, la palabra habitó, tiene el significado de acampar, o en el lenguaje propio del Antiguo Testamento, hizo su tabernáculo en medio de nosotros. Esta es una palabra clave porque hace referencia al tabernáculo, al santuario del desierto, el lugar donde la presencia de Dios residía en medio del pueblo. Juan quiere que sus lectores capten y entiendan la conexión de este término con el tabernáculo construido por Moisés en el desierto. Inmediatamente, usa otra palabra, gloria, que también guarda relación con el tabernáculo: «Entonces una nube cubrió el Tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el Tabernáculo» (Éxodo 40: 34). Ahora el tabernáculo es su carne y vemos la gloria de Dios a través de Jesucristo. Él es la plena revelación de la gloria de Dios. Más aún: su mayor gloria es la cruz, donde Dios se revela más plenamente. Cuando la humanidad pecó, Dios encontró la manera de continuar su relación con nosotros: diseñó la idea del tabernáculo-santuario-templo, donde, a través de los servicios y sacrificios que se hacían allí, podía mostrar su plan y permitirnos entender la redención que Cristo lograría en nuestro favor. Cuando Cristo vino a esta tierra, fue el «tabernáculo» entre nosotros, y pudimos ver más claramente la gloria de Dios. Cuando Jesús ascendió al cielo, dejó a los miembros de su iglesia como templos, a través de los cuales su gloria podría ser revelada. Entonces, en la Nueva Jerusalén, ¡el Cordero es el templo para siempre! ¡Verdaderamente, él es Emanuel, Dios con nosotros! ¡Quiere estar cerca de nosotros para siempre!
RESPONDAMOS A LA MARAVILLOSA RESTAURACIÓN DE DIOS
Es imposible describir adecuadamente la Tierra Nueva. Solamente podemos imaginar la Voz que declara todos los beneficios que serán nuestros cuando Dios more con sus hijos para siempre. Piensa en esto: ¡solo la abolición de los efectos del pecado es suficiente para que tu corazón comience a volar! ¡La muerte, el llanto y el dolor son historia!
La Biblia finaliza con una invitación que quiero ofrecerte. Es la decisión más importante de tu vida: ven a Jesús, acéptalo como tu Salvador personal y conviértete en su discípula. «El Espíritu y la Esposa dicen: «"¡Ven!” El que oye, diga: “¡Ven!” Y el que tiene sed, venga. El que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida» (Apocalipsis 22: 17). Así que, la pregunta es: ¿Quieres aceptar su sacrificio, realizado en tu favor, y recibir tu nueva identidad como hija de Dios? ¿Quieres beber del agua de la vida gratuitamente? Si es así, por favor, responde con una confesión de tu fe en Jesús como tu Go'el, y de tu confianza plena en que es capaz de rescatarte a ti y a tu tierra. Él pagó con su vida tu vida eterna para que la puedas recibir sin costo alguno.
Esto no es un cuento de hadas. Es la historia real de la humanidad desde su principio hasta la eternidad. Es el círculo completo desde la creación a la redención. Y solo es posible porque nuestro Go'el pagó el costoso rescate. ¿No te sorprende tal amor? Esta es la historia del inesperado y exitoso rescate de los hijos de Dios. La restauración del paraíso está asegurada mediante la sangre de Jesús. Por siempre estudiaremos la maravillosa gracia de Dios, quien no se resignó a pasar la eternidad sin nosotros, sus amados hijos. Y ahora ya conocemos el fin de la historia: ¡Y Dios y sus hijos vivieron felices para siempre! ¡Amén!