Lección 3
ESTUDIEMOS
Génesis 3: 1-15; 21-24 y, mientras lees el relato bíblico, anota las frases o palabras que te llamen la atención
El secuestrador y engañador tomó la forma de una serpiente (lee Génesis 3: 1). Era una figura atractiva, porque este animal era hermoso, y la primera mujer quedó embelesada. Comenzó a conversar con este bello animal sin comprender que estaba muy cerca de traspasar el límite que la protegía. Además de la atractiva belleza usada por el engañador, las tácticas del secuestrador reflejan métodos muy habilidosos y bien pensados. La primera frase usada por la serpiente es una expresión de gran sorpresa de su parte por lo que Dios había dicho, a la que, además, incorpora una exageración: «¿Conque Dios os ha dicho: “No comáis de ningún árbol del huerto"?» (Génesis 3: 1). Por supuesto, Dios había dicho exactamente lo contrario: podían comer de cualquier árbol del huerto, excepto de ese (Génesis 2: 16-17). Los secuestradores siempre han sido y seguirán siendo engañadores muy hábiles.
Aunque esta conversación se produce entre el secuestrador y Eva, la primera mujer (ver Génesis 3: 20), todo el diálogo utiliza pronombres en plural: «os» «nos». Ella es la representante de la primera pareja y responde por sí misma, por su esposo y, en última instancia, por toda la humanidad. Ella decide que debe «corregir» al secuestrador porque su declaración no ha sido cierta (lo cual la debería haber alertado de lo que estaba pasando). Su corrección establece: «Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: “No comeréis de él, ni lo tocaréis, para que no muráis"» (Génesis 3: 2-3). Entonces, el secu estrador realiza una aseveración falsa exactamente opuesta a lo que Dios había dicho: «Entonces la serpiente dijo a la mujer: “No moriréis"» (vers. 4). ¡Esta es la mayor mentira! Dios había dicho «Ciertamente morirás» (2: 17). Y el engañador continúa explicando los pensamientos de Dios como si estuviera «desenmascarando» sus verdaderos motivos: «Pero Dios sabe que el día que comáis de él serán abiertos vuestros ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y el mal» (vers. 5). ¡Esto era demasiado! Vais a ser como dioses y podréis decidir por vosotros mismos lo que es bueno y lo que es malo. ¡Ya no necesitaréis al Creador! Podréis tener discernimiento propio, independencia moral. ¿Por qué permanecer cautivos de este maltrato que no os permite alcanzar vuestro verdadero potencial? ¡Podéis hacerlo mucho mejor solos! ¿Te suena conocido?
La mujer miró de nuevo al árbol: «Al ver la mujer que el árbol era bueno para comer, agradable a los ojos y deseable para alcanzar la sabiduría […]» (Génesis 3: 6). ¿Para alcanzar la sabiduría? ¿De dónde sacó eso? Por supuesto, del secuestrador. Ahora, la niñita de Dios ya estaba pensando como el engañador. Así que, extendió el brazo y «tomó de su fruto y comió; y dio también a su marido, el cual comió al igual que ella». ¡No! ¿Por qué pensaron que eso era sabiduría? ¿Por qué no se quedaron con la Fuente de la sabiduría y la vida? En el lenguaje hebreo la descripción del pecado de Adán y Eva está compuesta de ocho palabras que cambiarían la historia del universo. Después de hablar con el secuestrador, Eva cayó en la trampa de creer que podía tener discernimiento moral sin Dios y llegar a ser «más sabia». De esa manera, traspasó el límite de la protección divina, comió del fruto prohibido y se lo ofreció a su marido, quien también comió. El de ella fue un pecado de iniciativa; el de él, de acatamiento, de consentimiento tácito.
¡Los hijos de Dios habían sido SECUESTRADOS! ¿Puedes imaginarte la escena?
Llena los espacios en blanco con tu propio nombre:
« oyó la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y. se escondió de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó a, y le dijo: ¿Dónde estás tú? respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo» (Paráfrasis de Génesis 3: 8-10).
COMPRENDAMOS
LA CAÍDA EN LA SUFICIENCIA PROPIA: Los hijos de Dios eligieron separarse de la protección moral de su Creador. Creyeron en una mentira y el pecado entró en nuestro mundo. El resultado no fue lo que ellos esperaban. La hierba parece más verde del otro lado de la cerca… hasta que la cruzas.
«En lugar de conocer el bien y el mal, la pareja ahora descubre que están desnudos. Este conocimiento estaba muy lejos de lo que ellos habían planeado. Lo que anteriormente era una señal de una relación saludable entre el hombre y la mujer (2: 25), ahora se había transformado en algo desagradable y lleno de vergüenza. Aun la palabra para “desnudos” en 2: 25, es un poco diferente de la que se usa aquí, en 3: 7.
»La solución de la pareja a este nuevo enigma está llena de insensatez. Después de pecar, comenzaron a vivir con las consecuencias inmediatas de su pecado: la experiencia de la vergüenza y la pérdida de su inocencia (se dieron cuenta que estaban desnudos). Entonces intentaron solucionar el problema por sí mismos. En lugar de llevarlos nuevamente a Dios, su culpabilidad los llevó a buscar expiarse y protegerse por métodos propios: tenían que buscar cómo cubrirse» (Hamilton, The Book of Génesis, pág. 191).
¿Por qué piensas que la solución de la pareja fue tratar de arreglarlo por ellos mismos, en lugar de volver a Dios? ¿Crees que todavía lo seguimos haciendo?
EL DOLOR: De ahora en adelante, además del temor, la vergüenza y la culpa que resultaron de la caída, los hombres y las mujeres experimentarían dolor. Pero la maldición le correspondió a la serpiente: «Dios maldijo a la serpiente y a la tierra. No maldijo a los humanos, pero el dolor sería parte de sus esfuerzos por mantener la vida, tener hijos y producir alimento […]. Dios se dirigió a la serpiente diciéndole que sería maldita, se arrastraría sobre su vientre, y comería polvo. “Comer polvo” era una metáfora para tan exaltado animal […]. De ahora en adelante habría enemistad entre la serpiente y la mujer, y entre la descendencia de ambas.
»A la mujer Dios le dijo que incrementaría grandemente sus dolores ('itsabon) al tener hijos (3: 16). Consecuentemente, el hombre experimentaría dolor (‘itsabon) al trabajar la tierra para producir alimento para vivir. En ambos casos el término para dolor es el mismo. […] Entonces Dios no colocó más culpa en uno de ellos más que sobre el otro» (Hartley, Genesis, págs. 69, 70).
Además del dolor, ahora la humanidad era mortal: «Pues polvo eres, y al polvo volverás» (Génesis 3: 19). Sin embargo, hay esperanza, ya que ninguna de las consecuencias de la caída estará presente en la Nueva Tierra: «Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto ni clamor ni dolor, porque las primeras cosas ya pasaron» (Apocalipsis 21: 4). ¿Qué viene a tu mente cuando lees esto?
LA PROMESA: Nuestra historia sería la más triste y desesperante del universo si la Biblia se hubiese terminado en Génesis 3: 7. ¡Pero la Biblia no termina allí! Al contrario, allí comienza todo, pues en Génesis 3: 15 recibimos la primer promesa que nos trae esperanza. Es el anuncio de que no es el final de la historia:
«Unos pocos escritores judíos y los padres de la Iglesia encontraron en este versículo la comprensión de lo que un día sería cumplido por el Mesías, cuando un representante de todos los humanos aplastaría a la serpiente, la representante de todas las fuerzas que se oponen a Dios, con un golpe fatal. Esa victoria pondría fin a la enemistad entre la serpiente y la humanidad. Mientras la Escritura va revelando los designios de Dios, resulta claro que quien logrará semejante victoria es el Mesías […]» (Hartley, Genesis, pág. 69).
Esta promesa es el comienzo de lo que se llama «el pacto», la promesa que Dios hizo de redimir a sus hijos de su caída mortal. El resto de la Biblia contará la historia de la redención. ¡Casi no puedo esperar para comunicártela! ¡Estoy tan emocionada! Tanto fue el amor de Dios por sus hijos que nos causa sorpresa y asombro… Fuimos secuestrados, pero él nos sorprendió con su amor indescriptible. ¡Él mismo dejó el cielo para rescatarnos! «Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados […]. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros seamos justicia de Dios en él» (2 Corintios 5: 19, 21).
¿Cuál es la parte más sorprendente de su promesa?
REFLEXIONEMOS
Cuando era una niña pequeña, mis padres me llevaron a la ciudad de Córdoba (Argentina). Mi padre, pastor en aquel entonces, asistiría por algunos días a una asamblea de ministros religiosos en un hotel. Mi madre esperaba pasar momentos agradables en compañía de las esposas de los otros pastores y nosotros, los niños, estábamos entusiasmados con la perspectiva de pasar cada minuto del día jugando en la piscina del hotel. Yo tenía tres años y me dijeron con toda claridad que debía mantenerme en la parte de la piscina donde el agua no me cubriera, ¡sin excepción! Finalmente, el feliz día llegó y me hallé disfrutando en el agua. De repente, algo inesperado sucedió, me encontré a mí misma en la zona más profunda, a un paso de la zona prohibida; y el fondo de la piscina estaba muy resbaladizo, sumamente resbaladizo por el verdín que lo cubría. Comencé a deslizarme hacia la parte más profunda de la piscina como si estuviera en un parque acuático de diversiones, excepto que no era nada divertido. Me encontré exactamente en el lugar al que mi madre me había advertido que no fuera, y mi corazón de tres años me decía que iba a morir porque no había forma de salir de esa situación. Pero me decía algo más, si mi madre me veía, vendría a rescatarme. De alguna manera, mi mente infantil ya sabía que el amor de mi madre por mí la obligaría a dar un salto y venir a salvarme. ¡El problema era que no me veía! Con todas mis fuerzas traté de saltar apoyando mis pies en el fondo de la piscina, pero ya estaba cubierta por el agua y solo mi mano aparecía brevemente sobre la superficie para desaparecer nuevamente. Lo intenté una y otra vez, y entonces… ¡mi madre me vio! Sí, vio mis pequeños dedos fuera del agua y fue todo lo que necesitó ver. Se lanzó a la piscina sin importarle lo que vestía o quién la observaba. Todo lo que le importaba era que su niñita se estaba hundiendo y tenía que salvarla ¡Y me salvó!
Escribe una historia de tu propia vida que te venga a la mente en este momento:
Escribe las expresiones de TEMOR, VERGÜENZA y CULPA que se encuentran en Génesis 3: 8-13.
¿Por qué piensas que Dios no abandonó a los seres humanos cuando ellos rechazaron su protección moral?
Imagina y describe tu encuentro final con tu Creador.
Repite estas palabras de la Escritura en voz alta:
«Bienaventurados los que lavan sus ropas para tener derecho al árbol de la vida y para entrar por las puertas de la ciudad. […] Y el Espíritu y la esposa dicen: “Ven". El que oye, diga: “Ven". Y el que tiene sed, venga. El que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida. […] El que da testimonio de estas cosas dice: “Ciertamente vengo en breve” ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!» (Apocalipsis 22: 14, 17, 20, el destacado es nuestro).
VEAMOS A JESÚS EN LAS ESCRITURAS
Lee Lucas 24: 25-49. En este incidente, Jesús explicará cómo interpretar la Escritura como una unidad: «Entonces él les dijo: “¡Insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas y que entrara en su gloria?” Y comenzando desde Moisés y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían» (vers. 25-27). ¡De alguna manera, su incredulidad no les había permitido interpretar correctamente la Escritura! ¡Había un plan establecido y Cristo tenía que pasar por todo esto! Ahora el plan les fue explicado desde el comienzo de la Biblia (Moisés y todos los profetas).
El verbo «explicar» (del griego diermēneuo) contiene la raíz de la palabra hermenéutica, que define la metodología para interpretar un texto bíblico. ¡Aquí Jesús nos da la mejor regla interpretativa de la Biblia! ¡Toda la ley y los profetas hablan acerca de él!… Ellos [los dos discípulos] sentían tal emoción, que «en esa misma hora» (vers. 33) decidieron volver a Jerusalén ¡para contárselo a todo el mundo! No sentían las piernas cansadas para recorrer los diez kilómetros de regreso; tenían que volver. Cuando llegaron… ¡Jesús mismo aparece en la habitación! «¡Paz a vosotros!» (vers. 36)... Después de estar unos momentos con ellos y comer un trozo de pescado asado delante de ellos (vers. 42-43), Jesús comienza a darles la misma explicación, el mismo principio hermenéutico, que había compartido con los dos viajeros solo que, en esta ocasión, entra en más detalles: «Estas son las palabras que os hablé estando aun con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos. Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras» (vers. 44-45). «La Ley de Moisés, los Profetas y los Salmos» es la fórmula completa para las Escrituras judías que nosotros llamamos el Antiguo Testamento. Los discípulos conocían su Biblia, pero no habían comprendido que todo giraba en torno a Jesús y el acto salvífico de Dios mediante él. ¡Jesús abrió sus mentes! El verbo «abrir» en griego había sido usado durante el ministerio de Jesús para contarnos cuando él abrió los ojos de los ciegos o los oídos de los sordos. ¡Ahora abre la mente de sus discípulos! ¿Para qué? ¡Para que entendieran las Escrituras! Es posible leer las Escrituras y, no obstante, mantener nuestra mente cerrada. Nuestra mente se abre cuando entendemos que no solo el Nuevo Testamento sino «la Ley de Moisés, los Profetas y los Salmos» están al servicio de las buenas nuevas de Jesucristo.
Una de mis citas favoritas es del autor F. F. Bruce: New Testament Development of Old Testament Themes. En él, destaca el hecho de que toda la Biblia trata acerca de la redención lograda por Jesús:
«En Jesús, la promesa se confirma, el pacto se renueva, las profecías se cumplen, la ley es vindicada, la salvación se acerca, la historia sagrada alcanza su clímax, el perfecto sacrificio ha sido ofrecido y aceptado, el Sumo Sacerdote de la Casa de Dios se ha sentado a la mano derecha de Dios, el Profeta como Moisés se ha levantado, el Hijo de David reina, el Reino de Dios ha sido inaugurado, el Hijo del Hombre ha recibido el dominio del Anciano de días, el Siervo del Señor ha sido herido hasta la muerte por la transgresión de su pueblo, ha cargado el pecado de muchos, ha cumplido el propósito divino, ha visto el fruto de la aflicción de su alma, y ahora ha sido exaltado y engrandecido en las alturas».
RESPONDAMOS A LA MARAVILLOSA PROMESA DE DIOS
Dios es más que fiel a sus promesas. En la cruz, cumplió su maravillosa promesa de aplastar la cabeza de la serpiente (Génesis 3: 15), y regresará para recuperar a sus hijos y que puedan vivir nuevamente con él, y esta vez por la eternidad. Dedica un poco de tiempo para escribir los momentos más memorables de tu vida, aquellos en los que has visto que Dios ha cumplido sus promesas, y celebra con María, la profetisa (Éxodo 15: 20-21), cómo Dios ha abierto caminos donde no los había: «Jehová es mi fortaleza y mi cántico. Ha sido mi salvación. Este es mi Dios, a quien yo alabaré […] Condujiste en tu misericordia a este pueblo que redimiste» (Éxodo 15: 2, 13, el destacado es nuestro).
Un padre amante nunca se resigna; tampoco lo hace Dios. Él anunció que esta situación no era final. ¡Aunque tuviera que morir por ellos, no los abandonaría! A pesar de que permanecerían separados durante un tiempo, debido a que los humanos ahora eran mortales y habían perdido el paradeisos, Dios llevaría la muerte de ellos sobre sí mismo, a fin de que pudieran estar juntos otra vez, para siempre. Simplemente, rehusó pasar la eternidad sin su pueblo. ¡Oh, alma mía, alaba su nombre! ¡Es verdad! ¡Su amor nunca deja de ser!